Cuando una persona siente intensamente emociones como enojo, envidia, tristeza, frustración etc. Hawk Moth detecta el momento en el que esto sucede y, gracias a su poderes, envía un Akuma; es decir, la energía que los demoniza y hace que las personas actúen como si estuvieran endemoniadas, hechizadas o maleficiadas. Para que esto suceda, basta que la persona se conecte con el lado oscuro de su alma y renuncie a la luz que la habitaba antes de darle lugar al dolor porque vio que sucedió algo que, rompe sus expectativas y deseos. Cualquier persona que ponga toda la atención en las emociones de baja vibración, como llama David Hawkins, a la emociones que, por su carga negativa de energía, nos conectan más con la destrucción que, con la creatividad. Para salir del estado de akumatización, la persona debe conectar de nuevo con la fuerza de la bondad, del amor y del servicio que habita en ella. Toda vez que, nos abrimos a la reconciliación, que permitimos que las emociones se apacigüen, el corazón se dispone para enfrentar las situaciones vividas con una actitud diferente, a veces, incluso más amorosamente.
Cuenta la leyenda que hubo una vez un gran samurái que vivía cerca de Tokio. Ya bastante viejo, se dedicaba a enseñar el arte zen a los jóvenes y, a pesar de su avanzada edad, se decía que aún era capaz de derrotar a cualquier adversario. Una tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí. Quería derrotar al anciano samurái para aumentar así su fama. El viejo maestro aceptó el desafío. Entonces, el joven guerrero comenzó a insultarlo. Le tiró algunas piedras, escupió en su rostro, le gritó insultos y ofendió a sus ancestros... Durante horas hizo todo cuanto se le ocurría para provocarlo, pero el viejo samurái permaneció impasible. Al final del día, sintiéndose ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró. Los alumnos que estaban ahí, sorprendidos por lo sucedido, le preguntaron a su viejo maestro zen cómo había podido soportar tantas afrentas sin mover un sólo músculo. A lo que el maestro respondió, — Si alguien llega hasta ustedes con un presente, y ustedes no lo aceptan ¿A quién pertenece el presente? — A quien intentó entregarlo — respondió uno de los discípulos. — En efecto. Lo mismo vale para la injuria, la rabia, la calumnia y los insultos. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los traía consigo. José María Rodríguez Olaizola escribe: “Ignoro si los demonios tienen cuernos y son colorados, si viven en infiernos de fuego y azufre o si son malévolas criaturillas dispuestas a envolvernos con sus tretas. No sé si son espíritus o humores intangibles, pero sí sé que son huéspedes incómodos, que cuando se adueñan de nosotros nos convierten en tristes sombras de lo que estamos llamados a ser. Hay uno muy cruel. Se llama Envidia, y si te muerde te incapacita para disfrutar con la alegría compartida. Otro se llama Vanidad, y hace que cuanto más alto estés, en lugar de ver mejor aprovechando la perspectiva, conviertas todo en un espejo donde únicamente ves tu propia imagen. Rechazo hace que las personas nos volvamos inseguras, frágiles, y deja heridas difíciles de curar. Genera tanto dolor… Y peor aún es su hermana Burla. La muy bruja humilla a los débiles, a los heridos, a los más desprotegidos, aunque suele disfrazarse de humor y buen rollito. Se alimenta de lágrimas tristes y hace duros a quienes la acogen. Intolerancia es muy marrullera, a veces viene pisando fuerte con discursos duros, pero más a menudo se camufla tras justificaciones sutiles. Su obsesión es conseguir que al mirar al otro no veamos un hermano, sino una etiqueta. ¿Y qué decir de Rencor? Si le acoges te desgasta hasta las entrañas, y te encierra en una prisión de memorias y agravios que parecen siempre presentes. Soberbia es la reina del cotarro. Seduce a tipos débiles y los viste de reyes. Les escucha y lisonjea hasta que ya no saben hacer otra cosa que hablar, convencidos de poseer todas las verdades. Luego está otro mal bicho que tiene cada vez más casas. Responde al nombre de Egoísmo, y constantemente nos susurra al oído una canción pegadiza: sólo tú importas, chato. Son legión. Seguro que tú conoces otros muchos. Juegan con nosotros y dejan muchas víctimas en las cunetas. Pero llevan las de perder. Porque muy dentro nuestro está la semilla de un Dios que nos libera en cuanto le dejamos un resquicio. Un Dios que pone Vida donde esas muertes mediocres parecen tener las de ganar. Un Dios que nos invita a esperar contra toda esperanza. Un Dios que llena los vacíos y puebla las soledades cuando su palabra se hace oír entre el barullo de +nuestras