En la psicología arquetipal, cuyo principal representante es James Hillman, se afirma: “En el interior de cada ser humano existe una voz interior que nos conduce a la realización del destino”. Después del salir del río Jordán, donde había sido bautizado, Jesús escuchó una voz en su interior que le decía: ¡Tú, eres mi hijo amado! El destino se realiza cuando obedientes a la voz interior, asentimos y dedicamos nuestros esfuerzos a su realización. Lo anterior equivaldría al momento en el que, la semilla se abre y deja salir de su interior, el árbol que contenía. El sufrimiento y sus diversas manifestaciones expresan nuestra resistencia a obedecer al destino. Recordemos, una fuerza que nos acompaña desde el día de nuestro nacimiento, nos indica que cumplamos el destino. Aquello que determina el curso de nuestra vida, la voz que siempre nos recuerda que volvamos al camino, lo que hace que nos paralicemos y dejemos de fluir, es el acompañante del alma que, nos guía por este mundo y nos recuerda cuál es la imagen real, nuestra identidad profunda, nuestra vocación. Ese guía es el que nos da fuerza para salir adelante cuando se trata de ser fieles a la vocación, a la misión que nos fue dada por Dios y por la vida cuando permitieron nuestro engendramiento y posterior nacimiento. El corazón sabe cuál es nuestra vocación; de ahí, la necesidad de sanarlo, purificarlo, escucharlo y obedecerlo. Con la fuerza de nuestro guía interior, nuestro ángel de la guarda, podemos superar los complejos familiares, los patrones destructivos de conducta y todo lo que está en disonancia con lo que estamos llamados a vivir.
Había una vez un hermoso jardín, en algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en algún tiempo que podría ser cualquier tiempo, en el que se cultivaban manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos satisfechos y felices. Todo era alegría en el jardín excepto por un solo árbol, profundamente triste. El pobre tenía un problema: no sabía quién era. No sé quién soy, se lamentaba. Lo que te falta es concentración,- le decía el manzano,- Si realmente lo intentas, podrás tener deliciosas manzanas. ¿Ves que fácil es? – Mírame a mí como las produzco. No lo escuches,- exigía el rosal.- Es más sencillo tener rosas y ¿Ves que bellas son? Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado. Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: ¡No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra ! Es tu enfoque lo que te hace sufrir. “No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. Sé tú mismo. Conócete a ti mismo y para lograrlo, escucha tu voz interior. Dicho esto, el búho desapareció ¿Mi voz interior…? ¿Ser yo mismo…? ¿Conocerme…? ¡ Si yo supiera quién soy …! – Se preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto comprendió… Cerró los ojos y dejó de oír los sonidos de alrededor y sus propios pensamientos y, por fin, pudo escuchar: Tú nunca en la vida darás manzanas porque no eres un manzano. Tampoco florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Tú eres un roble. Dios te construyó para que crezcas grande y majestuoso. Tu destino es crecer grande y majestuoso, dar nido a las aves, sombra a los viajeros, y belleza al paisaje. Esta es la misión que Él te dio. Para eso estás en este mundo. Cúmplelo…Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo se dispuso a ser todo aquello para lo que había sido creado. Así, comenzó a reconocer quién estaba siendo en este mundo: una oferta valiosa. Siendo quien era lo admiraron y respetaron todos. Y sólo entonces el roble comenzó a conocer la posibilidad de convivir en bienestar. El jardín fue completamente feliz. Cada cual celebrándose a sí mismo, cada quien viviendo su propio destino. Ananke es la voluntad divina que nos regala la vocación y la fuerza para vivir según la propia vocación, conforme al destino. Ananke también es la fuerza que nos ayuda a consolidar la vida según la vocación. Las hijas de Ananke, las Moiras, son las responsables de diseñar la figura que tendrá la vocación, las experiencias que vamos a vivir en orden a ser congruentes con la vocación y el tiempo que durará cada experiencia y, también nuestra vida. Las tres Moiras son tejedoras. Cuando la Moiras encuentran una persona que se resiste a su vocación, a su destino, intentan, una y otra vez, moldear la vida de esa persona con el fin de lograr su docilidad, su rendición. Cuando la persona persiste, sucede como con las modistas que, cansadas de intentar hacer algo valioso, desechan la tela y le dan otra función. Pues bien, cuando nos resistimos con fuerza a