La psicología define la percepción en los siguientes términos: “Es la manera como interpretamos la información externa e interna, que recibimos a través de los sentidos, de manera que adquiera significado para nosotros”. La percepción marca profundamente la forma como vivimos. En otras palabras, la forma como vivimos, nos relacionamos e interactuamos con los demás, depende, sin lugar a duda, de la forma como significamos todo lo que pasa en nuestra vida y alrededor de ella. Al respecto, escribe Byung- Chul Han: “Dado que sólo percibimos la vida en términos de trabajo y rendimiento, interpretamos la inactividad como un déficit que ha de ser remediado cuanto antes”. Hoy, no se entiende que la inactividad pueda tener espacio en nuestra vida; siempre tenemos que estar haciendo algo y, lógicamente, ese algo tiene que ser productivo.
En varias ocasiones, he insistido en afirmar que, Jesús es el símbolo del Sí-mismo; es decir, el arquetipo que representa lo esencial o máxima expresión del ser humano. Pues bien, cuando entramos en contacto con lo esencial de nuestro ser, lo que representa la máxima expresión de lo que somos, también entramos en contacto con lo divino que habita en nosotros, con el Cristo interior, una expresión propia del P. Xavier Melloni. La mayor fuente de enfermedad psíquica proviene de nuestra resistencia a ser nosotros mismos. La experiencia religiosa, enseña la psicología profunda, es el camino para superar la disociación que ocasiona llevar una vida inauténtica, centrada en lo superficial, en lo externo y desconectado o descalificadora de la realidad interna, que también somos. El Evangelio de Lucas nos cuenta que, Jesús entró en casa de Marta y María, las hermanas de Lázaro. La expresión casa la podemos significar también como ser. En este sentido, podemos decir que, tanto Marta como María experimentaron, quizás por primera vez, la presencia del Sí-mismo en su interior. Marta, dice Fidel Oñoro, “no podía creer que el Maestro estuviera allí, tan cerca de ella y para ella sola”. Su reacción fue: ponerse a hacer miles de cosas. María sintió que los nervios se apoderaron de su corazón e, intento ahogar la experiencia ocupándose en múltiples tareas, se dejó llevar por el afán. Para muchos, escuchar la voz interior es un acto descabellado, fuera de toda cordura. Cuando hay nerviosismos interior, las personas multiplican y se pierden en las tareas cotidianas: limpieza, comida, orden de la casa, corrección del comportamiento de los demás, etc. Es curioso que, las personas que temen a su interioridad siempre terminan quejándose de la vida, de los demás. Nunca encuentran nada bueno en los demás, a quienes siempre ven, como personas que, no saben tomar decisiones o actuar correctamente. De ahí que, Marta termine dirigiéndose a Jesús con las siguientes palabras: “Señor, no te importa que me hayan dejado sola con todas las actividades y responsabilidades de la casa”. Con frecuencia, llegan a los talleres mujeres que, cansadas de tanto correr, de la soledad que las agobia, de tener que hacer todo ellas solas, desean conectarse consigo mismas y llevar una vida en paz. Al parecer, el alma sabe que, la desconexión se traduce en activismo, queja y descalificación desbordada. El hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas de la ciudad provinciana. Tenía tiempo y entonces se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco, intrigado se acercó a la vidriera y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate... en el interior, solamente se veía un atril que sostenía un cartelito escrito a mano que anunciaba: Tienda de la verdad. El hombre estaba sorprendido. Pensó que era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entró. Se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó: Perdón, ¿esta es la tienda de la verdad? Sí, señor, ¿qué tipo de verdad anda buscando: verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa? Así que aquí vendían verdad. Nunca se había imaginado que esto era posible, llegar a un lugar y llevarse la verdad, era maravilloso. Verdad completa, contestó el hombre sin dudarlo. “Estoy tan cansado de mentiras y de falsificaciones”, pensó, “no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones”. ¡Verdad