En la Sagrada Escritura hay una situación que merece, en este ciclo de reflexiones, una atención especial. Se trata de los celos que el rey Saúl sentía por David. “Saúl se sintió celoso de la popularidad de David y atentó matarlo en varias ocasiones e hizo que los enemigos de David también lo intentaran”. Un viajero pidió asilo en un lejano reino. La cámara real tenía mil sillas vacías alrededor del trono. Siéntate en la silla adecuada y dejaré que permanezcas en mi reino -, le dijo el monarca mientras se levantaba de su trono y abandonaba la estancia. Cuando el rey entró de nuevo en la sala, observó que el joven viajero se había sentado en el trono. Excelente, chico -, dijo riendo alegremente. – Puedes quedarte.
Saúl comienza a sentir celos por David cuando ve la estima que la gente comienza a sentir por él. Recordemos que, Saúl es un rey muy débil de carácter; es decir, no asume la vida con fuerza, es inseguro y vacila frente a las dificultades y no cree en sus capacidades. Saúl no se toma en serio ni su vocación ni su liderazgo; tampoco la misión que el Señor le encomendó, cuando fue ungido rey. David, en cambio, desde el primer momento, mostró liderazgo, arrojo, capacidad de enfrentar las situaciones dificiles y, sobretodo, una gran confianza en Dios. La Escritura nos hace una buena radiografía de las personas vulnerables a enfermar de celos. Los celosos son personas que, debido a su inmadurez emocional, necesitan sentir que los demás progresan gracias a que ellas hacen parte de su vida. Este deseo de ser protagonistas en la vida y el éxito de los demás, obedece a la nostalgia del amor de los padres, un amor que, en la infancia, no se pudo tener o fue excesivo, sobreprotector. Sentirse protagonistas del éxito de los demás, antes que, ocuparse del propio progreso, es una forma de justificar los miedos, los fracasos y, una forma de racionalizar el afán de control. El filósofo alemán Bert Hellinger, en su libro “La simetría oculta del amor”, tiene una interesante explicación sobre la dinámica de los celos: “La persona celosa desea inconscientemente que la pareja se vaya. Según Hellinger, algunas de las dinámicas sistémicas inconscientes que nos llevan a repeler a nuestras parejas son: para confirmar una antigua creencia de que no merecemos el amor, por ejemplo, o de que causaremos infelicidad. Ciertas personas tienen miedo de ser abandonadas e inconscientemente, se apartan de las parejas. Crean lo que recelan, como si el abandono fuese preferible a la separación voluntaria. Para ser fiel a las creencias y ejemplos de la familia: actuar como actuaron los padres cuando no conseguían aceptarse plenamente, cuando se separaron o cuando uno de ellos falleció en el comienzo de una relación” Hawk Moth intenta, a través de distintas estrategias, alejar a las personas que percibe como una amenaza para su lugar en la vida de su esposa o de sus hijos. Los celos pueden enceguecer a las personas hasta el punto de llegar a hacer daño a los que más dicen amar o respetar. El celoso procura acercarse a las personas que percibe como rivales para descubrir sus debilidades y la manera de enredarlos en sus imágenes distorsionadas de la realidad. Así, es como opera Hawk Moth, el ser que, a causa del dolor que no logra controlar, se deforma a sí mismo y, a todo lo que está a su alrededor. Hawk Moth desespera con sus comentarios, con sus invenciones, con sus reacciones desproporcionadas y, sobretodo, con su afán de control, a sus víctimas. El deseo de Hawk Moth no es ayudar al otro, sino debilitarlo, hasta poder hacerse al control de sus reacciones, emociones y decisiones. Así es como, por ejemplo, una mujer o un hombre que tienen celos de los empleados de su pareja o de un colega, comienza a hacer comentarios, reflexiones y testimonios falsos, con el fin de ir a minando la confianza del otro en sus colaboradores o colegas hasta que, si este no se hace consciente de lo que sucede, termina akumatizado, actuando enojado, desconfiado y en contra de sus empleados, colegas, amigos o familiares. Cuando esto sucede, Hawk Moth se hizo al control de los poderes internos de esa persona. Nos enseñan las Constelaciones Familiares: “Podemos hacernos cargo de las dinámicas de celos tomando conciencia de nuestro papel en el sistema familiar, de lo que nos permite dejar de actuar como coadyuvante de ciertos conflictos. En otras palabras, al comprender como nuestra historia personal está contaminada por las repeticiones de un conflicto generacional no resuelto, decidimos no repetirlo, re-definiendo nuestra posición en el sistema familiar” Nos dice la Sagrada Escritura que, “y salía David a dondequiera que Saúl le enviaba, y se portaba prudentemente”. En constelaciones aprendemos que, “la mejor manera de disminuir la intensidad de los celos es dejar de interpretarlo como un drama y comenzar a expresarlos, a trabajarlos como una experiencia de sufrimiento emocional que es posible transformar. Para lo cual será necesario ser honesto con uno mismo, y abrirse con el otro de manera simple y sincera, porque la sinceridad es en sí un antídoto del deseo de manipular y controlar al otro. Al conversar con nuestra pareja sobre la experiencia de los celos dejaremos de usar nuestro sentimiento como un arma de defensa o de ataque para mantener a nuestra pareja bajo control. Si usamos los celos como un medio de controlar a nuestra pareja, acabaremos apartándolo cada vez más de nosotros. Es importante no negar los sentimientos, pues al ocultarlos, seremos nosotros quienes naturalmente nos aislaremos, causando un mal aún mayor, pues cuanto más nos apartamos, más nuestros celos tenderán a crecer” La des-valorización de sí mismo es una de las causas más importantes de los celos intensos. Las personas que desean crecer y desarrollarse, no temen a sus conflictos emocionales y saben que a partir de ello, es posible avanzar en el proceso de auto-conocimiento. Cuando expresamos nuestras experiencias emocionales con la intensión de profundizar nuestras relaciones, cultivaremos sinceridad y honestidad, actitudes básicas para crecer en el amor sano y maduro. Señor mío: Tú me diste estos ojos; dime dónde he de volverlos en esta noche larga, que ha de durar más que mis ojos. Rey jurado de mi primera fe: Tú me diste estas manos; dime qué han de tomar o dejar en un peregrinaje sin sentido para mis sentidos, donde todo me falta y todo me sobra. Dulzura de mi ardua dulzura: Tú me diste esta voz en el desierto; dime cuál es la palabra digna de remontar el gran silencio. Soplo de mi barro: Tú me diste estos pies... Dime por qué hiciste tantos caminos si Tú solo eres el Camino, y la Verdad, y la Vida (Dulce María Loynaz)Francisco Carmona
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