Por constelación entendemos aquella situación vivida en el sistema familiar cuando éramos niños que nos impacta, llevándonos a tomar un lugar, una actitud o una postura. Nuestros intentos de construir relaciones estables, tomar decisiones o iniciar proyectos están marcados por la constelación familiar. Mientras vivamos dentro de la constelación muchos de nuestros proyectos terminarán aplazados, abandonados o fracasados. Antes de comprometerse a ser discípulo, el visitante quiso obtener del Maestro alguna garantía: ¿Puedes decirme cuál es el fin de la vida humana? No, no puedo. ¿O al menos su sentido? Tampoco puedo ¿Y no podrías indicarme cuál es la naturaleza de la muerte y cómo es la vida más allá de ella? Tampoco. El visitante se marchó decepcionado, y los discípulos quedaron consternados por la pobre impresión que había dejado su Maestro. Pero el Maestro, en tono consolador, les dijo: ¿De qué vale comprender la naturaleza y el sentido de la vida si ésta nunca ha sido degustada? Es mejor comer el pastel que formular teorías acerca de él.
A constelaciones, viene un hombre atrapado en su sentimiento de insuficiencia e inferioridad. No conoce el reproche a sí mismo, tampoco el miedo al fracaso y, mucho menos, las conductas autoagresivas. En sus reflexiones nunca se siente invitado a ser él mismo y, mucho menos, siente que tiene dificultad alguna con su sistema familiar, tanto el de origen como el que conforma con su esposa y sus tres hijos varones. Vive contento con la única tarea que sabe hacer: transcribir textos a otros idiomas. Todo se desmorona, cuando la esposa, le propone divorciarse, porque lo siente un tipo aburrido, monótono y rutinario. A nuestro consultante lo asaltan de nuevo los sentimientos de insuficiencia y de inferioridad que lo han acompañado desde pequeño. En su casa, su mamá era una mujer trabajadora que sostenía la casa y pagaba la educación de sus hijos. El padre era un hombre que se había entregado de lleno al alcohol y, cada vez que llegaba borracho a la casa, le quitaba el poco dinero que la madre guardaba y se ausentaba tres o cuatro días. Después, regresaba arrepentido y haciendo promesas de amor. A la semana, ya estaba de nuevo en sus andanzas. Desde pequeño nuestro consultante trabajaba y ayudada con los deberes de la casa. Creció en medio de la pobreza. Ahora, intentaba hacer todo lo que estaba a su alcance para procurarle un buen nivel de vida a su esposa e hijos, pero lo que ganaba nunca era suficiente. Nuestro hombre vivía atrapado en su constelación. Cada vez que ganaba algún dinero extra, siempre ocurría algo que exigía una atención inmediata y el dinero desaparecía cubriendo la urgencia. La vida se había vaciado de cualquier ilusión y, ahora, que estaba ad portas de una separación, todavía más. ¿Qué sentido tiene tanto esfuerzo, si nunca eres suficiente para el otro?, se preguntaba. En medio de la crisis, llevado por el impulso, el consultante había comenzado a albergar la idea de quitarse la vida. Fue en esas circunstancias donde aceptó el consejo de un amigo de ir a constelar. En constelaciones aprendí que, el sentimiento de insuficiencia e inferioridad, la mayoría de las veces, corresponde a una implicación sistémica. En su corazón, nuestro consultante aún seguía juzgando a su mamá por haber soportado la relación con un hombre como su papá. Curiosamente, la perdida de fuerza no está relacionada con su mamá, sino con su papá por el que sentía un profundo rechazo y enojo. Todo aquello que excluimos se convierte en la fuerza que nos atrae. Sin pensarlo, la vida se había convertido en trabajar y trabajar sin ilusión y, cuando tenía ahorrado algún dinero, pareciera que una fuerza ajena, parecida a la de su padre, se lo arrebatará y lo dejará sumido en la frustración e insuficiencia. Mientras estamos implicados en el destino de otros, es difícil que, podamos vivir y realizar lo