Escribe Willigis Jäger: “Somos vida divina que experimenta lo humano. Somos vida encarnada, que se ha hecho persona”. Para tomar consciencia de la condición divina de nuestro ser, es necesario que aprendamos a sumergirnos en las corrientes de la vida, esas que nos hacen mejores seres humanos y, que día a día, nos permiten sentir que la Fe es nuestra identidad, el amor y la verdad son el camino que estamos invitados a recorrer en conexión con nosotros mismos y +con Dios. A través nuestro ser en el mundo, Dios se está manifestando como Él mismo Es en la Creación. Dios está en mí y Yo estoy en Él, ambos estamos en el todo. Escribe el Maestro Eckhart: “El Padre engendra a su Hijo dentro del alma de la misma manera que lo engendra en la Eternidad. De la misma manera, el Padre a cada uno de nosotros nos crea, con el mismo amor, con el que engendra a su Hijo. Así, yo soy creado como si Dios se estuviera creando por primera vez porque Dios pone en Mí, todo el amor que hay en Él. Así, yo estoy en el mundo como si fuera Él, Mientras más Soy Yo, más es Dios en Mí. El Padre Celestial es mi verdadero Padre porque me ama como a su propia naturaleza, como si fuera su Hijo único. En mí alma, poseo todo lo que es de Dios, porque al crearme, Él dispuso que así fuera. Soy hijo a semejanza del Hijo y, como el Hijo se sumergió en las aguas del Jordán para validar su condición divina, también sucede lo mismo conmigo, cuando me sumerjo en las aguas del Bautismo que me conducen a la Fe”. Conocemos nuestra verdadera identidad, somos conscientes de ella, cuando tenemos Fe.
Cierto día, iba paseando por una calle cuando de repente vi a una niña hambrienta, sucia y tiritando de frío dentro de sus harapos. Me encolericé y le dije a Dios: ¿Por qué permites estas cosas?¿Por qué no haces nada para ayudar a esta pobre niña? Esperé la respuesta, pero fue en vano. Sin embargo, aquella noche, cuando menos lo esperaba, Dios respondió a mis preguntas airadas. Ciertamente he hecho algo. Te he hecho a ti (Anthony de Mello). En un taller de constelaciones Familiares, un hombre asiste porque ve que, continuamente, sus proyectos se quedan a mitad de camino. En la configuración de la Constelación, los proyectos le daban la espalda. El representante del obstáculo dice: “me culpa a mí de todo lo que le pasa a Él, cuando es su desconexión la que provoca el fracaso”. Le preguntó: ¿conoces a ese representante? Su respuesta es: sí, es Dios. En ese momento, el obstáculo dice: “Si pusiera su confianza en mí, antes que, en el afán de quedar bien y ganar mucho dinero, podría concentrarse en lo que desea”. Le pregunto al consultante: ¿Qué piensas? Dice: así es. En mis momentos de silencio, escucho esas palabras con frecuencia. Le invito a que repita las palabras de Jesús: “El Padre y Yo somos Uno”. Los tres representantes se abrazan amorosamente. Cada uno de nosotros tiene en su alma un espacio donde habita la parte más sana de nuestro ser. La culpa, el dolor de nuestros fracasos y heridas emocionales no alcanzan a llegar hasta ese lugar. Ese es el lugar del Espíritu, la morada de la Divinidad, la cámara nupcial donde se encuentra el Amado. Jung, Maslow, Frankl, entre otros., consideran que, la espiritualidad es la parte más sana de nuestro ser. Para los místicos, especialmente, ese espacio es el núcleo de nuestro ser de donde tomamos la forma de la vida que llevamos o intentamos alcanzar como Destino. En la medida que, tenemos una conexión honesta con la vida que hay en nuestro interior, la vida se forma, se transforma y se realiza. Cuando nos distanciamos de nuestra parte sana, del núcleo que define nuestra identidad, enfermamos psicológica y espiritualmente. Si bien, la espiritualidad nos da el sentido de la vida, la Fe nos enseña cómo es estar y vivir en la Presencia de Dios. La depresión, la ansiedad, la angustia y la ideación suicida son signos del estado de ausencia ante Dios. Esa es la razón, por la que Carl Gustav Jung y otros autores señalan que, el camino de la cura para los problemas psicológicos, en determinado momento de la vida, se resuelven con una experiencia sólida y fuerte de Fe. Recordemos que la Fe es el fruto del encuentro entre Dios y, lo que somos realmente. En el Budismo y en el cristianismo se celebra la fiesta de la iluminación interior del ser humano. Para los budistas el 8 de diciembre es la fiesta de la iluminación de Shakyamuni, Buda, y para los cristianos es la proclamación de la concepción inmaculada de María. Dice Willigis Jäger: “Todos los seres humanos son iluminados desde el principio. Todos los seres humanos son manifestación de la Realidad Originaria, de Dios. A través de la iluminación de Buda y de la concepción inmaculada de María contemplamos como Dios se manifiesta cada día y cómo esta Revelación va transformando la Creación entera conduciéndola de la oscuridad hacia la Luz. Todo está destinado a ser iluminado por el Amor. La religión es necesaria para celebrar esta manifestación. Recordemos: lo que no se celebra no se agradece y, tampoco se vive. La psicología profunda nos revela que, cada uno de nosotros intenta alcanzar su destino creando y viviendo un mito personal. A través del mito personal podemos comprender las luchas y sufrimientos propios y de quienes nos rodean. Por ejemplo, dos hermanos, manipulados por la competencia entre sus padres, pueden empezar a competir, entre ellos, por demostrar cuál de los dos merece el amor de la madre. Ambos estudian la misma profesión, realizan el mismo tipo de trabajo y se relacionan de la misma forma con la gente. Entre ellos, cada vez que se puede, hay descalificación y desvalorización. Apartarnos del mito, supone abandonar el destino y, en consecuencia, desobedecer la voluntad divina. Sólo cuando se despierta, se amplía la consciencia, se abandonan las falsas imágenes de Dios y se hace a un lado la máscara comienza a vivirse auténticamente. Todo esto implica que, desde la Fe, nos abrimos a una nueva comprensión de nosotros mismos, de la vida y, por supuesto, de Dios. Señor y Padre de la humanidad, que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal. Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz. Impúlsanos a crear sociedades más sanas y un mundo más digno, sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras. Que nuestro corazón se abra a todos los pueblos y naciones de la tierra, para reconocer el bien y la belleza que sembraste en cada uno, para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas (Papa Francisco) Francisco Javier Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Haz clic y visita nuestro canal de podcast, podrás escuchar todos los episodios completos.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|