En el evangelio encuentro una expresión: “¡Entreguen al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios!”. Esta respuesta es dada por Jesús a sus enemigos después de mirar la imagen y la inscripción que encontró en una moneda. Al respecto, escribe el Papa Francisco: “Jesús recuerda que, en todo lo que es valioso hay dos imágenes: una del cesar y, otra, de Dios”. Una imagen psíquica es la forma como esta organizada una experiencia. La fuerza de una imagen está determinada por aquello que está enfatizado como su centro o fuente de su originalidad. La imagen del Cesar corresponde al deseo que existe en cada ser humano de conquistar el mundo, al deseo de tener y asegurarse un lugar en la sociedad, en la familia y en las relaciones. Corresponde a nuestra personalidad externa. Algunos convierten la imagen del Cesar en su verdadera identidad, no saben vivir despojados del poder o del prestigio. Un tallista de madera llamado Ching acaba de terminar un yugo de campana, y todo el que lo veía se maravillaba porque parecía obra de espíritus. Cuando el Duque de Lu lo vio le preguntó: ¿Qué clase de genio es el tuyo que eres capaz de hacer algo así? Y el tallista respondió: Señor, no soy más que un simple trabajador. No soy ningún genio. Pero le diré una cosa: cuando voy a hacer un yugo de campana, paso antes tres días meditando para tranquilizar mi mente. Cuando he estado meditando durante tres días, ya no pienso en recompensas ni emolumentos. Cuando he meditado durante cinco días, ya no me preocupan los elogios ni las críticas, la destreza ni la torpeza. Cuando he meditado durante siete días, de pronto me olvido de mis miembros, de mi cuerpo y hasta de mi propio yo, y pierdo la conciencia de cuanto me rodea. Como resultado solo queda más que mi pericia. Entonces voy al bosque y examino cada árbol hasta que encuentro uno en el que veo en toda su perfección el yugo de campana. Luego, mis manos empiezan a trabajar. Como he dejado mi yo a un lado, la naturaleza se encuentra con la naturaleza en la obra que se realiza a través de mí. Esta es, indudablemente, la razón por la que todos dicen que el producto final es obra de espíritus. Añadió el Maestro: La perfección no es otra cosa que la consecuencia de la armonía con el Todo.
Todos también llevamos en el corazón y en el alma otra imagen, la de Dios. Dice el Papa Francisco: “por tanto es a Él, y solo a Él, a quien cada uno debe la propia existencia, la propia vida”. Aunque muchos creen que su vida depende del lugar que ocupan en la sociedad, de la aceptación o aprobación que alcancen que tengan de los demás. La vida verdadera o auténtica sólo se alcanza cuando entramos en contacto con la imagen de Dios; de ahí, de ningún otro lado, proviene la fuerza para tomar la vida como es y realizar generosamente el destino. Vivir centrados en el mundo termina convirtiéndose en un obstáculo para realizar la imagen de Dios en nosotros. En la medida que, cada uno se esfuerza con humildad por llevar a buen término la imagen de Dios que hay en él, es posible contribuir a la construcción de una sociedad justa y fraterna donde la reconciliación deja de ser una posibilidad para convertirse en el fundamento de la convivencia social. La imagen de Dios contiene la voluntad de Dios para cada uno de nosotros. Dice el apóstol san Pablo en la Carta a los Tesalonicenses: “La voluntad de Dios es la santificación de cada uno”. La palabra santificación en griego es Hagios y traduce: lo que es apartado del mundo, aquello sobre lo que el mundo no tiene ningún poder. El poder del mundo es el convencimiento de que sólo valemos en la medida que tengamos logros que exhibir y propiedades que mostrar. El mundo nos convence de que la verdadera felicidad está en disfrutar la vida sin importar cómo ni el precio que haya qué pagar. El mundo, nos arrastra hacia el consumo desmedido y al afán por el dinero. Sin dinero no podemos consumir y sin consumo, muchas personas, se sienten vacías, frustradas, sin sentido y propósito en la vida. Escribe Anselm Grun: “La voluntad de Dios es que encontremos nuestro propio ser, que no esté condicionado por el mundo y por sus normas, sino que proceda de Dios. Conocemos la