nuestro. El juicio es nuestro enlace más fuerte con el destino de otros. Nadie puede vivir por otro y, menos aún, resolver la vida de los demás, cuando lo intentamos quedamos atrapados. La constelación nuestra finaliza cuando somos conscientes del lugar en el que nos encontramos y con profundo respeto hacia la vida de los demás, vamos dejando nuestras valoraciones por la vida que ellos han llevado. Nadie sabe que es lo que cada uno alimenta en lo más profundo de su corazón y que intenta equilibrar y sostener en su vida con el patrón de conducta que observa y conserva. Hay una ley sistémica que es ineludible: el derecho de todos los miembros del sistema familiar a pertenecer, Según Jorge Domínguez: “por lo que nadie debe ser excluido, asimismo la conciencia familiar evitará a toda costa la exclusión de sus miembros, generando probablemente que nos impliquemos en el destino de otro miembro. La implicación es entonces producto de un ordenamiento de la conciencia familiar, en la que se tiende a que las nuevas generaciones cumplan roles de aquellos que fueron excluidos previamente”. Los sentimientos de insuficiencia nos revelan a quien estamos intentando excluir y como el alma trabaja en el orden de la inclusión. El sentimiento de inferioridad también nos revela que estamos implicados sistémicamente. El esfuerzo por ser mejor que otro miembro del sistema provoca en la consciencia el sentimiento de inferioridad. Solo el que se siente menos trata de sentirse más. La implicación sistémica se revela en “todos los patrones de comportamiento que no podemos explicar de forma lógica (y que aparentan ser más grandes y fuertes que nosotros) se relacionan con nuestras implicaciones sistémicas. Esto incluye adicciones, temperamentos, dificultades en el aprendizaje, comportamientos erráticos (pataletas), etc.”, según Javier Ruiz. El trabajo de Constelaciones Familiares nos muestran que en la reconciliación con nosotros mismos y los demás miembros del sistema encontramos la solución para nuestros sentimientos de inferioridad y de insuficiencia. Jorge Ruiz dice: “Lo primero y lo más importante es lograr estar en paz con nuestras vidas. Aceptarnos. Amarnos tal y como somos. Una vez estemos en armonía, podremos tomar la fuerza para corregir imperfecciones. Mientras estemos peleando con nosotros mismos no vamos a poder levantarnos. De nada sirve seguir juzgándonos, sintiéndonos culpables ni torturándonos. Somos perfectos tal y como somos. Estas imperfecciones que tanto odiamos probablemente vienen de nuestras implicaciones sistémicas... ni siquiera son nuestras”. En la medida que cada uno encuentra el lugar que le corresponde dentro del sistema familiar vuelve a fluir. Además, cuando damos el lugar que les corresponde a los miembros del sistema familiar tomamos la fuerza necesaria para resolver nuestros asuntos. Salir de las implicaciones sistémicas representa no sólo la conquista de una libertad que se había extraviado sino también la posibilidad de vivir y actuar desde nosotros mismos. Cuando esto sucede, la vida recobra un dinamismo que se había perdido y podemos construirnos de una manera diferente. Hoy Señor, vuelvo a sentarme a tu mesa. Esta vez como Pedro. El brabucón y cabezota de corazón noble. Tu advertencia, seguramente, le traspasó el corazón y la idea de negarte le llenaría de angustia y confusión. Pedro, el primero de todos y, sin embargo, el que hasta tres veces te negó. El cobarde que huyó de tu mirada al salir del pretorio. Pero Tú, Jesús, viniste por las ovejas perdidas, por los pecadores que se sitúan arrepentidos al final del templo, y no por los fariseos de los primeros puestos. Y, por eso, vuelves a sentarte con Pedro... Y conmigo. Tú eres el Dios de la contradicción y, por eso, el Dios del perdón a quien continuamente puedo volver (Óscar Cala sj)Francisco Carmona
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