Iván es un joven estudiante del colegio Françoise Dupont. Sueña con ser padre y ocuparse de las tareas de la casa. Iván está enamorado de Milene. Nadie lo sabe porque él es bastante tímido. Kim, un compañero de clase, se burla cuando descubre que, cada vez que Milene pasa, Iván se sonroja y se pone nervioso. La reacción de Iván, su akumatización, consiste en convertirse en minotauro. Recordemos que, el minotauro representa la sombra; es decir, todo lo negativo que puede albergar el corazón humano, sus deseos irracionales, sus crímenes y sus peores vicios y defectos. El propósito de Iván es, vengarse de Kim por haberse burlado de sus sentimientos. En la Sagrada Escritura es muy conocida la invitación a transformar el corazón de piedra en un corazón de carne. La dureza del corazón es la manifestación del dolor que produce una humillación. Sentirse humillado y no saber qué hacer con ese sentimiento, es la fuente de la que se nutren actos profundamente irracionales que, pueden cobrar la vida de personas inocentes. Así, es como un hombre o una mujer pueden llegar a quitarle la vida a sus hijos o los hijos aislar a los padres del resto de sus hermanos. La dureza del corazón, el afán de hacer sentir a otros el peso de nuestra humillación, puede llevarnos a poner en juego la fidelidad a la vocación, destruir lo que tanto amamos o arrastrarnos hacia el suicidio.
Bastami era uno de los grandes sufíes de la India. Se proponía efectuar una larga peregrinación a La Meca, cuando se encontró con un instructor espiritual que le preguntó: ¿Por qué has de ir a La Meca? Para ver a Dios, repuso. El instructor le ordenó: Dame ahora mismo todo el dinero que llevas contigo para el viaje. Bastami le entregó el dinero, el instructor se lo guardó en el bolsillo, y dijo: Sé que habrías dado siete vueltas alrededor de la piedra sagrada. Pues bien, en lugar de eso, da ahora siete vueltas a mi alrededor. Bastami obedeció y dio siete vueltas alrededor del instructor, quien declaró a continuación: Ahora sí has conseguido lo que te proponías. Ya puedes regresar a tu casa con el ánimo sereno y satisfecho, si bien antes quiero decirte algo más. Desde que La Meca fue construida, ni un solo minuto Dios ha morado allí. Pero desde que el corazón del hombre fue creado, ni un solo instante Dios ha dejado de habitar en él. Ve a tu casa y medita. Viaja a tu corazón. Añadió el Maestro: busca refugio dentro de ti. ¿Qué otro refugio puede haber? El creador del personaje, Thomas Astruc, describe a Iván con las siguientes palabras: “Iván es un chico duro con un corazón dulce. A menudo aparece gruñón y terco, particularmente en situaciones que no le interesan, como cuando fue atrapado en la fiesta de Burbujeo. Pero también puede ser abiertamente entusiasmado y expresivo, como cuando anima a Alice a ganarle a Kim en la competencia “Quiebratiempo”. La única persona a la que le ha mostrado bastante amabilidad hasta ahora es Milene, pero está dispuesto a ayudar a otros en situaciones malas. Él se enoja cuando él o sus amigos son tratados injustamente o burlados, a veces enfrentando al culpable, incluso dispuesto a luchar físicamente, y otras veces está triste en silencio. Por otro lado, cuando la gente es amable y paciente con él, es capaz de ser abierto sobre sus sentimientos y escuchar consejos. Como Corazón de Piedra, es extremadamente agresivo y furioso. Sus sentimientos son fácilmente nublados por la ira. Cuando Hawk Moth aparece en la vida de Iván, lo hace prometiéndole que, mientras más duro y furioso sea su corazón más cerca tendrá a Milene. Hawk Moth también le promete a Iván que, la furia hará que Milene desee permanecer para siempre con Él. Cada vez que, Iván es abrazado, por sus padres o por Milene, vuelve a sentirse pequeño y su rabia va diluyéndose poco a poco hasta terminar llorando y manifestando el dolor y la añoranza del tiempo que vivió con sus padres antes de que éstos se separaran. La fuerza casi sobrenatural que Iván desarrolla cuando está convertido en corazón de piedra, se transforma en una enorme compasión hacia todo aquel que se siente solo, explotado, deprimido y, sin esperanzas de vivir. Cada vez que Iván abandona el corazón de piedra porque se abre al otro, a lo bueno que puede recibir de los demás, aparece la riqueza de su corazón de carne. Muchos prefieren alimentar el dolor antes que, atreverse a salir de el para abrirse al amor y conocer una vida diferente. Dice Rumí: “Te busqué en todas partes, en todas las religiones, y al fin te encontré…, dentro de mi corazón”. La vida no se transforma conservando, como si se tratara de un tesoro, el dolor y el recuerdo de las circunstancias que lo originaron. El dolor se cura cuando nos atrevemos a salir de nosotros mismos para entrar en contacto con Algo más grande en lo cual sentimos que podemos habitar y, que ese Algo más grande, también nos habita a nosotros. Cada vez que, nos conectamos con los impulsos más oscuros del corazón, en lugar de crecer y sanar, despertamos al ser inferior que nos habita y, sin darnos cuenta, con nuestros actos terminamos rindiéndole culto, convirtiéndolo en nuestro dios y señor. Recordemos que, el dolor, las experiencias que no hemos logrado integrar en nuestra vida, se van convirtiendo poco a poco en un velo que impide la visión de Dios y, en consecuencia la felicidad y el gozo de sentir que somos nosotros mismos los dueños de nuestra vida y los forjadores de nuestros sueños. Cada dolor que no se resuelve es un velo que no sólo cubre el alma sino que, al adherirse a ella, la lastima y la hiere aún más. Sanar el dolor es abrirle la puerta a Dios para que venga y se quede con nosotros para siempre. Es el amor, no la fuerza ni la violencia lo que nos unen verdaderamente a Dios. Dice Fray Marcos: “Dios creó el hombre a su imagen y semejanza”. Si realizáramos ese destino, nuestra vida estaría marcada por el amor y la reconciliación. A Diario, vemos al hombre creándose un Dios no solo a su imagen sino también a su medida. Andamos fabricándonos un Dios que, en lugar de sanarnos del dolor, justifique nuestros actos y nos de permiso para hacer daño a los demás. Es cierto que, nunca llegaremos a una imagen adecuada de Dios, siempre quedará faltando algo que integrar pero, también es cierto que, entregados al amor, a la reconciliación, a la curación de nuestras heridas, nos aproximamos, cada vez más, a la verdad sobre Dios. Ser uno mismo y estar en los otros. Vivir en una soledad poblada. Forjar vínculos indestructibles. Abrazar sin invadir. Amar sin anular. Comunicar sin agotar. Ser uno mismo. Ser nosotros. Crear mundos, inspirar sueños, restañar heridas. Desplegar la vida en el tiempo. Hablar en el trueno y el susurro, ser batalla sin muertos. Somos imagen del Dios de los encuentros (José María R. Olaizola, SJ)Francisco Carmona
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