Valle fulgurante es la representación de la niña que, ha sido educada por sus padres, para estar siempre disponible para servir a los demás. Valle fulgurante siempre antepone las necesidades de los otros a las suyas. Aprendió que, un buen ser humano es, aquel que siempre esta dispuesto a ayudar y, si es posible, las veinticuatro horas del día. Entre las cosas que llaman la atención de Valle Fulgurante es que, su actuar siempre es mecánico, su forma de vestir es siempre igual, sin llamar la atención y siempre está lista para informar y ayudar. Thomas Astruc, creador del personaje, nos ofrece la siguiente descripción: “Ella es alegre, curiosa y ansiosa por ayudar a los demás mostrándose como una persona informativa y servicial. A pesar de que su razonamiento se basa en estadísticas y probabilidades, se muestra optimista y siempre está dispuesta a dar consejos a las personas para animar. También comprende y perdona rápidamente a las personas, como lo hizo cuando gato negro usó accidentalmente su poder destrucción contra ella, casi desactivándola permanentemente. Parece tener una buena relación con su madre y sigue sus consejos siempre que los necesita. Aunque suele seguir las órdenes y se muestra dudosa por romperlas, también es capaz de rebelarse, si juzga que la situación lo requiere”.
Había un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos. Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste... El pobre tenía un problema: no sabía quién era. Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano: -Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosas manzanas. ¿Ves qué fácil es? -No lo escuches -exigía el rosal-, es más sencillo tener rosas y, ¿ves que bellas son? Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado. Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: -No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución: no dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas... Sé tú mismo, conócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior. Y dicho esto, el búho desapareció. -¿Mi voz interior... ? ¿Ser yo mismo... ? ¿Conocerme... ? -se preguntaba el árbol desesperado-. De pronto, comprendió... Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: -Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión. Cúmplela. Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado. Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Añadió el Maestro: En la vida todos tenemos un destino que cumplir y un espacio que le corresponde a cada uno llenar. Valle Fulgurante tiene una enorme capacidad para escuchar y analizar el comportamiento de los demás. De inmediato, reconoce sus debilidades y necesidades. Tiene una habilidad impresionante para conectar con los sentimientos más profundos de quienes la rodean. Una de las cosas que más llaman la atención de Valle Fulgurante es la capacidad de adaptarse a las situaciones e identificarse con lo que sucede y con los demás. Sabe copiar muy bien de otros las cosas que resultan agradables y facilitan la aceptación y aprobación social. Valle Fulgurante puede alterar su memoria y contar las cosas de tal forma que, todo aparece siempre a su favor. Cuando las cosas no marchan bien o no salen como Valle Fulgurante las había planeado, de inmediato, comienza a sufrir fuertes dolores de cabeza o de estómago. Se vuelve retraída y en sus pensamientos empieza a rondar la idea de insuficiencia, el temor a ser abandonada y rechazada por los demás. En estas condiciones, Hawk Moth tiene el terreno abonado para akumatizarla. Cuando es manipulada por Hawk Moth, Valle Fulgurante se vuelve un ser mezquino, se llena de reproches y reclamos a los demás. Para ella, nada es suficiente, descalifica a los otros y, sí se siente amenazada, empieza a agredir verbalmente a los demás diciéndoles que se marchen lejos. Además, tiene el enorme defecto de hacer públicos los secretos que le fueron confiados. Conectada con su oscuridad, el temor a no ser amada suficientemente, Valle Fulgurante se convierte en una mujer depresiva, encerrada en sí misma que, comienza a buscar consuelo en la seducción sexual a los demás y en la gratificación inmediata, como por ejemplo, en el comer compulsivo. Desconectada de sí misma es una mujer agresiva, temerosa, ambivalente en sus relaciones, aislada, se victimiza, habla mal de todos los que la rodean, se siente amenazada todo el tiempo y, cambia su forma de expresión por el de una niña pequeña. Cuando llega a un grupo se aparta, no para pasar desapercibida, sino para captar la atención de los demás. La tarea fundamental de Valle fulgurante consiste en recuperar la autonomía emocional desprendiéndose de la identificación con la madre, esa figura de autoridad que, desde el amor y, también desde su propio trauma, configuro la identidad de esta joven mecánica en su forma de vivir y, en su disposición compulsiva de atender a los demás ignorando sus propias necesidades. Una madre traumatizada, a través de la educación que da, de las palabras y actitudes termina transmitiendo a sus hijos el dolor que nunca resolvió. El mejor regalo que podemos hacer a nuestros hijos y a las generaciones futuras está relacionado con el trabajo interior que hacemos. Cuando pienso en Valle Fulgurante, también pienso en las palabras que Jesús dirige a sus discípulos: “Ustedes están destinados a dar frutos. Trabajen para que sus frutos permanezcan y sean abundantes”. Mirza Deras dice: “Hay etapas en nuestra vida en las que la rutina no nos permite mirar y saborear el fruto que ha dado o va dando nuestra vida: la red de cariños que nos sostiene, las personas que han sido tocadas para bien por algo que hicimos, las palabras que hemos dicho y que alguien guardó en su corazón”. A Valle Fulgurante, a quien le conviene dejar de identificarse con los mandatos de su madre, le vendría bien el consejo de Mirza Deras: “Date la oportunidad de respirar diciendo gracias. Mira tu propia historia como si miraras una viña cargada de uvas jugosas: personas, lugares, encuentros... Da gracias por lo que ha habido de fecundidad en tu vida. Da gracias por el fruto que todavía puedes dar”. ¡Oh, Dios! Envíanos locos, de los que se comprometen a fondo, de los que se olvidan de sí mismos, de los que aman con algo más que con palabras, de los que entregan su vida de verdad y hasta el fin. Danos locos, chiflados, apasionados, hombres capaces de dar el salto hacia la inseguridad, hacia la incertidumbre sorprendente de la pobreza; danos locos, que acepten diluirse en la masa sin pretensiones de erigirse un escabel, que no utilicen su superioridad en su provecho. Danos locos, locos del presente, enamorados de una forma de vida sencilla, liberadores eficientes del proletariado, amantes de la paz, puros de conciencia, resueltos a nunca traicionar, capaces de aceptar cualquier tarea, de acudir donde sea, libres y obedientes, espontáneos y tenaces, dulces y fuertes. Danos locos, Señor, danos locos (Louis Joseph Lebret)Francisco Carmona
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