A lo largo de la vida, de alguna manera u otra, todos hemos experimentado el paso de Dios por nuestra vida. Todas esas experiencias recuerdan que, el Señor está presente en nuestra historia y la acompaña. Dios siempre está saliendo a nuestro encuentro, lo hace de diferentes maneras y a través de personas y situaciones que nos marcan profundamente. Dios está siempre intentando derribar las murallas que nosotros levantamos para defendernos de su amor y para mantener a salvo nuestros temores, heridas, falsas creencias y, también proyectos de vida que, en lugar de darnos plenitud, ofrecen una gratificación inmediata porque nos ofrecen una cercanía con Dios que, la inmensa mayoría de las veces, es superflua, mentirosa o cargada de imágenes que, nada tienen que ver con el Dios que Jesús vino a revelarnos. Pienso en todos los hombres y mujeres cuya necesidad de Dios toma rostro en el Evangelio. Mateo, Zaqueo, Magdalena, Marta, el ciego Bartimeo, el joven endemoniado, la mujer sirofenicia, entre otros, nos muestran lo que hace un corazón que se siente cansado, insatisfecho, frustrado, despreciado, rechazado, humillado, mal querido, traicionado, desvalorizado. En medio de estas situaciones, el corazón intentó defenderse, decirse a sí mismo que puede salir adelante sin la ayuda de nadie, que el mundo es hostil y lleno de envidia y, por esa, razón no ven ni comprenden sus esfuerzos. A pesar, de todo lo que podamos decirnos, el vacío siempre está ahí, no sólo animándonos a cuestionar el sentido de la vida sino también animándonos a buscar el amor que nos llene y haga saltar de alegría, como Juan en el vientre de Isabel.
En el evangelio de Mateo encontramos un momento muy interesante en las conversaciones que Jesús sostiene con los fariseos. Éstos últimos son personas que buscan la sabiduría estudiando la Escritura: la Ley y los profetas. Para ellos, los verdaderos sabios son personas que tienen el poder de hacer milagros. Los fariseos, le piden a Jesús un milagro como el signo que permita creer que Él es el enviado de Dios. La respuesta de Jesús es la siguiente: la verdadera sabiduría, el signo que revela la presencia de Dios en un ser humano y la conexión de éste con Dios está manifestada en Jonás. Pues bien, Jonás es un hombre llamado por Dios para ser su profeta. Él se resiste y toma un camino contrario a su destino. En medio del viaje, es arrojado al mar, símbolo del inconsciente y del vientre materno donde es devorado por un pez. El pez simboliza, en la mitología greco- romana, el cambio y la transformación; por esa razón, es adoptado en el cristianismo como el símbolo que anuncia a Cristo resucitado. Sin vida interior, es imposible la transformación. Había una vez un hermoso jardín, en algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en algún tiempo que podría ser cualquier tiempo, en el que se cultivaban manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos satisfechos y felices. Todo era alegría en el jardín excepto por un solo árbol, profundamente triste. El pobre tenía un problema: no sabía quién era. No sé quién soy, se lamentaba. Lo que te falta es concentración, le decía el manzano,-Si realmente lo intentas, podrás tener deliciosas manzanas. ¿Ves que fácil es? – Mírame a mí como las produzco. No lo escuches, exigía el rosal. Es más sencillo tener rosas y ¿Ves que bellas son? Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado. Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: ¡No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra ! Es tu enfoque lo que te hace sufrir. No dediques tu vida a ser como los demás quieren que seas. Sé tú mismo. Conócete a ti mismo y para lograrlo, escucha tu voz interior. Dicho esto, el búho desapareció. ¿Mi voz interior…? ¿Ser yo mismo…? ¿Conocerme…? ¡ Si yo supiera quién soy …! – “Se preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto comprendió… Cerró los ojos y dejó de oír los sonidos de alrededor y sus propios pensamientos y, por fin, pudo escuchar: Tú nunca en la vida darás manzanas porque no eres un manzano. Tampoco florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Tú eres un roble, Dios te construyó para que crezcas grande y majestuoso. Tu destino es crecer grande y majestuoso, dar nido a las aves, sombra a los viajeros, y belleza al paisaje. Esta es la misión que Él te dio. Para eso estás en este mundo. Cúmplelo… Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo, se dispuso a ser todo aquello para lo que había sido creado. Así, comenzó a reconocer quién estaba siendo en este mundo: una oferta valiosa. Siendo quien era lo admiraron y respetaron