El 27 de enero de 1978, asistí a una ordenación sacerdotal. Era la primera vez que presenciaba un rito de tal magnitud. Dos cosas, llamaron profundamente mi atención. La primera, antes de ser ordenado, el candidato se acuesta en el suelo, mientras los asistentes oran y piden a los santos que intercedan por quien va a ser consagrado sacerdote. Se atribuye al Santo cura de Ars la siguiente expresión: “me postro siendo pecador y, me levantó sacerdote para siempre”. Al parecer, sólo quien es capaz de descender a las profundidades de su propia miseria, por decirlo de alguna manera, es capaz de levantarse transformado para ser el reflejo de una vida en comunión con Cristo.
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Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
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