En muchas ocasiones, las personas tienen dificultades para expresar lo que realmente sienten. Uno de los motivos de consulta más frecuente, sobre todo, en el ámbito de la relación de pareja, está relacionado con la comunicación. Existen personas que tienen la costumbre, por formación o por estructura psicológica, de tomarse todo lo que se dice como un asunto personal. También encontramos a los que, se han especializado en deformar lo que escuchan, creando así narrativas a su favor y, dificultando las relaciones interpersonales. Hoy, se ha puesto de moda construir relatos basados en el victimismo, en la posverdad o en informaciones sin verificar. Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas. Como todos los huertos, tenía mucha frescura y agrado. Por eso daba gusto sentarse a la sombra de cualquier árbol a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros. Pero de pronto, un buen día empezaron a nacer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, naranja, morado... El caso es que los colores eran irisados, deslumbradores, centelleantes, como el color de una sonrisa o el color de un bonito recuerdo. Después de sesudas investigaciones sobre la causa de aquel misterioso resplandor, resultó que cada cebolla tenía dentro, en el mismo corazón, porque también las cebollas tienen su propio corazón, un piedra preciosa. Esta tenía un topacio, la otra una aguamarina, aquella un lapislázuli, la de más allá una esmeralda ... ¡Una verdadera maravilla! Pero, por una incomprensible razón, se empezó a decir que aquello era peligroso, intolerante, inadecuado y hasta vergonzoso. Total, que las bellísimas cebollas tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa e íntima con capas y más capas, cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro. Hasta que empezaron a convertirse en unas cebollas de lo más vulgar. Pasó entonces por allí un sabio, que gustaba sentarse a la sombra del huerto y sabía tanto que entendía el lenguaje de las cebollas, y empezó a preguntarles una por una: ¿Por qué no eres como eres por dentro? Y ellas le iban respondiendo: Me obligaron a ser así... me fueron poniendo capas... incluso yo me puse algunas para que no me dijeran nada. Algunas cebollas tenían hasta diez capas, y ya ni se acordaban de por qué se pusieron las primeras capas. Y al final el sabio se echó a llorar. Y cuando la gente lo vio llorando, pensó que llorar ante las cebollas era propio de personas muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla nos abre su corazón. Y así será hasta el fin del mundo.
Saúl Núñez Amado escribe: “¿Qué responsabilidad tenemos en lo que contamos y cómo lo contamos? Quizá esta pregunta merezca una reflexión sosegada mucho más amplia que estas palabras. Y si el mensaje que se transmite forma parte de lo espiritual, de la fe, de la Palabra dada en el Evangelio, quizá ese interrogante se vuelve más profundo, más sentido. En muchas ocasiones nos dejamos atrapar de ese fenómeno tan presente en medios de comunicación y redes sociales que es la cámara de eco: el consumo de la información que sólo nos interesa, donde las ideas que se exponen no se contraponen, sino que alimentan nuestras propias creencias, elevando a la categoría de definitiva una opinión personal, polarizando el mensaje, y dotando de inviolabilidad un razonamiento que responde al sesgo cognitivo de confirmación. Esto nos hace ciegos no sólo al contenido de las palabras sino a la capacidad de diálogo en las relaciones humanas. El papa Francisco nos invita a «escuchar con los oídos del corazón» como antídoto a esta tendencia que sólo busca confirmarnos en nuestras opiniones, dejando al margen cualquier información que choca frontalmente con nuestro ideario. Y me atrevería a añadir que desde esa escucha pausada y consciente, podríamos llegar a hablar realmente desde el corazón, pues «en esta época que corre el riesgo de ser rica en tecnología y pobre en humanidad, nuestra reflexión sólo puede partir del corazón humano”. El señor Clown tiene un aspecto infantil. Tiene un carácter jovial. Es juguetón y muy cariñoso. Siempre está intentando