plena! –ratificó. Bien, señor, sígame. La señorita acompañó al cliente a otro sector y señalando a un vendedor de rostro adusto, le dijo: El señor lo va a atender. El vendedor se acercó y esperó que el hombre hablara. Vengo a comprar la verdad completa. Perdón, ¿el señor sabe el precio? No, ¿cuál es? –contestó rutinariamente. En realidad, él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad. Si usted se la lleva –dijo el vendedor— el precio es que nunca más podrá estar en paz. Un frío corrió por la espalda del hombre, nunca se había imaginado que el precio fuera tan grande. Gra... gracias, disculpe... –balbuceó. Se dio vuelta y salió del negocio mirando el piso. Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo. “Quizás más adelante”, pensó... El P. Hunt escribe: “Los padres y madres del desierto, como fueron llamados los primeros monjes, frecuentemente repiten la historia del profeta Elías (Reyes 1,19). Él estaba siendo perseguido por ser fiel a Yahveh, así que él corre hacia el desierto para escapar. Extenuado se tira a descansar bajo un arbusto y se queda dormido. Había salido corriendo tan rápido que no llevaba comida ni agua con él. Un ángel lo despierta y le da un poco de pan y agua diciéndole: Elías, levántate y come. De manera que él comió y bebió y con la fuerza del pan y él agua siguió su jornada en el desierto por cuarenta días hasta que llegó a Horeb, (el Monte del Señor). Aquí el oye la voz de Dios, quien le pregunta por qué ha venido. Elías responde: Todo el mundo se ha salido del Camino que nos has enseñado. Yo soy el único que queda y me estoy sintiendo débil también. ¿Que está sucediendo aquí? (Está es mi propia traducción de Hebreo original, claro está). Así que Dios contesta: Bueno, no te desesperes. Tengo todo bajo control. Pero para probar que soy el único verdadero Dios, voy a dejar que me veas. Elías dice: ¡¿Qué?!” Jesús, le responde a Marta: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola”. Esa misma Marta, será la que tiempo después, cuando Jesús viene a visitar la tumba de Lázaro, el amigo que ha muerto, le dirá a Jesús: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aun así, yo sé que puedes pedir a Dios cualquier cosa, y Dios te lo concederá. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta respondió: Ya sé que será resucitado en la resurrección de los muertos, en el último día. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección (y la vida). El que cree en mí, aunque muera, vivirá. El que vive, el que cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella contestó: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Ahora, Marta muestra que, tiempo después, dejó el activismo y alcanzó la conexión consigo misma. Su respuesta proviene de la contemplación. Cuando el alma deja de estar atareada, perdida en los muchos quehaceres, puede ver como Dios se manifiesta y transforma la vida, la hace diferente, la llena de sentido, la colma de alegría. Contemplar es aprender que, la inactividad, cuando es dedicada a la vida interior, llena de esplendor la vida, la hace más humana, relajada, alegre. En el mundo de la productividad, la mayos aspiración es poder gozar del tiempo libre. En el orden de la relación con el trabajo, el reposo es sagrado y festivo, como dice Byung: “El reposo sagrado es aquel que reúne intensidad vital y contemplación y que es incluso capaz de reunirlas cuando la intensidad vital llega al desenfreno”. La contemplación une lo que está fragmentado y sana lo que despierta ansiedad y angustia en el alma y el corazón. Pedid paz y se os dará ternura. Pedid amor y se os darán nombres. Pedid misión y se os dará un camino. Pedid encuentro y se os darán palabras. Pedid escuela y se os dará un Maestro. Pedid justicia y se os darán causas. Pedid verdad y se os darán preguntas. Pedid poder y se os dará una toalla y un lebrillo. Pedid descanso y se os dará un amigo. Pedid valor y se os dará una cruz. Pedid pasión y se os darán tormentas. Pedid alegría y se os dará bienaventuranza. Pedid sabiduría y se os dará memoria. Pedid fuerza y se os dará esperanza. Pedid libertad y se os dará Resurrección (José María Rodríguez Olaizola) Francisco Javier Carmona
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