En el encuentro con la samaritana, Jesús dice: “Sí conocieras el don de Dios y quién es el que te habla, dirías: Señor, dame de esa agua viva”. La mujer va al pozo cada día, a sacar agua, porque siempre espera algo mejor de ella. La insatisfacción nos hace esperar siempre que haya algo mejor en nosotros y para nosotros. Vivimos bajo el efecto de la ilusión de una vida mejor. Cuando los padres han depositado sobre nosotros muchas expectativas, está bien hacerlo, porque muestra la confianza que tienen en nosotros, podemos caer prisioneros del afán de creer que la gente sólo ama y valora a quien cumple sus expectativas. No siempre estamos a la altura de lo que los demás esperan de nosotros. En una constelación, un hombre viene porque está muy preocupado por su situación financiera. En la constelación, la prosperidad le dice repetidamente al consultante: “¡Estoy aquí, pero tú no me tomas!”. Este hombre queda aturdido: ¿cómo que está? ¡Yo, no la veo, si la viera no estaría bajo el peso de esta angustia! Poco a poco, nos vamos dando cuenta que este hombre, en quien los padres tenían puestas muchas expectativas, había asumido como patrón de conducta o principio de autoridad, dar resultado en cualquier tarea que emprendiera. Sin darse cuenta, había puesto su valor personal en la necesidad de alcanzar metas, de lograr sueños, de ser exitoso. Para este hombre, lo que no fuera trabajar, producir, estar haciendo algo “valioso” era una pérdida de tiempo y un exponerse al fracaso.
Se trataba de un hombre que nunca había tenido ocasión de ver el mar. Vivía en un pueblo del interior de la India. Una idea se había instalado con fijeza en su mente: No podía morir sin ver el mar. Para ahorrar algún dinero y poder viajar hasta la costa, tomó otro trabajo además del suyo habitual. Ahorraba todo aquello que podía y suspiraba porque llegase el día de poder estar ante el mar. Fueron años difíciles. Por fin, ahorró lo suficiente para hacer el viaje. Tomó un tren que le llevó hasta las cercanías del mar. Se sentía entusiasmado y gozoso. Llegó hasta la playa y observó el maravilloso espectáculo. ¡Qué olas tan mansas! ¡Qué espuma tan hermosa! ¡Qué agua tan bella! Se acercó hasta el agua, cogió un poco con la mano y se la llevó a los labios para degustarla. Entonces, muy desencantado y abatido, pensó: !Qué pena que pueda saber tan mal con lo hermosa que es! Añadió el Maestro: por ignorancia, cuando tus expectativas no son satisfechas, te desencantas. El ser liberado sólo espera aquello que ocurre. Daniel Hell, un psiquiatra suizo, especialista en el tratamiento de la depresión, considera que estas exigencias exageradas a uno mismo llevan con frecuencia a una depresión. Según él, la depresión es con frecuencia un grito de auxilio del espíritu. El espíritu ha llegado a su límite. Cuando superamos este límite a causa de las exigencias que nos imponemos, el espíritu se rebela. Deberíamos estar agradecidos por que nuestro espíritu se mueva, aunque sea hacia la depresión. En ese caso, la depresión es una invitación a que nos despidamos de nuestras exigencias exageradas. No tenemos que ser siempre perfectos o exitosos, o buenos y educados, o populares y llenos de confianza. Podemos ser como somos. Cuando nos permitimos ser como somos, nos encontramos en consonancia con nosotros mismos, y estamos satisfechos con nuestra vida”. El conocimiento es la puerta de entrada a la vida espiritual. Podemos caer en la obsesión por conocernos. Obrando de esta forma, evitamos entregarnos. A veces, el afán de conocernos, hace que nos llenemos de expectativas sobre nosotros mismos y, nos aferremos al anhelo de superar todo aquello que nos parece imperfecto en nosotros. Recordemos que, somos la suma de fortaleza y debilidad, de luz y oscuridad. Somos todo. Escribe Anselm Grun: “Muchas personas espirituales tienen la exigencia de tener siempre una buena relación con Dios, de sentirse siempre protegidos por Dios. Y entonces se sienten insatisfechos cuando no conocen o