la aceptación de nuestra vocación, según la mitología, los dioses deciden echar a perder esa vida y, ahí, es cuando aparece la fatalidad en nuestra existencia. Las personas que están echando a perder su vida, se caracterizan por su soberbia, por la ceguera con la que actúan y con el odio que sienten hacia la vida, hacia los demás y hacia Dios. La imagen del infierno no es otra que una vida infeliz, desdichada y, en algunos casos, enloquecida. El destino es nuestra vocación y la fidelidad a ésta revela la autenticidad de nuestra vida. Pierde la vida quien se empeña en resistirse al Destino y la gana quien, como María, dice “¡Hágase en mí, tu santa voluntad!” En el asentimiento a la vocación, hay que tener presente que, nadie puede escapar a las experiencias y al tiempo que éstas van a durar. Las Moiras para darle forma a nuestra vocación diseñan los caminos y el tiempo de tránsito que nos van a llevar ser conscientes de la vocación a la que fuimos llamados. Cada uno está invitado a trabajar en aquello que representa un obstáculo para vivir la vocación; además, a cada uno corresponde poner el máximo empeño para realizar la vocación de la mejor manera posible; es decir, cada uno con su vocación agrada y rinde culto a Dios. De cara a la realización del destino tenemos que tener presente cuatro cosas: la primera, la vocación es un don de Dios para que busquemos su gloria, no la nuestra. La verdadera vocación o identidad profunda se descubre en la mitad de la vida y, después de ser conscientes y salir de nuestra constelación familiar. Supongamos que, la constelación de una persona está relacionada con su miedo al fracaso, a ser inútil, a llevar una existencia sin-sentido. Está persona puede desarrollar una fuerte necesidad de ser valorado. Según los Ejercicios Ignacianos, el desorden afectivo de esta persona tendrá su fuente en la búsqueda de valoración y cuando emprenda algo buscará ser el número uno. A la hora de responder a Dios, esta persona, si ha salido de su constelación, vivirá la vocación buscando la gloria de Dios y, sin preocuparse por el afán de evitar sentirse fracasado. Sólo así, lo que vive es para mayor gloria de Dios. La segunda, Ulises va en contra de su voluntad a pelear la guerra contra los troyanos; al obrar de este modo, esconde sus talentos. La necesidad y el deseo de regresar a casa, hace que inventé el caballo de troya y regrese a recuperar a su esposa, a su hijo, a su reino. La vocación exige la entrega generosa de nuestros talentos. La generosidad hace que nos convirtamos en ese tipo de gente que, cuando la encontramos en el camino inspira nuestra vida y enciende en el alma el deseo de vivir cada día mejor. La reserva de nuestros dones y talentos hace que, todo se vuelva agobiante. La tercera, está relacionada con la humildad. El tesoro que Dios y la vida nos confiaron son para el servicio, nunca para humillar y pisotear a otros. Los dioses rechazaron la actitud de Aquiles que, para demostrar que era el mejor guerrero deshonro la muerte y el cadáver de Héctor. Por último, el afán de alcanzar la perfección, de ser santos puede distraernos de la vida y, en lugar de acercarnos a la vocación, nos aleja de ella. Heracles fue castigado porque en su afán de ser divinizado sacrifico a la familia para agradar a Hera. Para obtener la redención, Heracles fue sometido a doce difíciles pruebas. Heracles era un hombre de valores excepcionales, según la mitología. Heracles muere calcinado por una túnica que le regala la esposa, en un momento donde lo siente distante de la relación y lo hace con el deseo de recuperarlo. Su desorden afectivo atrajo la muerte. Sin vigilar el corazón, podemos llegar a servir a intereses ajenos a la vocación. Hay gente que con solo decir una palabra enciende la ilusión y los rosales, que con sólo sonreír entre los ojos nos invita a viajar por otras zonas, nos hace recorrer toda la magia. Hay gente, que con solo dar la mano rompe la soledad, pone la mesa, sirve el puchero, coloca las guirnaldas. Que con solo empuñar una guitarra hace una sinfonía de entrecasa. Hay gente que con solo abrir la boca llega hasta todos los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, hace cantar el vino en las tinajas y se queda después, como si nada. Y uno se va de novio con la vida desterrando una muerte solitaria, pues sabe, que a la vuelta de la esquina, hay gente que es así, tan necesaria (Hamlet Lima Quintana) Francisco Carmona
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Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
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