En la película intensamente dos, aparecen en la vida de Riley nuevas emociones que ponen en riesgo su identidad. En esta película, la ansiedad, el afán de cumplir las expectativas de los demás, a costa de nuestras necesidades más profundas termina creando todo tipo de incomodidades y conductas irracionales que, a la +postre terminan llevando a que la protagonista entre en un estado de pánico y +angustia muy fuerte. Al final, la alegría toma el mando sobre la vida de Riley. No hay mayor tesoro que, poder experimentarnos coherentemente. Había una vez, en algún lugar que podría ser cualquier lugar, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales. Todo era alegría en dicho jardín; y todos los árboles estaban muy satisfechos y felices. Sin embargo, uno de ellos, un árbol profundamente triste, tenía un problema: no daba frutos. No sé quién soy, se lamentaba. Lo que te falta es concentración, le decía el manzano, si realmente lo intentas, podrás tener deliciosas manzanas. ¿Ves qué fácil es? No lo escuches, exigía el rosal. Es más sencillo tener rosas y ¿ves qué bellas son? Y desesperado, el árbol intentaba todo lo que le sugerían. Pero como no lograba ser igual que los demás, se sentía cada vez más frustrado. Un buen día llegó hasta el jardín un búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, le dijo: No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Es tu enfoque lo que te hace sufrir. No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas. Sé tú mismo. Conócete a ti mismo como eres. Y para lograrlo, escucha tu voz interior. Y dicho lo anterior, el búho se fue. ¿Mi voz interior…? ¿Ser yo mismo…? ¿Conocerme…?”, se preguntaba el árbol desesperado. El árbol se puso a reflexionar durante un buen rato. Finalmente, de pronto, comprendió. Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y pudo escuchar a su voz interior decirle lo siguiente: Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros y belleza al paisaje. Eso es quién eres. ¡Sé lo que eres! Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado. Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces todo el jardín fue completamente feliz, cada uno celebrándose a sí mismo y a los otros…
Todos, sin excepción, durante un buen período de nuestra vida, nos hemos olvidado de quienes somos para someternos al régimen que imponen las expectativas ajenas. No podemos olvidar que, no siempre han sido los demás quienes nos han pedido vivir y realizar su expectativas, también cabe la posibilidad que, por una percepción errónea de la vida y de nosotros mismos, seamos nosotros los que desvaloricemos nuestra existencia y nos imponemos la ardua tarea de ser como +otros. No necesariamente mejores personas que nosotros pero, a los que atribuimos una mejor vida que la que podemos estar viviendo. La alegría, según la película intensamente dos, es la expresión de una vida coherente con la propia identidad. Algo que se logra una vez que, nos desconectamos de la ansiedad que, en la película y en la vida, nos desconecta de nosotros mismos para ponernos a vivir en función del futuro y de las expectativas ajenas. La ansiedad es, como lo muestra la película, una afán desmedido por tomar, en el presente, las decisiones que nos aseguren una buena vida más adelante. El problema está en que el fundamento de esa vida no es la autenticidad sino la complacencia. La confusión sobre nuestra identidad es un período necesario en la vida de cada uno de nosotros. Mientras nuestra identidad está escondida, el alma trabaja en la formación del carácter. Sin carácter, somos personas débiles que desfallecen +fácilmente ante las dificultades y los retos de la vida. Lógicamente, hay personas que nunca logran conectar con su carácter y, prefieren sumirse en el victimismo y dejar en manos ajenas la construcción de su identidad. Por esta vía, sólo llegamos a la dependencia emocional y, en consecuencia a la inmadurez e incapacidad de +resolver la vida según la ley propia del alma. Así es como terminamos creyendo que el ciprés puede, algún día, llegar a dar manzanas. El día que, nos atrevemos a reconocer que el miedo, en lugar de protegernos, se convirtió en nuestro mayor enemigo porque es el que nos paraliza, encontramos la puerta que nos conduce hacia la libertad. Aprender que el miedo ha sido el gobernante de nuestra alma, que ha sido el miedo y no la voluntad quien nos ha +guiado e inspirado muchas de nuestras estrategias de sobrevivencia y afrontamiento, puede ser un momento muy difícil y amargo pero, también es el tiempo de nuestra liberación. Todo lo que necesitamos para recuperar el timón de la vida es reconocer que, vivimos protegiéndonos, escondiéndonos y, con mucho temor a ser, decidir y actuar por nosotros mismos. La psicología profunda enseña que, la negación es la fuerza que nos mantiene anclados en el dolor, en el sufrimiento y en la imposibilidad de tomar la vida en las manos para que ella brille como el sol cada mañana. La negación termina conduciéndonos hacia el mal; es decir, hacia un sufrimiento que se extiende, a +través de los actos, de las palabras y de las actitudes hacia los demás como si ellos fueran nuestros enemigos, cuando en realidad, son las víctimas de nuestro miedo y confusión. En la medida que, nos liberamos del miedo, transformamos el dolor y salimos del escondite, podemos darle a la vida un sentido auténtico; en caso +contrario estamos violentando la vida y arrastrándola hacia el vacío. +No es a los demás a quienes debemos temerle. Mantener presente este dato en la consciencia permite que diluyamos cualquier animosidad hacia ellos. Saber que, es nuestro miedo el que nos gobierna, no nos hace pasivos en las relaciones con los demás pero, si evita que nos quedemos en los ciclos repetitivos del sufrimiento y del fracaso y, en lugar de vivir en una regresión constante hacia los recuerdos +dolorosos de la infancia, podamos acoger la vida como se presenta y, poder experimentar la alegría de saber que, donde cultivamos las partes sanas, las partes sobrevivientes y traumatizadas van perdiendo fuerza. La confusión queda atrás y la alegría, símbolo de nuestra autenticidad, puede iluminar lo que somos y lo que entregamos. Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente, y estoy seguro que habrá de amanecer (Jaime Sabines) Francisco Carmona
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