todos. Y sólo entonces el roble comenzó a conocer la posibilidad de convivir en bienestar. El jardín fue completamente feliz. Cada cual celebrándose a sí mismo. Después de permanecer en el vientre del pez tres días, Jonás fue vomitado en la playa de Nínive donde vivió siendo él, haciendo aquello para lo que había sido llamado, en sintonía con su destino. Jesús añade: la verdadera sabiduría consiste en saber quiénes somos, a qué estamos destinados y vivir en consonancia con nuestro ser profundo. La verdadera transformación es el resultado de la conexión con el corazón, con lo que llevamos en nuestro interior porque ahí, es donde reside la imagen de lo que Dios realmente desea y espera de nosotros. De ahí que, sin vida interior, la trasformación y la vida según Dios y el Destino resulten algo casi que imposible de realizar. En este momento, el color rosa está de moda gracias a la proyección de la película Barbie. De alguna manera u otra, todos estamos atrapados en la ilusión: ¡Si lo deseas lo puedes tener, sólo basta con que lo sueñes, lo proyectes, lo imagines y, con toda certeza, lo atraerás! Muchos van detrás de ese sueño rosa. Al respecto, escribe Almudena Colorado: “Sí, nadie escapa del paso del mundo de color de rosa, del brilli-brilli, donde todo lo puedes ser y tener, al mundo real, donde todo lo que quieres ser no siempre depende de una, o no siempre es posible, o no siempre es conveniente. Y esa transición es muy importante hacerla bien y acompañarla bien. La vida real es hermosa, insuperable, poderosa. Pero, como real que es, no esconde nada, ni lo bueno ni lo malo. Tiene sus matices, sus aristas. No siempre se puede entrar en la carrera que uno quiere, no siempre el hecho de que encuentres a tu Ken hace que las relaciones sean fáciles, no siempre se puede estar bien con todo el mundo, no siempre aciertas en la elección, no siempre todo es perfecto... El fracaso existe, el dolor existe. Existen las lágrimas, las inseguridades y los miedos… La vida real es en tres dimensiones y no plana. Pero, ¿quién quiere vivir una vida plana?” Platón llamaba artesanía de la vida a la tarea de cuidar del alma. En la psicología profunda, el alma tiene que ver con aquello que le da profundidad y sentido a la vida. También está relacionada con aquel deseo de verdad y plenitud que hay, algunas veces, escondido en el corazón. Para que el alma, la vida fluyan, no sólo hay que saber darle orden al mundo interior. También hay que se conscientes de qué es lo que estamos poniendo en el centro de la vida. ¿Somos capaces de reconocer con honestidad qué es lo que nos cansa o nos duele? ¿podemos señalar, sin temor, cuáles son nuestras pobrezas y nuestras riquezas? ¿Podemos reconocer en el corazón el deseo de ver a Jesús, de encontrarlo y de seguirlo? ¿Podemos imaginarnos haciendo algo fuera de lo común, trascendiendo nuestros límites y dificultades para ver a Jesús, para sentir como Zaqueo, la alegría del encuentro con nosotros mismos? El joven Salomón también es un símbolo de la sabiduría. “Sucedió que, una noche, mientras Salomón pernoctaba en Gabaón, se le apareció el Señor en sueños y le dijo: ¡Pídeme lo que quieras! Salomón respondió: Tú has tenido gran amor a David, mi padre, ya que él te servía fielmente, como es debido y con sinceridad. También le has hecho un favor muy grande permitiendo que un hijo suyo le sucediera en el trono. Ahora bien, Yahvé, mi Dios, me ha hecho rey en lugar de David, pero no sé todavía conducirme; soy muy joven para estar al frente del pueblo que has elegido, pueblo tan numeroso que no se puede contar. Dame, pues, a mí, tu servidor, un espíritu atento, para gobernar bien a tu pueblo y para decidir entre lo bueno y lo malo, porque si no, ¿cómo podría gobernar este pueblo tan grande? A Yahvé le gustó que Salomón le pidiese una cosa así”. Conocer a Jesús, es conocernos a nosotros mismos, esa es la verdadera sabiduría. Un corazón sabio que sepa proceder, elegir y vivir auténticamente es, en realidad, el mayor tesoro que podemos anhelar y tener; lo demás, vendrá por añadidura, si es que ha de venir para ser bendición en nuestra vida. Si no pretendiésemos ser lo que no somos. Si estuviésemos donde hay que estar. Si hiciésemos lo que estamos llamados a ser. Volveríamos a ser lo que éramos. No vale la queja conformista. No suma el realismo pesimista. No mueve a nada la boca callada. Para ser, volver a la fuente. Para estar, creer en el ser. Para hacer, en gerundio: haciendo. El mundo no es así. Lo hemos hecho así (Claudia Pellegero) Francisco Javier Carmona
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