Existen situaciones de la vida que, llevan a las personas a desvanecerse. El desvanecimiento no es otra cosa que la pérdida temporal de la consciencia de sí mismo con el objetivo de escapar de un conflicto que, por la fuerza que tiene para cuestionar la imagen que tiene de cuestionar lo que creemos sobre nosotros mismos, nos desborda y nos hace ver como presumidos, soberbios o vanidosos. Un ejemplo de desvanecimiento es el siguiente: un docente con doctorado en física está dando clase en el primer semestre de ingeniería. Un jovencito, recién graduado del colegio, cuando escucha al profesor, dice: “Todo lo que usted dice, es una auténtica tontería”. El profesor, que es considerado entre los estudiantes como una persona equilibrada y humilde, responde: cuando usted sea ingeniero, hablamos; la reacción inmediata del grupo, es irse contra el profesor por ser un tipo soberbio y vanidoso. Cuentan que, Carl Gustav Jung, iba a un colegio donde los estudiantes pertenecían a una clase económica superior a la de él. Para Jung, resultaba sumamente incómodo la convivencia con este grupo de personas. Un día, se desvanece y el médico recomienda que no vuelva a clase hasta que este recuperado. Este desvanecimiento se acentúa y Jung pasa un buen tiempo en casa, algo que resultaba cómodo porque así no tenía que ir al colegio, ni enfrentar la interacción con los compañeros de clase. Un día, escucha a sus padres hablar de lo difícil que será el destino para este joven sin estudio y sin una herencia que le permita vivir dignamente. El comentario de los padres hace que el Joven Jung se recupere y supere el desvanecimiento.
Había un pájaro que se refugiaba a diario en las ramas secas de un árbol que se alzaba en medio de una inmensa llanura desértica. Un día, una ráfaga de viento arrancó la raíz del árbol, obligando al pobre pájaro a volar cien millas en busca de un nuevo refugio… hasta que, llegó a un bosque lleno de árboles cargados de ricas frutas. Añadió el Maestro: Las adversidades pueden abrirnos nuevos horizontes y ser causa de crecimiento. Si el árbol seco se hubiera mantenido en pie, nada hubiera inducido al pájaro a renunciar a su seguridad y echarse a volar. Las personas que se desvanecen tienen una de éstas dos características. La primera, son personas muy seguras de sí mismas. Han construido ante los demás la imagen de personas equilibradas y capaces de mantener la armonía aún en los momentos más difíciles. La segunda, son personas con un complejo de inferioridad latente. Se menosprecian interiormente y tienden a compararse con los demás y a envidiar los éxitos que logran. A los primeros, Hawk Moth los akumatiza fácilmente haciendo que alguien cuestione la seguridad que muestran. A los segundos, cuando aparece una persona que los confronta sobre su inferioridad intentándoles hacer ver que tienen cualidades y dones con los que aún no han entrado en contacto. Antonio José campos, colaborador de Rezandovoy, escribe: “¿No te ha ocurrido que muchas veces no te aguantas ni a ti mismo? También en la oración y en la vida espiritual. Con frecuencia andamos ofuscados, irascibles, nos cansamos. Sentimos que todo nos agota o nos genera apatía. Nuestra vida interior anda demasiado agitada y desordenada, como embotada, nos deja fríos y no obtiene ni paz ni fruto. No nos encontramos con nosotros mismos y es difícil encontrarse con Dios o, mucho menos, llevar ese encuentro a los demás, que acaban siendo el blanco de nuestra frustración. Y no sabemos realmente que nos pasa. Nos invaden los agobios, las prisas, la saturación, las relaciones, los proyectos, los planes, los compromisos, las expectativas. Y corremos el riesgo de seguir penetrando en un callejón sin salida. Es en esos casos cuando más aún hay que volver al amor primero, al principio y fundamento (al por qué y al para que). La rutina nos ha ido alejando de ese amor primero, de ese punto de encuentro íntimo en el que Dios ya nos ha habitado y siempre tiene algo que decir personalmente para cada uno. En el que recordamos como nos dice: Yo te amo y Yo cuento contigo, Yo me he hecho hombre por ti”. El desvanecimiento termina cuando las personas entran en contacto con su centro profundo. Recordemos que, la espiritualidad nos invita a actuar desde dentro, no desde fuera. Actuar desde dentro significa responder adecuada y honestamente a nuestro mundo interior. De ahí, la importancia de que este mundo este ordenado. El que logra el contacto con su interior también descubre que ahí está la fuente del amor que nos conecta con Dios y, además, permite que seamos auténticos. En cambio, actuar desde fuera consiste en dejarnos guiar por las expectativas ajenas y en busca de la aprobación. Por esta vía, nuestra vida se vuelve superficial e inauténtica. En conexión con nuestro interior, logramos conocer la verdad sobre nosotros mismos y vivir integrados. El llamado que Dios nos hace, consiste en vivir centrados en su amor y no engancharnos con nada ni con nadie. Cuando quitamos la atención de aquello que es fundamental para nuestro crecimiento y para vivir en conexión con nosotros mismos terminamos a merced de los caprichos del mundo exterior que, de por sí, es bastante ambivalente. Dice la Sementera 77, texto de vida interior de la escuela de oración de los padres dominicos: “La flor siempre se abre desde dentro. En realidad toda la naturaleza se abre desde dentro, una semilla se tira en tierra y allí se abre, la nube cuando está madura se abre desde dentro y deja caer la lluvia sobre nosotros y la flor cuando madura se abre y nos regala su perfume y fragancia. Y es de dentro de donde viene la fragancia, el perfume del Señor” El desvanecimiento desaparece y con él la depresión que conlleva cuando nos damos cuenta que, no es huyendo de nosotros mismos ni da la oscuridad como crecemos realmente. La vida nos exige ser justos con ella, lo que significa andar en la verdad sin sentirnos amenazados por la oscuridad o por el temor de los demás. Existe una bella imagen que nos puede conectar con los llamados de la vida. En otoño todo es hacia adentro, en invierno el árbol se despoja de lo que no necesita y de las viejas formas, en primavera todo es nuevo y en verano, están los frutos que dan y sustentan la vida. Esta es la justicia que la vida espera de nosotros. Dice Jesús: “Si permanecen en mí, darán fruto abundante”. Dicen por ahí que si hay Dios está lejos, que el amor no funciona, que la paz es un sueño, que la guerra es eterna, y que el fuerte es el dueño que silencia al cobarde y domina al pequeño. Pero un ángel ha dicho que está cerca de mí, quien cambia todo esto, tan frágil y tan grande, tan débil y tan nuestro. Dicen que está en las calles, que hay que reconocerlo en esta misma carne, desnudo como un verso, que quien llega a encontrarlo, ve desvanecerse el miedo, ve que se secan las lágrimas, ve nueva vida en lo yermo. Dicen por ahí, que si hay Dios está lejos, pero tú y yo sabemos, que está cerca, en tu hermano, … y está en ti muy adentro (José María Rodríguez Olaizola, sj)Francisco Carmona
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