El evangelio de Lucas, en el capitulo 2, dice: “Por aquellos días, salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio…Todos empezaron a moverse para ser registrado cada uno en su ciudad. José, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazareth, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada”. Nadie puede conocerse a sí mismo sin conocer su sistema familiar de origen y todo lo que acompaña a ese sistema. Jesús es miembro de una familia que, tiene su propia historia, su dinámica particular, sus crisis y, también, su propia travesía. La encarnación de Dios ocurre no solo en el seno de una familia, sino también en la historia de un pueblo.
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Quien se conoce a sí mismo, también termina conociendo a su Dios. En la medida que, nos vamos conociendo, también vamos conociendo aquello que sustenta, dirige y da sentido a nuestra vida. El proceso de conocimiento implica tres cosas: la primera, una ascesis, sin renuncia al Ego, es difícil progresar. La segunda, es necesario renunciar al afán de ser alguien y dejar de empeñar el alma en ese propósito, la tercera, es importante abandonarnos. Sin confianza en Algo más grande que nosotros mismos, en Dios, la tarea de saber quiénes somos y que nos habita, se complica. Dios es aquello que le da sentido a nuestra vida. Teológicamente, somos monoteístas; psicológicamente somos politeístas, por un lado, decimos creer en Dios y seguir su precepto de amor y, por otro lado, vivimos según el orgullo, la vanidad, el deseo de consumir y aparentar, albergamos y alimentamos la venganza, el rencor y la mentira. Este politeísmo interior es el que tenemos que enfrentar, si queremos avanzar espiritualmente. Para la psicología profunda, el alma encuentra el camino hacia Dios cuando supera la escisión psíquica en la que está sumergida a causa del pecado.
Hace algunos días publicaron un libro titulado “¿Un futuro sin Cristo?” En 1970, Carl Gustav Jung, hablando sobre los problemas espirituales del mundo moderno, escribe: “Nuestra era quiere experimentar la psique por sí misma... anhela conocimiento, en lugar de fe”. En el mismo discurso advierte: “Las palabras sobre la psique son también palabras sobre Dios, debido a la correspondencia entre subjetividad y objetividad”. En otro espacio, de nuevo Jung, afirma: “La espiritualidad es una exigencia arquetipal de la psique en su proceso de individuación”. Sin espiritualidad es difícil vivir el proceso de individuación; es decir, alcanzar nuestro destino, ser nosotros mismos, cumpliendo el mandato de Dios: “Dejar al padre y a la madre para seguirlo a Él”
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Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
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