La única forma de vivir sintiéndonos satisfechos, desde la espiritualidad, es dejando nuestra vida en las manos de Dios. Recordemos que, Dios es el misterio absoluto que abarca lo inabarcable y da sentido a todo lo que carece de el. Cuando confiamos la vida a Dios, todo lo que parece sin sentido recobra vitalidad y, comienza a dar fruto abundante. Jesús es la imagen del ser humano que vivió satisfecho, porque confiaba siempre en Dios, incluso en los momentos más difíciles, como la experiencia de abandono en la cruz. En contacto con Jesús, aprendemos que el amor de Dios es el mayor don que la humanidad puede recibir porque, en ese amor, el ser humano puede calmar la sed que suscita el anhelo del alma de ser reconocida, valorada y acogida por lo que es, antes que por aquello que se pueda conquistar o poseer. Yu-Kenj fue a visitar a su maestro zen, Yato Umn. El maestro lo invitó a pasar y le ofreció un cuenco con arroz. Yu-Kenj aprovechando la ocasión preguntó con tono solemne: Sensei, ¿cuál es el mejor método para alcanzar el nirvana? El maestro disfrutando de su cuenco de arroz contestó sin turbarse: No dejes que tu arroz se enfríe.
Escribe Anselm Grun: “Cada vez, que inicio una conferencia, repito en mi interior las palabras:¡hágase tú voluntad! Con estas palabras, estoy diciéndole a Dios que estoy en sintonía con El, con la vida, con todo lo que tiene dispuesto para mi crecimiento, para la transformación de todo lo que está herido en mí y en la humanidad a la que dirijo mis palabras. Cuando rezo a Dios: ¡Hágase tu voluntad! También le estoy diciendo, que estoy de acuerdo que confronte mi vida, que me pida realizar algunos cambios y, sobretodo, que actúe con un corazón limpio e indiviso. No me interesa que los demás me vean exitoso, brillante o sabio. Lo único que deseo es que, a través de mis palabras, Dios entre en la vida de mis oyentes y los transforme” Almudena Colorado comparte su experiencia de Dios con las siguientes palabras: “Estoy firmemente convencida de que la oración es el espacio perfecto donde Dios no solo nos escucha sino que también nos sana y calma nuestra sed de amor. Quien ahí te acoge no es alguien que busca un interés, ni que responde a un deber determinado ni que quiere tu complacencia o la suya. Hay un Padre amoroso que te abraza; hay un Hijo que entiende tu humanidad; hay un Espíritu que ilumina. En definitiva, está Dios. En esos preciosos momentos, cuando le expongo mis dudas de manera muy repetida (pobre, en su infinito amor debo parecerle algo cansona), siento muy fuertemente su plan para mí. Lo entiendo y lo veo claro. En mi mente científica pienso que encaja perfectamente en la ecuación. Sin embargo, no puedo evitar que me salga decir ¿qué pasa con la otra opción que me apetece más y creo que me haría feliz? Y termino por preguntarle si me recompensará por no escogerla, y si esa recompensa estará a la altura de mi renuncia. He pensado mucho en las personas muy creyentes que han tomado una decisión en su vida que yo (y otras personas), clara y objetivamente, vemos que no les hace feliz. Y me he preguntado qué sentido tiene que Dios pueda querer eso para esa persona, o qué hace Dios si esa persona no escogió el plan que Él deseaba para ella. Al final, una respuesta me da paz: que Él acompaña. Además de Padre, Hijo y Espíritu Santo, es compañero de camino. Tiene un plan para nosotros, pero no lo impondrá. En su deseo de vernos felices, respeta profundamente nuestra libertad. Y en esa libertad de la que gozamos, sea lo que sea lo que elijamos, nos acompañará, nos sostendrá, nos seguirá hablando y seduciendo, nos llevará hasta Él” Varios autores espirituales coinciden en señalar que, “el conocimiento del amor y voluntad de Dios, libera al corazón del afán de obtener resultados y vivir en función del éxito representado en la buena imagen”. La satisfacción, sin lugar a dudas, proviene de un corazón que acepta las cosas como son y, renuncia a la ilusión del Ego que cree que puede cambiar las cosas que ya sucedieron. Algunas enfermedades tienen su origen en la insatisfacción con la que llevamos adelante la existencia. Hay personas que, cuando se les propone entrar en una relación con Dios, para que tengan en Él, la posibilidad de experimentar, por lo menos una vez en su vida, el gozo de poder confiar en alguien más grande que el propio Ego, prefieren