Bertrand Russell en su autobiografía escribe: “Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda de conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento humano. He buscado el amor, primero, porque conduce al éxtasis, un éxtasis tan grande que a menudo hubiera sacrificado el resto de mi existencia por unas horas de este gozo. Lo he buscado, en segundo lugar, porque alivia la soledad, esa terrible soledad que una consciencia trémula se asoma al borde del mundo para otear el frío e insondable abismo sin vida. Lo he buscado, finalmente, porque en la unión del amor he visto, una miniatura mística, la visión anticipada del cielo que han imaginado santos y poetas. Esto era lo que buscaba y, aunque pudiera parecer demasiado bueno para esta vida humana, esto es lo que, al fin, he hallado”. En la actualidad, la deconstrucción se ha impuesto como filosofía en diversos ámbitos de la vida. La vida de pareja y la familia no escapan a esta tendencia que, cada día, parece tomar más fuerza y contar con el beneplácito de muchas personas que, sin mucho juicio crítico, aceptan los postulados de esta doctrina. La deconstrucción es una propuesta hecha por el filósofo francés Jacques Derrida. Según los expertos, la deconstrucción se encarga de revisar los conceptos con la intención de descubrir el proceso histórico y cultural que subyace a ellos. De esta forma, se pretende demostrar que la claridad aparente de los textos o de las cosas no es tal. Poco a poco, la deconstrucción se ha ido convirtiendo en la nueva revolución sociocultural.
Betú Larrosa, psicóloga, señala: “El concepto deconstrucción, nacido en el ámbito de la literatura y la semiótica, fue convertido por la vox populi, en el ejercicio de desarmar las ideas instaladas en nuestra infancia que nos llevan a comportamientos repetitivos, concepciones erróneas o prejuicios y expectativas”. Según la deconstrucción, el foco de atención debe ponerse en la estructura del pensamiento que le da forma a un discurso con el fin de evidenciar las ambigüedades, las fallas, las debilidades y las contradicciones. A medida que, se avanza en el análisis, se llega a descubrir el sistema de creencias que subyace a la estructura del discurso. Lo que en principio está destinado a traer claridad sobre nuestros temores, las incoherencias en nuestra forma de ser y para cuestionar un falso sistema de creencias terminó por convertirse en una forma de crear confusión y caos en las relaciones. El afán de pensar nuestros roles desde otra perspectiva abrió las puertas para que, en lugar de la claridad reine la confusión y la debilidad del pensamiento. Lo que más me deprime es la absoluta vulgaridad de mi existencia. Jamás en la vida he hecho nada tan importante como para merecer la atención del mundo. Te equivocas si piensas que es la atención del mundo lo que hace que una acción sea importante, dijo el Maestro. Siguió una larga pausa. Bueno, pero es que tampoco he hecho nada que haya influido en alguien, ni para bien ni para mal... Te equivocas si piensas que es el influir en los demás lo que hace que una acción sea importante, volvió a decir el Maestro. Pero, entonces, ¿qué es lo que hace que una acción sea importante? El realizarla por sí misma y poniendo en ello todo el propio ser. Entonces resulta ser una acción desinteresada, semejante a la actividad de Dios. Dice Joan Garriga, constelador: “Vivimos en un momento de apertura, a la vez que, de desconcierto, sobre cómo pueden o deben ser las relaciones de pareja; y, en este sentido, lo que planteo, se sitúa en la perspectiva de la libertad, el respeto, el hacer y dejar hacer. Las personas no tenemos por qué comulgar con dogmatismos de ningún tipo, ni debemos sentirnos culpables por no hacerlo. Hay demasiada gente que sufre por no encajar en un esquema de supuesta normalidad. Demasiadas personas sufren por no encajar con lo que convenimos en valorar como bueno, pero ¿quién es capaz de afirmar que una cosa es mejor que otra, que una vida, por ejemplo, es mejor que otra?”