sienten a Dios de tú a Tú. En su momento tuvieron una buena relación con Dios. Podían comentar con él todos sus problemas, pero ahora ya no funciona. Con frecuencia sienten un vacío interior cuando se sientan a meditar o cuando empiezan a rezar. Estar satisfecho no significa que no continúe por mi senda espiritual”. Estar con Dios no significa estar libre de la oscuridad. La samaritana le pregunta a Jesús: ¿En qué lugar debemos dar culto a Dios? La necesidad de ir, una y otra vez al pozo, también puede entenderse como la expresión de la insatisfacción con la vida espiritual. El que se conoce a sí mismo, también conoce a Dios. Es una expresión que viene del Evangelio. Muchas personas se preguntan: ¿Por qué si he trabajado tanto en mí sigo experimentando la ausencia de Dios?, ¿Por qué sigo sintiendo que el vacío llena mi existencia?, ¿Por qué sigo experimentando tanta debilidad frente a lo que intoxica mi alma? La vida espiritual nunca es una vida llena de resultados. Medir la profundidad de la vida espiritual por el bienestar emocional, económico y social que se alcanza es una aproximación a la superficialidad. No hay que confundir la espiritualidad con el narcisismo, tan de moda hoy. De nuevo, Anselm Grun nos dice: “La insatisfacción con la vida espiritual se convierte con frecuencia en una insatisfacción con Dios: He rezado mucho para que Dios me ayude, para que Dios me quite el miedo y cure mi enfermedad, pero no ha ocurrido nada. Muchas personas le imponen exigencias a Dios, como si tuviera que actuar inmediatamente ante cualquier petición. Solo están satisfechas con Dios cuando cumple sus deseos. En el trasfondo de esto se encuentra una imagen de Dios muy curiosa: debe ser el Padre amante que siempre hace lo que me va bien. Pero esta imagen de Dios la rebajo a mi nivel humano. Dios está más allá de cualquier imagen, es el misterio absoluto, ante el que me presento con un profundo respeto. Solo cuando me abro a este Dios inabarcable, le puedo decir Sí y dejar de depositar en Él mis exigencias”. La satisfacción del alma se alcanza cuando somos capaces de decir: ¡Padre, haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias! El agradecimiento es la señal inequívoca de que estamos satisfechos con la vida. También es un buen signo el deseo de llevar una vida modesta, sin presunciones, sin vanidad, centrada en llevar adelante una vida coherente con lo que somos, con nuestra identidad. La satisfacción revela que alcanzamos la paz en el interior. Lo que antes nos agobiaba, ahora, pasa casi desapercibida, ante nuestra atención y, ante nuestra mirada. Una persona insatisfecha está constantemente reclamando, reprochando, aislándose y, lo más doloroso, haciéndose daño de muchas formas. La satisfacción nos acerca a Dios a quien podemos reconocer, sin prejuicios, como la Fuente de nuestra verdadera Alegría. Recordemos que, al decir Dios, no hacemos referencia a una idea o creencia religiosa, sino al verdadero y auténtico fundamento de nuestra existencia. Sólo en Dios puede el alma encontrarse satisfecha. A tí, Señor, levanto mi alma, en tí espero. Indícame tus caminos, Señor, enséname tus sendas. Abre en mi vida caminos de bien, de justicia y libertad. Que las sendas de mi vida sean de esperanza, servicio e igualdad. Guíame en tu verdad, enséname. Espera tú también en mí, y sal a mi encuentro, que camino por este mundo. Tú que eres bueno, perdona aquello que hice mal o que pude hacer mejor. Tenme piedad cuando me veas solo y triste y ensancha este pequeño corazón. Señor, líbrame de caminar solo, confío en tí. Acompáñame por tus senderos y espera en mi silencio, dejándote hacer a tí, en mi alegría, como fuente viva, en mi vida comprometida, de acuerdo a tu buena noticia, y en mi caminar, guiando tú mis pasos (Rezandovoy)Francisco Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Haz clic y visita nuestro canal de podcast, podrás escuchar todos los episodios completos.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|