Lucas describe a Marta como una mujer “atareada por sus muchos quehaceres”. Hacía muchas cosas al mismo tiempo. La cuestión de fondo es que, Marta vive preocupada, ansiosa y, sin paz interior. Para Jesús, el activismo de Marta es un obstáculo para que ella disfrute de su presencia, de su compañía, de su Palabra. El corazón ansioso perdió el norte, perdió de vista lo esencial y, se convirtió en esclavo de la vida productiva. Al desentendernos del alma, la vamos perdiendo. Lo curioso, es que el mundo actual ensalza a quien produce mucho, hace muchas cosas a la vez, aunque su alma, poco a poco, se vaya volviendo superficial y comience a agonizar. El desentendimiento del alma termina por perjudicar la vida, la vocación y la misión. La vida se pierde, sin que nos demos cuenta, en los afanes cotidianos que, el mundo impone.
En el libro del apocalipsis (2,2-5) encontramos el siguiente texto: "Conozco tus obras, tus dificultades y tu perseverancia. Sé que no puedes tolerar a los malos y que pusiste a prueba a los que se llaman a sí mismos apóstoles y los hallaste mentirosos. Tampoco te falta la constancia y has sufrido por mi nombre sin desanimarte, pero tengo algo en contra tuya, y es que has perdido tu amor del principio. Date cuenta, pues, de dónde has caído, recupérate y vuelve a lo que antes sabías hacer; de lo contrario iré donde ti y cambiaré tu candelero de su lugar”. Existe una expresión que dice: “Yo soy la luz del alma, la luz del alma Soy yo”. Pues bien, lo que hace que nuestra vida resplandezca como una luz que alumbra el sendero de los demás no son nuestras obras sino nuestro amor. El dicho dice: “Obras son amores” invita a perdernos en el quehacer. Lo que hacemos por los demás, si no está atravesado por el amor, se convierte en un modo de endeudar al otro y de exigirle incondicionalidad con nosotros. Este modo de actuar, es propio de quien ha perdido la conexión consigo mismo y, por la misma razón, con la fuente de la que brota el amor. Por eso, el texto advierte: “Sí, no cambias, pondré tu candelero en otro lugar”. Cuenta la tradición judía que un rabino sabio y buscador de Dios caminaba despacio en medio de la noche. Se encontró con un guardia que daba cortos paseos, adelante y atrás, ante el portón de una mansión señorial. ¿Para quién paseas tú? – le preguntó, curioso, el rabino. El guardia dijo el nombre de su amo. Luego le preguntó al rabino: Y tú, ¿para quién caminas? Esta pregunta se quedó grabada en el corazón del rabino. Y tú, ¿para quién caminas? ¿Para quién son tus pasos? ¿Para quién vives? Sólo puedes vivir para alguien. A cada paso que des hoy, repite su nombre. Al respecto, señala Byung: “la verdadera vida comienza en el momento en el que termina la preocupación por la supervivencia, la urgencia de la pura vida. El fin de todos los esfuerzos humanos es la inactividad”; es decir, la contemplación. El resplandor de la vida comienza cuando el ser humano detiene el frenesí de la actividad y dedica, como Dios lo hizo el Sabbath, a la contemplación. De nuevo, nos dice Byung: “Donde sólo reina el esquema de estímulo y reacción, necesidad y satisfacción, problema y solución, propósito y acción, la vida degenera en supervivencia animal”. El alma se ahoga en la inmediatez de la vida y en el ruido que generan las preocupaciones y determinadas relaciones. Allí donde no podemos ser, escucharnos, tampoco es un buen lugar para permanecer. El Dios de la Creación revela que, el fin de toda acción humana es la contemplación. De ahí, la existencia de un día de la semana dedicado al descanso, a la alegría, a la celebración sagrada. Jesús, sin demeritar la acción de Marta, nos señala que, el mejor modo de vida y de relación, es el de María. Ella se sienta a escuchar, a reflexionar, a nutrirse de cosas, que la agitación no ofrece. Max Scheler, en la elegía “las alas indecisas de la mariposa” nos permite ver que, la inseguridad, la indecisión, la vacilación son momentos en los que el alma busca frenar la actividad para darse un respiro, conectar y proseguir. Mientras más angustiados y desconectados de +nosotros mismos, más indecisos e inseguros nos comportamos. Muchos caen el afán de resolver la vida y, por esa razón, consumen medicamentos que les quiten la ansiedad, en lugar de irse, aunque sea para un breve espacio de +tiempo, a un lugar donde poderse sentar a escuchar el alma y el corazón. Así, como hizo María, cuando Jesús llegó a su casa. El P. Fidel Oñoro escribe: “La escucha contemplativa debe llevar al compromiso y la actividad debe partir de la escucha atenta del querer del Señor. Como dice el Cardenal Martini: “Para servir el Reino hay que servir primero al Rey”. Si no, seguramente haremos muchas cosas que consideramos “servicio” al Señor, ¿Pero era eso lo que él quería que hiciéramos? En fin, lo mejor y más completo es tener las manos de Marta, pero con el corazón de María. Hay que sacar tiempo –y tiempo de calidad- para la escucha del Maestro, para reencontrarnos con nuestro centro, para considerar los motivos de lo que hacemos, para estar en contacto nuestro ser profundo y con Dios que nos habita allí dentro. Las palabras del Maestro serán nuestra guía en el viaje interior. Si bien hay muchas cosas urgentes para hacer, esto es lo verdaderamente necesario. A diario, nosotros tenemos la oportunidad de elegir con quien queremos estar. Marta elige estar con sus preocupaciones, con sus múltiples tareas. Es posible que, de esta manera, Marta se sienta valiosa. No importa que tan agotados terminemos al final de la jornada. Lo importante, es poder contar el montón de cosas que pudimos hacer, aunque no hubiéramos disfrutado ninguna y todas ellas hubiesen implicado un montón de problemas y dificultades. Vivir atareados es una elección que, a corto plazo, revela que nuestro corazón está habitado por el miedo a ser traicionados, abandonados, juzgados. También puede mostrarnos que hay un dolor muy profundo que evitamos a toda costa. Para muchos, la vulnerabilidad es una gran amenaza. También podemos elegir estar con nosotros mismos y llenarnos del amor de Cristo. Está elección implica tener la disposición en el corazón para estar a solas con Aquel que nos habla al corazón y nos revela, de muchas maneras, cuanto nos ama. El que aprende a beber de su propio manantial también sabe que, hay motivaciones que, al entregarnos a su satisfacción, lo único que calman son las expectativas del Ego, pero, el corazón permanece en ascuas, sin saber qué hacer y qué camino tomar. En la contemplación aprendemos a renunciar a las ensoñaciones, como dice Byung, “al uso primario del fuego”, encender todo lo que está nuestro alrededor, porque estamos furiosos y vacíos de amor. LA contemplación nos lleva al descubrimiento de la verdadera y auténtica belleza, esa que, según Dostoievski, “salvará el mundo”. Si te has parado a contemplar el cielo, un bosque, un arroyo, que te han impresionado por algo que has llamado belleza, si has sentido de pronto ganas de cantar, o de correr un buen trecho, por algo que has llamado alegría, si te has preguntado asombrado cómo alguien cercano a ti te puede querer precisamente a ti...¡puedes entender lo que significa alabar! (Carlo María Martini) Francisco Javier Carmona
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