Creo que, ninguna familia goza de inmunidad frente a la crisis y el conflicto. Bert Hellinger señala que, los hijos actúan, de manera inconsciente, los conflictos no resueltos de los padres y sus secretos. Todo lo que se ha construido, amenaza con venirse abajo, cuando aparece en la consciencia, la situación que actualiza los asuntos no resueltos y los secretos de los padres en su relación de pareja. +Ni siquiera la fe es capaz de contener el caudal, la fuerza y la rabia contenido que se libera, cuando surge el conflicto en la familia. Ni siquiera el grupo de amigos de Jesús escapo a una situación dolorosa. No podemos cerrar los ojos ante nuestra humanidad, cuando lo hacemos, abrimos la posibilidad para que el conflicto, cuando aparezca, sea mucho más doloroso. En medio de la noche, después de haber celebrado con una cena, la liberación de la esclavitud, uno del grupo, toma fuerza y traiciona a Jesús. Todos salen huyendo y se esconden en el huerto de los Olivos. Jesús ora al Padre, la inmensa mayoría de los miembros del grupo huyen y se dispersan. Solo queda Santiago, Pedro y Juan. Parece que permanecen los más fieles. El que ha hecho la promesa de mayor fidelidad, al igual que Judas, también traiciona a Jesús. Cuando la sombra decide aparecer, nada ni nadie escapa a su poder y al dolor que ella provoca. Jesús atraviesa esta crisis amando y perdonando. Al final, Juan es el único que termina acompañando a María y al resto de mujeres. Todos los demás, desaparecen.
Un día un hombre volvió a casa de improviso. No era habitual en él dejar su tienda tan temprano, pero tenía un presentimiento, y había decidido llegar por sorpresa a una hora inusual. Mas resultó que su esposa, que le era infiel, estaba con otro hombre. El marido al llegar tocó a la puerta llamando a su mujer. Naturalmente la esposa, convencida de que su cónyuge no aparecería a una hora semejante, en plena mitad de la jornada, fue tomada totalmente por sorpresa. No sabía qué hacer: no había en su minúscula casa otra salida que la puerta principal, ni lugar alguno para esconderse. No tenía manera de disimular la presencia de un hombre. En su desesperación, decidió disfrazarlo rápidamente de mujer, utilizando sus propias prendas y cubriendo su rostro con un velo; después abrió la puerta a su marido. Disfrazado de tal guisa, el hombre resultaba tan llamativo y grotesco como un camello en un ascensor, pero el marido se abstuvo de hacer ningún comentario. Preguntó sencillamente a su mujer: ¿Quién es esta persona con el rostro cubierto? Es una mujer conocida en el pueblo por su gran piedad y su riqueza, respondió ella. ¿Qué se le ofrece? ¿Viene a solicitar algún servicio? Lo que desea es unir nuestras familias. Ha oído hablar muy bien de nuestra hija y quiere que sea la esposa de su hijo. Es una mujer de corazón noble y puro: asegura que le es indiferente si nuestra hija es bella o no lo es, la quiere como nuera. Debes saber que su hijo no tiene comparación en personalidad, presencia e inteligencia. Nosotros somos gente pobre, y esta mujer es rica. Semejante matrimonio sería como una prenda tejida mitad en seda y mitad en paño, sería una vergüenza para quien la vistiera. Eso es exactamente lo que le acabo de explicar. Pero ella dice que no le importa: no está interesada ni por la riqueza ni por la nobleza de origen, y no le preocupa lo que pensarán los demás. Lo único que desea es unir lazos con gente honesta. El marido planteó aún varias objeciones más, pero a cada una su esposa afirmaba haberlo resuelto ya, pretendiendo que a la mujer no le preocupaban. Y así repetía regularmente: A ella no le preocupa la pobreza, lo que busca en nuestra casa es honestidad. ¡Esta mujer bien puede darse cuenta de que nuestra casa es tan modesta que no podría esconderse en ella ni una aguja! Puede deducir por lo tanto que nuestra hija no tiene dote. En cuanto a nuestra honestidad y a nuestra dignidad, sin duda son bien visibles. Pero en fin, que sea como tú quieras – dijo a su mujer antes de regresar a su tienda. Añadió el Maestro: detrás de un gran relato heroico que, dice engrandecer la familia, siempre hay gran un mentiroso Aunque la intensidad de la crisis, pueda llenarnos de desesperanza, tenemos que recordar que, ni el dolor ni la muerte tienen la última palabra en la vida. En todo, hay que amar y confiar, aun cuando todo parezca perdido. Al respecto, escribe Inés Ordoñez: “Porque el amor es más fuerte, porque la vida vence la muerte, porque a partir de la