vidas. Luz que disipa las tinieblas. El Señor Kubdel es uno de los personajes akumatizados por Hawk Moth. El Señor Kubdel es el director de la exposición sobre el mundo antiguo. Este experimentado director es conocido por su celebre frase: “A veces, hay más cosas de las que se pueden ver a simple vista. Digamos que nuestros ancestros, con su forma de actuar y, con las decisiones que tomaron, marcaron el destino de nuestras familias, el suyo y, también el nuestro. Dice Borja Villaseca: “Yo creo que de alguna manera todos hemos nacido en familias disfuncionales, desestructuradas, donde, en general, nuestros papás no nos han nutrido con el amor, con la seguridad que necesitábamos en aquella edad tan vulnerable y creo que estamos bastante traumados. Son traumas que se pasan de generación en generación. Cuando entramos en la edad adulta, no hemos resuelto esos traumas, perpetuamos el orden social establecido, perpetuamos unas relaciones de codependencia tóxicas y hoy en día, la gran enfermedad es psicológica, es el narcisismo, es el exceso de egocentrismo, mucha neurosis”. La personalidad del Señor Kubdel, según su creador, tiene las siguientes características: “Es reservado pero gentil. A él le importan mucho sus hijos y le interesa mucho la historia. A pesar de ser generoso, apoyador y paciente. A él no le gusta que las teorías sean aceptadas como hechos y él no cree que ameritan acciones criminales como tocar un artefacto para probarlas. Ve a sus hijos como son y no tiene grandes expectativas sobre ellos. Prefiere acompañar a sus hijos para que vayan descubriendo quienes son, antes que, obligarlos a someterse a las exigencias de su sistema familiar. Tiene una hija que sana con las manos; él se anticipa a este don y, sin embargo, calla hasta que su hija lo descubra por sí misma. El señor Kubdel sabe guardar silencio ante las cosas cotidianas o grandiosas que suceden en la vida. Cuando el Señor Kubdel es akumatizado se convierte en una especie de Faraón; es decir, el Señor Kubdel cree que él es el guardián del orden cósmico. Entra en la convicción de que, todo lo que piensa, siente y presiente es revelado por los dioses y debe ser seguido y obedecido sin ningún cuestionamiento. Akumatizado, el Señor Kubdel dice a las personas lo que deben hacer, las decisiones que deben tomar y, si alguno cuestiona sus palabras, estalla en ira contra él maldiciéndole y deseándolo toda clase de infortunios. El Señor Kubdel cuando pierde el control sobre sí mismo, algo que sucede cuando personas que no han estudiado, como lo ha hecho él, hacen comentarios ofensivos y sin argumentos sólidos. Para el Señor Kubdel, si alguien va a opinar sobre un tema, debe conocerlo suficientemente, de lo contrario, debe permanecer callado. El Señor Kubdel, guarda en su corazón un sentimiento profundo de inutilidad, razón por la cual se ha especializado en el conocimiento. Los ancestros del Señor Kubdel fueron personas iletradas que, debido a su ignorancia perdieron toda la riqueza que tenían. Para que no se vuelva a repetir la historia, por lo menos en la familia del Señor Kubdel, él se ha esforzado en ser un reconocido especialista en temas antiguos. Una vez que, el señor Kubdel se libera del Akuma se convierte en un ser humilde, que escucha a todos, que logra ver más allá de las cosas y, de manera especial, muestra una gran confianza en las fuerzas superiores que, él reconoce como las verdaderas guías del universo y del destino de las personas. Una vez que, termina el ciclo de la agresión, el señor Kubdel se muestra interesado en compartir más tiempo con la familia que con los libros. También se ejercita y hace otras actividades que liberan la tensión que guarda en su interior, en estas condiciones, el Señor Kubdel es sumamente amable y cercano a las demás personas. Una vez que, salimos de la constelación de nuestros ancestros, podemos ver nuestro destino con claridad. Señor, los caminos de la vida están llenos de sorpresas, y más si vamos por la periferia siguiendo tus huellas; pues aunque tratemos de ocultarlos, antes o después, se hacen presentes quienes están condenados, por nuestras leyes y costumbres, a ser invisibles. Danos tus ojos, tu corazón, tus entrañas, tu empatía y compasión más viva… Y líbranos de pedirles y exigirles lo que no les dignifica: que cumplan nuestras leyes estrictamente. Ayúdanos, Señor, a seguir tus pasos, a dejarnos sanar para sanar a los hermanos… Y si brota el agradecimiento, que sea desde lo más hondo: libre, sincero, espontáneo… como el del leproso samaritano (Florentino Ullibarri)Francisco Carmona
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