ayudar a las personas para que sonrían y alejen la tristeza de su vida. Es muy sensible. Tiene muchas dudas acerca de sí mismo. Se siente muy inseguro a la hora de emprender un proyecto o iniciar una nueva tarea. Siempre está contando historias o narrando cuentos sobre las cosas que pasan a su alrededor. No hay conversación donde una historia, un cuento, una fantasía no estén presentes. En su interior, anhela ayudar a las personas a expresar sus emociones. Siempre está enfocado en hacer sonreír a los demás. No le gustan las personas tristes. El Señor Clown es un niño que tiene mucho miedo a quedarse atrapado en el sufrimiento. Su máscara es la sonrisa. Aparenta estar feliz aunque tenga destrozado el corazón. Le encanta reunirse con la gente. Tiene un buen círculo de amigos porque tiene mucho miedo a enfrentar la soledad. Desde niño ha estado sólo, los adultos no tenían tiempo para él y le enseñaron a crearse, aunque fuera imaginariamente, los escenarios donde pudiera experimentar felicidad. Es un niño muy solo, rodeado de muchos juguetes, entre ellos, un sinnúmero de peluches. Le cuesta mucho no lograr la simpatía de las personas. Esta es su mayor debilidad y, Hawk Moth lo sabe, de ahí que, nunca desaprovecha la oportunidad para akumatizarlo. El señor Clown tiene una experiencia sumamente dolorosa en su historia. Un día, escribe un libreto para una obra cómica. Cuando su amigo más cercano la lee, rompe el texto, diciéndole: “¡nunca había visto nada tan ridículo!”. En ese momento, su voluntad cambió y, en lugar de hacer sonreír, el señor Clown comenzó a dedicar su vida a hacer sufrir y llorar a la gente. Cuando el señor Clown es akumatizado, sale su lado más oscuro, se vuelve sumamente hedonista, utiliza sus encantos para manipular y utilizar a la gente a su capricho, no respeta la individualidad ni la intimidad de las personas. Se vuelve sarcástico y, su manera de actuar es, no sólo humillante sino despreciativa, goza haciendo llorar a las personas con las palabras, gestos y desplantes que les hace. El señor Clown tiene la tarea de crecer conectándose consigo mismo. Para Lograrlo, tiene que aprender a interiorizar la relación consigo mismo y con Dios. Según Thomas Merton: “La única manera de poder ser yo mismo es identificarme con Aquel en quien están escondidas la razón y la plenitud de mi existencia. Por consiguiente, solo hay un problema del que depende toda mi existencia, mi paz y mi felicidad: descubrirme descubriendo a Dios. Si encuentro a Dios, me encontraré a mí mismo; y si encuentro mi verdadero yo, encontraré a Dios”. El señor Clown es como una caja de Pandora, nunca se sabe lo que vendrá después del entusiasmo con el que suele abordar las diferentes situaciones que la vida presenta. Mientras mantenga la conexión profunda con su ser, el Señor Clown tendrá mucho que aportar con su optimismo. De nuevo, Thomas Merton nos dice: “Nosotros somos perfectos cuando encontramos a Dios o, mejor dicho, cuando Dios toma posesión de nosotros. Y, en cierto sentido, desde el momento en que le buscamos, Él ya nos ha encontrado. Y desde el momento en que Él nos ha encontrado, todo lo bendecido por Su voluntad se vuelve espiritual, incluso cuando sea algo material”. En medio de las adversidades, es importante aprender a poner la vida en las manos de Dios porque Él es el único que puede ofrecernos consuelo en la tristeza y fortaleza en la debilidad. Consolad a mi pueblo, dice el Señor. Hablad al corazón del hombre. Gritad que mi amor ha vencido, preparad el camino, que viene tu redentor. Yo te he elegido para amar, te doy mi fuerza y luz para guiar. Yo soy consuelo en tu mirar. Gloria a Dios. Consolad a mi pueblo, dice el Señor. Sacad de la ceguera a mi pueblo. Yo he sellado contigo alianza perpetua. Yo soy el único Dios. Consolad a mi pueblo, dice el Señor. Mostradles el camino de libertad. Yo os daré fuertes alas. Transformaré tus pisadas en sendas de eternidad (Rezandovoy) Francisco Carmona
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Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
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