La vida contemplativa, señala Thomas Merton, tiene su origen en la resurrección de Cristo. El contemplativo guarda en su corazón el deseo de compartir con otros el Espíritu del Resucitado. Escribe Merton: “La vida contemplativa es una vida centrada en la resurrección. La vida contemplativa, como la de cualquier cristiano, es Cristo resucitado y vivo en nosotros”. Lo que acontece en la Resurrección de Cristo transforma la psique de quien se adentra en la contemplación de dicho misterio. El significado profundo de la resurrección de Cristo consiste en saber que, pese al pecado del mundo, Dios permanece fiel, no nos abandona y, busca que vivamos reconciliados. Adentrarnos en el misterio de la Resurrección es, permitirnos descubrir que, la reconciliación es el destino final de la humanidad. En Dios todo se hace UNO.
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Nada de lo que vivimos sucede por azar o, como dicen algunos, por Karma. La vida no es una realidad virtual. Tampoco, dice Thomas Merton, es algo que nos encontramos así de repente, de la nada. La vida es, ante todo un misterio. Hay cosas que logramos comprender y, otras que, permanecen en ese campo donde como dice la Biblia: sólo queda poner el rostro en tierra; es decir, asumir una actitud de completa adoración, reverencia y escucha. Los textos del Génesis, por ejemplo, donde se habla del origen de todas las cosas, incluida la relación del ser humano con Dios, son cruciales para comprender, desde la contemplación, el misterio que la vida esconde y, que se revea cuando el ser humano se sienta y levanta la vista para mirar y considerar que, todo lo creado está impregnado del amor de su Creador.
Cuando Carl Gustav Jung habla de la espiritualidad señala que, a través de ella, podemos integrar las partes disociadas, débiles y fragmentadas de nuestra psique. El objetivo del proceso terapéutico es, según Jung, la individuación, que se logra a través de la integración de los opuestos, entre los cuales se mueve la psique. También Jung señala que, las personas psicóticas y esquizofrénicas que encontró en el hospital de Burgholzl, antes de enfermar, habían sido personas que tenían fe, al abandonarla, habían caído en la oscuridad del alma. Sólo cuando habían recuperado la fe, de una manera distinta a la que tenían antes de enfermar, habían sanado. El componente esencial, de esta nueva relación con Dios, daba espacio a la meditación, a la contemplación, a la oración del corazón, entre otras, prácticas que han estado presentes desde el origen de la tradición espiritual; sobre todo, cristiana y, que fueron abandonadas por abrazar una fe sustentada en lo estrictamente racional.
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