En Constelaciones Familiares, consideramos que la conexión con la Madre también es, conexión con la vida. Una de las características importantes de la conexión con la vida es el cuidado. Las personas que tienen una buena conexión consigo mismas, cuidan su mundo interior, no dejan que en el crezca, como diría el Evangelio, la cizaña. Al contrario, un buen corazón se preocupa de que, día a día, su existencia sea buen grano de trigo; es decir, que vivimos para ser nosotros mismos y nuestra coherencia termina inspirando a otros y, suscitando en ellos el deseo del buen vivir. Un guerrero Samurái fue a ver al maestro Hakuin y le preguntó: ¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a uno y al otro? ¿Por dónde puedo entrar? Hakuin le respondió con una pregunta: ¿Quién eres? Soy un Samurái – le respondió el guerrero -, un jefe de Samuráis. Hasta el emperador mismo me respeta. Hakuin se rio y contestó: ¿Un Samurái, tú? Pareces un mendigo. Sintiendo su orgullo herido, el Samurái desenvainó su espada y, ya estaba al punto de matar a Hakuin, cuando éste le dijo: Ésta es la puerta al infierno. Inmediatamente el Samurái entendió. Puso de nuevo la espalda en su cinto, y Hakuin dijo: Y ésta es la puerta del cielo
La desconexión con nosotros mismos se refleja en la forma agresiva y distorsionada como nos relacionamos con los demás. Donde hay manipulación, afán de estar por encima, falta de respeto, hay una profunda desconexión con la vida, también con el ser divino que habita en nosotros. Donde Dios está presente, la bondad está al frente de nuestros actos. El que está en guerra consigo mismo también lo está con los demás y, por esa razón, su vida, sus proyectos, su felicidad no fluyen. El estancamiento se vuelve una constante y la frustración una compañía permanente. Las personas que llevan consigo un dolor que no resuelven, un sufrimiento muy intenso, tienen que aferrase a la máscara de personas buenas, santas y sumamente religiosas. Para muchas personas, la religión sirve como un refugio y, una estrategia de sobrevivencia. He visto, en constelaciones Familiares que, una gran mayoría de personas, tienen en la religión un refugio, un lugar donde expiar las culpas que no logran ni confesar ni reconocer. De ahí que, al estar en un movimiento religioso, por ejemplo, se sientan tan seguras que, juzgan duramente el comportamiento de los demás con un aire de superioridad moral que, su corazón sabe que no es real. Thomas Merton, en su libro El hombre nuevo, nos dice: “Las religiones no se limitan a proporcionar respuestas a preguntas. O, al menos, no se limitan a eso, a no ser que degeneren. La salvación es algo más que la respuesta a una pregunta”. La auténtica experiencia religiosa une lo que esta fragmentado, devuelve a la vida lo que está perdido o ha muerto, da sentido a lo que se experimenta y, pone al alma y al corazón en contacto con la verdad que los libera, que los devuelve a su tierra dándoles el derecho de sentir que ya no son más ni exiliados ni extranjeros en su propio suelo. Hawk Moth cada vez que es sorprendido en su estrategia de akumatizar a los demás, de sacarlos fuera de sí para manipularlos y convertirlos en agentes del mal, huye, se esconde y pone la responsabilidad en los demás. Hace poco, una persona se preciaba de ser inspirada por el Espíritu Santo para insultar y agredir a personas cercanas a su familia. Mostraba con orgullo la grabación donde estaban las palabras pronunciadas. El poco conocimiento teológico que tengo sirvió para identificar que, quien hablaba era el miedo, la herida, el ser inferior y nunca el Espíritu Santo. Dice la secuencia al Espíritu Santo: “Gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del alma si Tú le faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo”. Escribe Thomas Merton: “No podemos llevar la esperanza y la redención a otros, a menos que nosotros mismos estemos llenos de la luz de Cristo y de su Espíritu…De hecho, nuestra búsqueda de Dios no es cuestión de encontrarlo por medio de ciertas técnicas ascéticas. Mas bien, es un aquietamiento y reajuste de toda nuestra vida por medio de la abnegación, la oración y las buenas obras, de forma que el propio Dios, que nos busca más de lo que nosotros le buscamos a Él, pueda hallarnos y tomar posesión de nosotros. Todas las resistencias hacia el amor, terminan convirtiéndose en una lucha con Dios, en contra de Dios. Dios habita en el corazón de todo ser humano, pero no todo ser humano entra en contacto con Dios. El odio, el rencor, la ignorancia sobre quienes somos y sobre lo que estamos llamados a ser es un muro que, a veces, se vuelve infranqueable para sentir el amor de Dios llenando nuestros vacíos. La tarea permanente de la vida es llenarnos de la Luz que proviene del Amor. A diario, encontramos motivos para conectar con la oscuridad, con la sombra, con las fuerzas destructivas de la vida. Es fácil, dejarnos arrastrar por esas corrientes. Pero en la medida que, vamos cultivando la vida interior, que trabajamos sobre las imágenes que nos habitan y sobre los complejos que gobiernan en nuestra psique, podemos tomar caminos diferentes y desarrollar estrategias que nos permitan contener el impulso hacia la destrucción conservando el poder interior y la conexión con lo más profundo y divino que hay en cada uno de nosotros. Nos dice el Papa Francisco: “Un cristiano que no es alegre en el corazón no es un buen cristiano. La alegría es la respiración, el modo de expresarse del cristiano. La alegría no es algo que se compra o yo la hago con el esfuerzo: no, es un fruto del Espíritu Santo. Porque Quien causa la alegría en el corazón es el Espíritu Santo. La alegría, en cambio no es vivir de carcajada en carcajada, no, no es eso. Y la alegría no es ser divertido, no, no es eso, es otra cosa. Porque la alegría cristiana es la paz, la paz que hay en las raíces, la paz del corazón, la paz que solamente Dios nos puede dar: esto es la alegría cristiana. No es fácil +custodiar esta alegría. hay una inquietud buena, pero hay otra que no es buena, la de buscar las seguridades en todas partes, la de intentar gustar por todas partes. La alegría, la consolación son nuestra respiración de cristianos”. No te encuentro si te busco a las apuradas tratando de abarcar todo con la mirada. No te encuentro si te pongo tiempos, límites absurdos que me separan de ti. Está claro que tu tiempo es otro, el de lo lento, el del sentir. No se gusta de un paso al otro, extraña conjetura en la que nos metimos los seres hace tantos siglos. Te encuentro cuando respiro más despacio y me dejo acariciar por el suelo que me has dado. Te encuentro en la luz que atraviesa las hojas temprano en la mañana donde la vida se despierta al sonar de las campanas. Te encuentro cuando dejo de querer poseerlo todo, de querer tomar memoria de todo, cuando dejo de pensar que te puedo guardar en una caja de vidrio y metal. Te encuentro cuando me dejo sentir sin espacio, sin tiempo, sin querer personal. Te encuentro cuando soy, de vuelta yo, la misma. Y todo el tiempo te encuentro diferente. Me doy la vuelta y el árbol que eras ya está echando flores y raíces fuertes. La luz que dabas a aquellas pequeñas hojas ya está apuntando a otra dirección. Y, es ahí, cuando me doy cuenta de que eres novedad todo el tiempo. Y, es ahí, cuando me doy cuenta de que jamás te podré poseer porque tú ya me tienes (Sarah Elizabeth Müller)Francisco Carmona
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