voluntad de Dios cuando nos quedamos en completo silencio y entramos en contacto con el espacio interior del silencio en nuestro interior. Entonces encontramos en la voluntad de Dios una profunda paz interior. No es nadie extraño, que nos atemoriza, sino el consuelo de Dios, que encontramos en nuestro verdadero ser. Y cuando estamos en contacto con el verdadero ser, estamos en paz con nosotros mismos. Entonces estamos satisfechos. Lo externo ya no nos puede sacar de esta satisfacción”. Cuando conocemos a Dios también nos conocemos a nosotros mismos. También cuando nos alejamos de Dios, nos distanciamos de nosotros mismos. Tenemos que estar atentos a que la satisfacción no nos tiranice y nos convierta en sus esclavos, como está pasando hoy en día con la felicidad. La cultura actual convirtió hoy la felicidad en una tiranía hasta el punto que, quien no se siente feliz también se siente fracasado y, en algunos casos, sin sentido por la vida. La insatisfacción nos saca de las falsas imágenes que construimos sobre nosotros mismos. Cada vez que la insatisfacción toca las puertas del alma o del corazón estamos recibiendo una invitación para emprender, una vez más, el camino hacia el encuentro con la autenticidad. Vivimos en medio de la tensión que provoca la insatisfacción. Cuando aceptamos ese malestar o inquietud. Entonces podemos dirigirnos hacia la verdadera paz interior. Lo que nos sucede lo podemos vivir como un regalo o como una pesada carga. Podemos desenvolver lo que la vida pone en nuestras manos con el entusiasmo del niño o con la rigidez del empleado que siente que todo es una imposición y una carga. Según sea la mirada, la vida puede resultar un eclipse, un invierno aterrador, un verano sofocante o un maravilloso día de primavera. En la forma como nos paremos frente a la vida podemos encontrar satisfacción o insatisfacción, dicha o tristeza, trampa o libertad, distracción o sentido. Al final, será la imagen que cultivamos en el corazón: Cesar o Dios, la que tendrá la fuerza para marcarnos el camino. Depende de cada uno situarse ante la vida y definir si, queremos vivir expandiéndonos o contrayéndonos. De la decisión que tomemos, la vida puede ser gracia y bendición o una pesada carga. Parece que, muchos encuentran satisfacción en el mundo, siendo cesares. Cada día, se les ve a estas personas entregadas, con una fidelidad que sorprende, a la búsqueda del poder y del reconocimiento. También hay muchos, que prefieren buscar la satisfacción y la plenitud en otros espacios. Cada destino es diferente y, mientras sea vivido con honestidad, merece ser honrado. Aprendí que, nos hay destinos mejores ni peores, sólo destinos. Al respecto, comenta Álvaro Lobo: “¿No es curioso que en un mundo saturado de odios irracionales que amenazan a la civilización misma algunos hombres y mujeres –viejos y jóvenes– se alejen por completo o parcialmente de la tormentosa corriente de la vida cotidiana para entregarse al cultivo de la belleza, a la extensión del conocimiento, a la cura de las enfermedades, al alivio de los que sufren, como si los fanáticos no se dedicaran al mismo tiempo a difundir dolor, fealdad y sufrimiento? El mundo ha sido siempre un lugar triste y confuso; sin embargo, poetas, artistas y científicos han ignorado los factores que habrían supuesto su parálisis de haberlos tenido en cuenta. Desde un punto de vista práctico, la vida intelectual y espiritual es, en la superficie, una forma inútil de actividad que los hombres se permiten porque con ella obtienen mayor satisfacción de la que pueden conseguir de otro modo”. Cuando vengáis, no os olvidéis la vida, mantenida caliente entre los brazos. No seáis espectadores. A retazos no la desparraméis por la avenida. Traedla tal cual es, vida vivida: doblegada de viento y de zarpazos arañada; tiesa también con lazos de paz, de amor, de júbilo prendida. Venid sin maquillar. Portad la duda, el desencanto, el grito de protesta. Vestíos de todo aquello que hoy se lleva. Pero llegue vuestra alma bien desnuda, con hambre de banquete, con ansia de fiesta, de par en par abierta a vida nueva (Jorge Blajot)Francisco Carmona
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