conservar el dolor, la soledad o la enfermedad y seguir alimentándose con sus prejuicios y creencias irracionales. Les cuesta entender que, la vida no depende sólo de nosotros y de nuestros esfuerzos. La experiencia de una profunda confianza en Dios permite que el corazón pueda liberarse de aquello en lo que ha puesto el fundamento de la existencia y no ha traído más que dolor, ansiedad, dasasosiego e insatisfacción. La experiencia de Dios permite que retiremos nuestras proyecciones sobre los demás. La satisfacción inmediata desaparece rapidamente y deja un profundo vacío y, a veces, un dolor grande en el alma. Las personas que se acostumbran a la satisfacción inmediata de sus necesidades o deseos también tienen la costumbre de culpar a los demás de su infelicidad y amargura. Cuando las cosas andan mal en la vida, es tiempo de ir al corazón y mirar con honestidad donde está nuestro corazón buscando refugio y satisfacción. Convertir a los demás en chivos expiatorios de la insatisfacción, que arrastra al alma hacia el abismo, puede darnos un poco de alivio, pero nunca la reconciliación auténtica con la vida y con nosotros mismos. Un autor espiritual anónimo escribe: “Para dar paso a la satisfacción verdadera tenemos que dejarlo todo; especialmente, aquello que nos llena de vanagloria. Soltando las sensaciones agradables y desagradables, las emociones positivas y negativas y toda clase de ideas o juicios, podemos abrirnos a lo desconocido, a lo que llena el alma y le permite descansar de su angustia y liberarse del miedo y la ansiedad”. Continúa diciendo el autor: “No buscaré nada, porque todo lo que busque lo buscaré a través de ideas. No me esforzaré en nada, porque todo esfuerzo supone la idea de un yo que quiere afirmarse. Dejaré que las cosas sean lo que son, que las sensaciones aparezcan y desaparezcan en la superficie de mi conciencia, que los pensamientos atraviesen mi mente pensante. Y me mantendré sin nada, a la expectativa de lo real desconocido, despierto, alerta a este instante de consciencia lúcida. La plenitud está en lo real, y lo real sólo aparece en este instante presente. Escuchando el corazón se borran los pensamientos, los recuerdos, las experiencias pasadas, y las deseadas para el futuro que sólo contribuyen a esclavizar el corazón a la imagen de un bienestar que, por mas que se persigue no llega. Cuando ya no buscamos ninguna alegría en particular, encontramos la alegría total, cuando ya no buscamos ninguna satisfacción, descubrimos la felicidad plena. Descubrimos la plenitud desconocida en la confianza que depositamos en Aquel que, siempre nos ama y se entrega por nosotros” La insatisfaccion es un asunto del Ego. Ante la insatisfacción; es decir, ante el Ego que nos hace sentir insuficientes, mediocres, incapaces, sin ningún valor, el Evangelio nos dice: “Olvídate de ti mismo, entregate a la vocación a la fuiste llamado, asume la dificultad y no te rindas porque, el que ama persevera hasta el final”. El Evangelio invita a poner en el centro de nuestra vida el amor, no al Ego. Ante las exigencias del entorno, el evangelio nos invita a poner distancia y a reafirmar con voluntad nuestro deseo de permanecer siendo fieles a la verdad que, sobre nosotros mismos, habita en el corazón. Podemos oponernos a las demandas del Ego, nunca a las del corazón reconciliado que desea vivir y permanecer en el Amor que, también es la imagen viva de la Presencia de Dios. Cuando huyas de la cruz, recuerda que la entrega, llevó a la cruz, que el amor, se expresó en la cruz, que la fidelidad, se demostró en la cruz, que la amistad, se probó en la cruz, que la verdad, se reveló en la cruz, que la incredulidad, cayó ante la cruz, que la fe, se fortaleció en la cruz, que las heridas, las abrazó la cruz, y que el pecado, se redimió en la cruz. Por eso la vida, mi vida, tu vida, que entiende de entrega y de amor, que se apoya en amigos fieles, que aspira a la verdad, la confianza y la fe, que sufre por las heridas y llora el pecado. No puede huir de la cruz, sino al contrario: mirarla y amarla, porque en ella la Vida, mira, ama y sana. La vida. Mi vida y tu vida (Óscar Cala sj)Francisco Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Haz clic y visita nuestro canal de podcast, podrás escuchar todos los episodios completos.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|