La crisis de la mitad de la vida es inevitable. Lo que antes llamaba nuestra atención, ahora, deja una insatisfacción profunda en el alma. Escribe Carl Gustav Jung: “Totalmente desprevenidos entramos en el atardecer de la vida. Lo peor de todo es que nos adentramos en él con la falsa presunción de que nuestras verdades e ideales nos servirán a partir de entonces; pero no podemos vivir el atardecer de la vida con el mismo programa de la mañana, pues lo que en la mañana era mucho, en el atardecer será poco, y lo que en la mañana era verdadero en la tarde será falso”. Pasamos un buen tiempo de nuestra existencia construyendo una imagen, un prestigio, una fortuna, una forma específica de ser y, en el atardecer de la vida, nos damos cuenta que, para realizarnos plenamente, tenemos que renunciar a nuestras máscaras, afán de privilegios, a la necesidad de agradar y complacer para tomar la vida en las manos y permitirle que alumbre nuestro camino y el de quienes vienen detrás de nosotros. Cuando se acerca la crisis de la mitad de la vida; muchos, prefieren acomodarse antes que, responder a sus exigencias. Esta es una forma de echar a perder la vida. El miedo a perder el bienestar o el prestigio alcanzado con la profesión, es para muchos el ancla que les impide avanzar generosamente hacia la realización de su destino. La gran mayoría piensan que, la vida que han construido es su meta y que ya no tienen nada porque seguir luchando o comprometiéndose a fondo. En constelaciones, hablando de la crisis de la mitad de la vida, un participante exclamó: “¿No hay forma de dejar las cosas quietas, para qué seguir luchando y complicándose? Después añade, le hice el quite muchas veces a esta situación y, ahora, me encuentro paralizada, con la tentación de buscar un medicamento que me quite esta sensación tan maluca”
Un cazador seguía el rastro de un león. Preguntó a un leñador si había visto huellas del animal y dónde pernoctaba; y éste dijo: Te voy a mostrar al propio león. El cazador palideció de miedo y, rechinándole los dientes, dijo: Busco sólo su rastro, no al propio león. Una de las principales tareas de la crisis de la mitad de la vida está relacionada con la necesidad de reconciliarnos con el pasado; es decir, con la infancia. En el libro “el principito”, el aviador cuenta que, cuando era un niño le encantaba pintar, los adultos, al ver los dibujos, le invitan a dedicarse a otras cosas que, den dinero. El aviador hace caso a los adultos y estudia arquitectura, algo cercano al dibujo. Termina abandonando la profesión y aprende aviación. El alma se pierde entre las expectativas de los adultos, entre los complejos del niño y el afán de pertenecer. En la mitad de la vida, ya no se trata de un asunto de profesión sino de vocación. A cada uno, la vida lo dotó de una fuerza llamada carácter para realizar la vocación. Durante un tiempo, esa fuerza parece dormida, pero regresa y nos empuja a conectar con la imagen real que el alma tiene de sí misma. Recordemos que, la psicología profunda llama Destino a lo que es inevitable, a lo que intentamos alejar de nuestra vida y, sin embargo, estamos siempre regresando porque ahí, nos sentimos siendo nosotros mismos. En la mitología griega, se habla del SINO. ¿Qué es el SINO? La definición más exacta de SINO es aquella que lo describe como la fuerza que crea el caos para que el carácter, la vocación o el Sí-mismo se manifiesten. Nadie escapa al SINO. El SINO está al servicio del destino; cuando nos resistimos al destino creamos la fatalidad. En lo personal, hablar del SINO es algo que me impresiona porque resulta difícil de entender que, la vida a través de una situación difícil o embarazosa provoque nuestra marcha hacia el destino, hacia lo que, realmente somos. Un embarazo no planeado, una quiebra económica, un evento estresante, una acusación falsa, una enfermedad física o mental, una adicción pueden ser creadas por el SINO con el único objetivo de lograr nuestra individuación y, posterior compromiso con la realización de nuestra verdadera identidad o destino. James Hillman, autor del libro el código del alma, afirma: “Las cosas no pueden no ser, no podrían haber sido de otra manera. Todo está en su lugar, inexorablemente, con defectos fatales y todo, y la necesidad, el destino, sigue su ruta hasta que el cuerno del toro encuentre tus entrañas”. Los movimientos del SINO sólo terminan cuando logran nuestra rendición ante la vida. Mientras más nos resistimos a dejar a un lado las cosas conquistadas en la primera mitad de la vida, más intenso se vuelve el conflicto interior y más adversas se ponen las condiciones exteriores. Así que, la única salida que tenemos, cuando el destino, la necesidad, deciden actuar en nuestra vida, es decir: ¡Hágase tu voluntad! ¿De qué otra manera, podemos ir tranquilos por la vida? La forma como son suscitados los movimientos del alma, para que alcancemos el destino, siempre serán incomprensibles para la razón y la mente humanas acostumbrados a encontrar una explicación clara a los acontecimientos. En la psicología profunda se dice que, las cosas que son invisibles para la mente y, a veces, para el corazón corresponden a lo que la tradición mística nombró como “deus abscontitus, el “dios oculto” del que sólo se podía hablar en imágenes, metáforas y enigmas paradójicos, gemas de valor inmenso enterradas en el interior de montañas gigantescas, chispas que contienen una enorme fuerza inflamable. Según esta tradición, lo más importante es siempre lo menos aparente”. El SINO es también expresión y manifestación de la voluntad divina que siempre está al servicio de nuestra realización y plenitud humana. La depresión es uno de los grandes síntomas de la cultura actual. Hay muchas formas de explicar la depresión. Una de ellas, está relacionada con el miedo y la impotencia pue produce enfrentar, asumir, acoger e integrar el propio ser. De ahí que, el SINO como la fuerza que actúa provocando, en ocasiones, la fatalidad tenga que manifestarse con mucha fuerza en un grupo significativo de personas. Cuando sentimos el llamado de la vida y nos resistimos a él, forzamos la vida a actuar de una forma que, en muchas ocasiones, es percibida como castigo. Ser conducidos a ser nosotros mismos es percibido por un número significativo de personas como un atentado a su libertad. En realidad, cuando nos resistimos a ser, estamos siendo esclavos. Salimos de la depresión cuando le decimos SÍ a la vida y a lo que ella pide de nosotros. Hay días en que extraño todo y a todos, hay días en que me invade la nostalgia, esos días en los que me toma preso la melancolía. Son esos inevitables días en los que no dejo de pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Hay días en que quisiera tornar atrás y olvidar todo, todo, todo. Empezar desde cero, recomenzar desde el fondo. También, me pasa que quisiera girar el volante, cambiar de dirección, dejar de avanzar… no sentir, no pensar y, a veces, no existir. Y no es que quiera morir, sino que, más bien, quisiera ya estar contigo, en ti y junto a ti. ¿Para qué esperar más?… Dame tu gracia, dame tu paciencia, Dame luz, dame tu paz. Une en Ti todos mis dispersos pensamientos, mis desordenados deseos y mi desparramados sentimientos. Dame tu amor, dame tu gracia, te lo ruego y te prometo que no pediré más. Amén (Genaro Ávila-Valencia sj)Francisco Carmona
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