La espiritualidad cristiana ve en el alma la imagen de un castillo. Todos los bienes y tesoros del castillo pertenecen al Señor que habita en él. Si allí, reina el odio, todo los bienes espirituales que poseemos están bajo su dominio y administración. En cambio, si el amor, Dios, habitan nuestro castillo entonces, los bienes que poseemos serán administrados por Él. Una administración llena de intereses mezquinos prepara tomas hostiles, malversación de fondos, programas que, en lugar de ayudarnos a crecer y vivir plenamente, nos condenan a vivir desde la sombra o en la más completa oscuridad. A veces, son los complejos, traumas, los que gobiernan nuestra alma, psique, voluntad, interés y querer. Cuando nos conectamos con nosotros mismos, con la realidad divina que nos habita, las cosas cambian y, lo que estaba destinado al despilfarro comienza a tener un fin y objetivo diferente. La invitación de la espiritualidad cristiana es permitir a Dios habitar nuestro corazón y que sea su Palabra, la que da vida, la que gobierne nuestra existencia y la dirija, como una lámpara siempre encendida, por los caminos de la paz.
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Jesús dice a sus discípulos: “El que no arriesgue su vida por Mí, la perderá”. ¿Qué es arriesgar la vida por Jesús? Seguir a Jesús significa tomar la Cruz. Una gran mayoría de personas piensan que, la exigencia de abrazar la Cruz, le resta motivación a la vida, hace que la fe no valga la pena. En la cultura actual, hay una contraoferta al evangelio: “Sé feliz, disfruta el momento, alcanza el éxito, ¡la vida es para los triunfadores¡” Ante semejante propuesta, la invitación del Evangelio casi que produce asco. De hecho, muchos prefieren el evangelio de la prosperidad, de la abundancia, del éxito económico antes que, el Evangelio del amor, de la entrega, de la reconciliación. Hace poco, leí en redes sociales un mensaje que decía: “¿En verdad crees que, Jesús se encarnó, pasó haciendo el bien, murió en la cruz para que tu vivas creyendo que el mundo y todas sus riquezas te pertenecen, que eres rey y señor del universo y, que puedes decretar hoy y mañana abundancia para ti y castigo para los que te odian?”
El miedo es una fuerza tan poderosa que, es capaz de devorar las energías que necesitamos para progresar en la vida y, poder fluir hacia el Destino. A Constelaciones vino una mujer que, deseaba irse de la casa e iniciar una vida de hogar al lado de quien, desde hace más de veinte años, ha sido su pareja. Cada vez, que esta mujer intenta dar un paso hacia la realización de su sueño, la madre cae enferma, la hija se siente culpable y se llena de miedo pensando que, si la madre muere, será su culpa, aplaza la decisión hasta que todo este mejor. El momento oportuno nunca llega. El destino ha sido aplazado por veinte años. El miedo hace que perdamos la valentía y la fuerza para realizarnos como adultos. Por lo general, donde hay miedo, hay un padre manipulando las decisiones de sus hijos.
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Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
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