El mundo interno del ser humano está organizado en imágenes. Estas imágenes contienen las partes exiliadas de nuestra psique, aquello que rechazamos ser. Así, cuando hacemos una visualización o ejercicio de conexión interior, podemos ver a un niño acurrucado, furioso, escondido. También podemos ver a un adolescente solitario, golpeado, luchando contra sus deseos de morir. Mientras más represión ejercemos sobre estas imágenes de nosotros mismos, más fuerza emocional o energética adquieren y más autónomas se vuelven con respecto al Yo y al Super Yo. Esas imágenes van a revelar lo inseguros, desprotegidos y amenazados que nos sentimos en un momento determinado. Cuando Franz Rupert hace la presentación de las constelaciones señala: “Las constelaciones, por su específica metodología fenomenológica de los representantes, nos permiten acceder a aspectos profundos que desde la propia voluntad no podemos llegar a conocer. Al configurar a los representantes se muestra tridimensionalmente la realidad y su complejidad. Esto nos permite obtener nuevas comprensiones que generan caminos más acertados hacia posibles soluciones. Las Constelaciones Familiares fundamentadas en Los órdenes del Amor y los principios fundamentales de la filosofía de Bert Hellinger, nos conectan con el fluir de la vida, y con su fuerza. Mostrándonos las circunstancias, las relaciones, lo obvio, lo pequeño, nos conducen a un nivel mayor de conciencia, donde está lo esencial, lo grande. Todo lo bueno que hay en uno mismo: la bondad, la generosidad, la autenticidad, sinceridad, la confianza... puede abrirse y expandirse o cerrarse y contraerse cuando estamos ante otra persona. Igualmente sentimos si la otra persona se abre o si se cierra hacia nosotros. Es un movimiento natural que en ocasiones está paralizado o limitado. Esta paralización la vivimos como separación, aislamiento o soledad. La causa del encogimiento y de la paralización de todas estas cualidades siempre es de naturaleza traumática, sea personal o sistémica”.
Cada taller de constelaciones deja ver las imágenes escondidas que llevamos en el alma, los esfuerzos que hacemos para protegerlas cuando las ocultamos, el miedo que experimentamos ante la necesidad de reconciliarnos con ellas y, en lugar de continuar exiliándolas, las abrazamos y sentimos que la fuerza que proviene de ellas la necesitamos para realizar nuestros proyectos. Bert Hellinger consideraba que, en las constelaciones las partes separadas de nuestra psique tenían la posibilidad de reencontrarse, de reconciliarse y formar un todo. Por eso, el mismo autor considera que a través de las constelaciones se realiza la cura del alma, no cómo la comprende la teología sino como la hacen posible la psicoterapia y la mística. Todo lo que somos es uno cuando es llevando ante Dios, como nos lo reveló Jesús; sobre todo, con su vida, muerte y resurrección. Había un pájaro que se refugiaba a diario en las ramas secas de un árbol que se alzaba en medio de una inmensa llanura desértica. Un día, una ráfaga de viento arrancó la raíz del árbol, obligando al pobre pájaro a volar cien millas en busca de un nuevo refugio… hasta que, llegó a un bosque lleno de árboles cargados de ricas frutas. Añadió el Maestro: las adversidades pueden abrirnos nuevos horizontes y ser causa de crecimiento. Si el árbol seco se hubiera mantenido en pie, nada hubiera inducido al pájaro a renunciar a su seguridad y echarse a volar. Las imágenes internas pueden transformarse e integrarse terapéuticamente con el objetivo de aumentar la seguridad y la comunicación. Todo aquello que en nosotros está separado puede volver a estar reunido bajo un nuevo orden psíquico que permita el alma entera abrirse a la vida, a la relaciones y a Dios de manera diferente, más libre y, por lo tanto más plena. En Jesús, la consciencia alcanza la madurez, esa madurez que desde hacía muchos años venía construyendo y en la cual estaban mezclados aún muchos elementos de otras culturas. Jesús lleva a la consciencia a la madurez y a una comprensión adulta de sí misma. Todo lo que podíamos conocer sobre Dios, como manifestación plena del Amor, se reveló en Jesús. Dios camina con su pueblo, lo libera de la esclavitud, sana su +corazón, derriba los muros que el odio construye y saca de su tumba a quienes no han logrado conectar plenamente con la vida. Suzette Bon escribe: “Aunque cada persona puede tener rasgos singulares de sus partes disociadas, existen algunas similitudes típicas que subyacen en las funciones básicas de las partes. Cuando alguien ha sido traumatizado, su personalidad se haya generalmente organizada en al menos dos partes especializadas en diferentes funciones. La primera se centra en afrontar la vida cotidiana y evitar recuerdos traumáticos, mientras que la segunda está enganchada a experiencias traumáticas del pasado y centrada en defenderse de cualquier tipo de amenazas”. Hace poco, en un taller de constelaciones, vino una mujer con un vértigo muy fuerte. A medida que se fue desarrollando el ejercicio, vino a la consciencia la imagen de una niña de cuatro años angustiada porque le iba tocar cuidar a sus dos hermanos menores si la mamá no aparecía. La mamá, encerrada en su propio trauma, es una mujer que no logra permanecer en la casa, siempre está afuera ocupada en mil asuntos. Esto hace que, muchas veces, cuando los hijos eran pequeños, se olvidará de recogerlos en el colegio al finalizar la jornada escolar. Esta niña recurre a la enfermedad para poder sentir que, alguien puede cuidar de ella, brindarle protección y hacerla sentir que, sus hermanos son responsabilidad de los padres y no de ella. ¿Cuántas veces, los padres habrán dicho a sus hijos: si le pasa algo a tu hermano es culpa tuya? En el diario acontecer, una de las partes de la psique invierte la energía psíquica en evitar situaciones dolorosas. Esta parte evitativa hace todo lo que está a su alcance para mantener a distancia cualquier situación que pueda resultar amenazante, confrontativa o que saque a flote la emoción contenida durante años. La otra parte, permanece estancada, aferrada a la experiencia traumática, al pasado y viviendo como si lo que un día pasó continuara pasando. Esta parte traumatizada se aferra a las sensaciones, a las emociones y a las creencias relacionadas con la experiencia traumática. Mientras no haya reconciliación entre las partes que habitan en nuestra psique, la vida plena será difícil de alcanzar. Al morir mi amigo algo de mí que ya era él se fue. Algo de mí resucitó en él. Algo de él que todavía es yo se quedó. Algo de él espera en mí resurrección. El tiempo al andar parece devorar todo el amor. Pero cuanto más aleja en el pasado mi recuerdo, más me acerca al encuentro sin distancia del futuro. Aunque en mí cada día tiene su poda, su espera y su cosecha, para él ya toda la historia se cumplió, yo llegué con él, y allí estoy. Gracias, Señor (Benjamín G. Buelta, sj) Francisco Javier Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Haz clic y visita nuestro canal de podcast, podrás escuchar todos los episodios completos.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|