. La cuestión central está en aprender a valorar el propio ser, en respetar su propia naturaleza y, en vivirla desde la libertad, siendo capaces de superar la neurosis que provoca el querer encajar en las expectativas de los demás. Querer encontrar un trauma detrás de lo que hace que deseemos seguir una u otra forma de ser, de vivir y de servir a los demás, más que un anhelo de libertad y autenticidad es un afán de encajar. Lo que nos hace vivir con gozo y sintiendo que la vida nos pertenece no tiene por qué ser traumático, aunque provenga de una experiencia que si lo es. No hay un único modelo de vida. Si hay un anhelo de vivir auténticamente lo que somos. La verdad del ser se manifiesta cuando somos capaces de dar orden al mundo interior. Para la espiritualidad y la psicología profunda el origen del desorden está en la incapacidad de salir del trauma simbiótico de la infancia, aquella experiencia en la que no logramos que, a través del vínculo con nuestros padres, especialmente con la madre, fueran satisfechas las necesidades de sobrevivencia y de autonomía. Aquello que no podemos aceptar que sucediera, se convierte en el síntoma que nos lleva a la enfermedad psicológica, espiritual, física o mental. La psique es autónoma para crear enfermedad allí donde el desorden y el sufrimiento nos llevan a imaginar una vida deformada y afligida. La vida que estamos llamados a alcanzar y vivir, es aquella que surge del orden que damos, vuelvo e insisto, a nuestro mundo interior. Sin conexión con el corazón, difícilmente, lograremos saber quiénes somos realmente y cuál es la vida que, realmente, nos corresponde vivir. Todo discurso tiene elementos que pueden generar enfermedad o salud en los individuos. La tarea es aprovechar aquello que nos ayuda a crecer como seres humanos antes que, aferrarnos a lo que es débil, incoherente y enfermizo. La deconstrucción del sistema de creencias que han sustentado la vida no es para vivir en el caos, sino para ir hacia una mayor comprensión de nosotros mismos y del misterio que sustenta y envuelve la vida. Jesús, por ejemplo, sabe qué ciertas afirmaciones sobre Dios, en lugar de ayudar al ser humano a experimentar la presencia y cercanía de Dios, crean una distancia, a veces, insalvable entre Dios y el hombre. Ante esta realidad, Jesús acude a la parábola como recurso para mostrar cómo actúa Dios, cómo se hace presente, cómo podemos experimentar su amor, cómo podemos corregir la forma como comprendemos y como actuamos. No se trata de destruir los sistemas de creencias sino de acercarnos a la realidad última y trascendente que se esconde detrás de ellas. Nuestras creencias o dioses han terminado por convertirse en enfermedades, según Jung. Señala Alejandro Echavarría, psicólogo, “Jung está indicando que la causa formal de nuestras dolencias y anormalidades son personas míticas; nuestras enfermedades psíquicas no son imaginarias sino imaginales (Corbin). Son, en efecto, enfermedades de la fantasía, el sufrimiento de las fantasías, de realidades míticas, la encarnación de acontecimientos arquetípicos”. Lo anterior, nos lleva a afirmar que, no hay nada que enferme más al ser humano que las fantasías que tiene sobre cómo debe ser él, sus padres, el mundo, las relaciones. El deber ser es una creación de la mente que, nos debe servir para orientarnos, nunca para esclavizarnos y, menos aún, para enfermarnos. Empezamos a sanar y a vivir auténticamente cuando empezamos a ver la vida, a nosotros mismos, a los demás como son desligados de nuestras fantasías, expectativas y anhelos. Para lograrlo, necesitamos mantener la conexión con el corazón y con la imagen verdadera de lo que somos y de lo qué es, en realidad, la vida. ¿Y tú, que prefieres? ¿Colegueo o Amistad?¿Seguirte o seguirle? ¿Tu lago o sus mares? ¿Caminar solo o en comunidad? ¿Tú o el Otro? ¿Ganar para perder o perder para ganar? ¿Mirar hacia abajo o mirar al cielo?¿El instante o lo Eterno? ¿Acomodarse o buscar? ¿Rechazar la cruz o abrazarla? ¿El mundo o su Reino? ¿Poseer o Amar? ¿Ser servido o servir? ¿Convencer o ser Testigo? ¿Destruir puentes o construirlos? ¿Mis esquemas o su Mirada? ¿Vivir de mínimos o alcanzar la Plenitud? ¿Vivir bien o entregarle tu vida? ¿Reservarte o partirte para todos? ¿Triunfar o fracasar por Amor? ¿Las tinieblas o la Luz Glorificada? ¿Y tú, qué prefieres? (Jacobo Espinos) Francisco Carmona
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