Resurrección de Cristo nada ni nadie nos puede separar del amor que Dios nos tiene, y del amor que somos capaces de darnos los unos a los otros, si permanecemos unidos a Dios”. Cuando las familias están más cercanas a la destrucción porque la división que se da entre sus miembros así lo vaticina, es cuando más cercanos estamos a la intervención amorosa de Dios que pone orden en todas las cosas y las llena de consuelo. Las crisis pueden poner en aprietos nuestra fe. Recordemos que, Jesús nos prometió estar siempre con nosotros, no para juzgar y condenar a los demás, sino para recordarnos que el amor conduce al perdón y el perdón a la verdad: somo hijos amados por Dios, muy a pesar de nuestra fragilidad. La cuestión fundamental para salir de una crisis está en resolver la pregunta: ¿dónde está puesta nuestra confianza? A veces, muchos ponen la confianza en los recursos económicos que tienen; otros, en el saber que poseen; algunos más, en la opinión de agentes externos. Están los que ponen su confianza en el Señor que nos recuerda, una y otra vez, si quieren dar fruto tienen que permanecer en mi amor, ese amor que se entrega hasta el final, sin poner condiciones. El señor es el único que puede sostener el corazón herido de la familia. El Dios que se hace presente en la familia, es aquel que, nos regala su amor incondicionalmente, el Dios que sana a quienes sufren, consuela a los tristes, anima a los desanimados, fortalece a los débiles, conforta a los que han perdido la esperanza y acoge con misericordia a los que han fracaso en su afán de conquistar la libertad con enojo, con soberbia o altivez. Si invocamos a Dios y, ninguno de estos rasgos está presente en nuestras relaciones, entonces la invocación ha sido en falso o llena de hipocresía. Dice Inés Ordoñez: “El deseo de amarnos y de superarnos contiene en sí una enorme fuerza, es la gracia de Dios que nos da todo lo que necesitamos para no fallar a la promesa de amor que nos dimos” La peor crisis que una familia puede soportar, curiosamente, no es la del desamor, sino la de la desesperanza. Donde falta la esperanza, las personas dejan de luchar, de insistir y, la fuerza destructiva del conflicto se hace más fuerte. En estas condiciones, podemos llegar al límite y atravesar el umbral del egoísmo y del rencor. Una vez que se traspasa ese umbral, corremos el peligro de emprender un camino en el que difícilmente encontramos la marcha hacia atrás. Dios siempre está dispuesto a acogernos, pero estamos nosotros dispuestos a regresar a los brazos de Dios para ser sanados y transformados por Él. Muchas veces, la gente prefiere aferrarse a la verdad que hay en su endurecido corazón que, reconocer que se equivocó e hizo mucho daño. Las crisis se convierten en un camino de Bienaventuranza cuando, a pesar de toda la oscuridad que nos haya acompañado, somos capaces de volver la mirada al corazón traspasado de Jesús y decir: ¡Ayuda, lo intentamos sin ti y fracasamos! Jesús toma de la mano a quien en la oscuridad y en medio de la tormenta se atreve a decir: ¡Señor, sálvanos que estamos a punto de perecer! Para hacer este pedido, es necesario darnos cuenta que, el amor es algo que siempre estará por encima de nosotros mismos porque nos abarca, nos cuida y nos guía hacia el verdadero destino: amar y actuar según el corazón de Dios que, es el único dispuesto a dar a vida por nosotros, sabiendo como somos realmente, cuando el corazón se endurece. Amar la gracia delicada del cisne azul y de la rosa rosa; amar la luz del alba y la de las estrellas que se abren y la de las sonrisas que se alargan.... Amar la plenitud del árbol, amar la música del agua, la dulzura de la fruta y la dulzura de las almas dulces..., amar lo amable, no es amor: amor es ponerse de almohada para el cansancio de cada día; es ponerse de sol vivo en el ansia de la semilla ciega que perdió el rumbo de la luz, aprisionada por su tierra, vencida por su misma tierra... Amor es desenredar marañas de caminos en la tiniebla: ¡Amor es ser camino y ser escala! Amor es este amar lo que nos duele, lo que nos sangra por dentro. Es entrarse en la entraña de la noche y adivinarle la estrella en germen... ¡La esperanza de la estrella!... Amor es amar desde la raíz negra. Amor es perdonar; y lo que es más que perdonar, es comprender...Amor es apretarse a la cruz, y clavarse a la cruz, morir y resucitar ¡Amor es resucitar! (Dulce María Loynaz) Francisco Carmona
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