¿Por qué es importante ser auténtico? Jesús en el Evangelio le pregunta a la gente: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? Una vez que se pierde el alma ¿Qué se puede dar para recuperarla? En el libro del Principito, el alma esta simbolizada por la Rosa. Cuando la rosa esta descuidada, se vuelve caprichosa. El principito enojada con ella, se marcha a explorar nuevos planetas, hasta que llega a la tierra. Creo que, la mayoría de nosotros hemos actuado como el Principito, una vez que el alma nos ha pedido que la cuidemos, nos vamos buscando otras cosas que, al parecer, no exijan el cuidado que la rosa exige. Ahora, una vez que, la rosa se marchita o muere, ¿podemos hacer algo para recuperarla? Thomas Moore hace un llamado de atención que vale la pena tener presente: “Cuando se descuida el alma aparecen las obsesiones, las adicciones, la violencia y la pérdida de sentido” Ante esta situación, muchas personas hacen lo posible por aislar los síntomas y desoír las voces del alma que reclaman atención y cuidado. El alma individual exige conexión con la esencia y compromiso para cultivar aquello, que hace posible el florecimiento del alma. Según Willigis Jäger: “Quien alcancé la experiencia de ser auténtico, definirá el concepto de inmortalidad de manera diferente de cómo se acostumbra a hacer en las religiones […]Lo que somos en lo profundo es intemporal, tan sólo se manifiesta en el tiempo y en la forma […]Lo que somos en lo más hondo, ni nace ni muere. Lo que nace, cuando nacemos, es tan solo la realidad Primaria, Original”.
Un sabio forastero llegó a Aksehir. Deseaba desafiar al hombre más culto de la ciudad y le presentaron a Nasrudín. El sabio trazó un círculo en el suelo con un palo. Nasrudín cogió el mismo palo y dividió el círculo en dos partes iguales. El sabio trazó otra línea vertical para dividirlo en cuatro partes iguales. Nasrudín hizo un gesto como si tomara las tres partes para sí y dejara la cuarta para el otro. El sabio sacudió la mano hacia el suelo. Nasrudín hizo lo contrario. Se acabó la competencia y el sabio explicó: ¡Este señor es increíble! Le dije que el mundo es redondo y me contestó: que pasa el ecuador terrestre por el medio. Lo dividí en cuatro partes, me dijo: las tres partes son de agua, la cuarta es de tierra. Le pregunté, ¿por qué llueve? y me contestó: el agua se evapora, sube al cielo y se convierte en nubes. Los ciudadanos deseaban conocer la versión de Nasrudín: ¡Qué tipo más glotón!, me dijo: si tuviéramos una bandeja de dulce de hojaldre yo le dije: la mitad es para mí. Me preguntó: ¿si lo dividiéramos en cuatro partes? yo le contesté: me comeré las tres partes. Me propuso: ¿si le echáramos pistachos molidos? yo le dije: buena idea, pero se necesita un fuego alto. Quedó vencido y se fue. Cuando nos quedamos atrapados en el Ego, tenemos dificultad para reconocer la propia identidad y autonomía, también para aceptar el deseo y búsqueda de autenticidad del otro. Los vínculos sanos son el alimento del alma. La desconexión con el alma proviene de la desconexión con nuestras emociones. Muchas veces, para no sentir dolor, decidimos huir. Para no escuchar las voces del alma, recurrimos al desespero y, de esta forma obligamos al alma a callar. Mientras más dolor llevamos en el alma, más difícil resulta la comunicación interior y exterior. El alma, dice Thomas Moore, se revela en el afecto, el amor y la comunidad. El alma exige vida interior e intimidad. Las personas que se han quedado atrapadas en el Ego, en las experiencias de dolor y en el miedo a tomar la vida en sus propias manos, tienden a convertirse en seres narcisistas o en seres manipuladores. Para un narcisista, la búsqueda de la autenticidad es ocasión de burla. El narcisista siempre está pidiendo a la pareja atención, dedicación y admiración. El narcisista siempre explota cuando siente que el tiempo que le dedican no es suficiente. También cuando el otro no está atento a cumplir sus expectativas. El narcisista ataca y desvaloriza al otro cuando el otro pone límites y se niega a complacerlo en todo. Para el narcisista sólo existe una prioridad en la vida: Él. El narcisista, cuando el otro le dice: No nací para cumplir tus expectativas, falto de amor a mí mismo, cuando en el afán de complacerte, me traicionó comienza a atacarlo, a desvalorizarlo y, sí es posible, busca la forma de destruirlo, sino tiene la suficiente fuerza, todo el tiempo está amenazando con destruir la imagen del otro o quedarse con sus bienes. Dice Willigis Jäger: “La felicidad se relaciona con vivencias agradables; incluye el alimento, la casa, la satisfacción de las necesidades físicas, pero también el sentirse aceptado, recibir cariño, tener una posición y sentirse seguro. Lo que no forma parte de la felicidad es el miedo, el sufrimiento, los conflictos, la soledad, la muerte”. Para una persona narcisista, nada de lo que el otro le ofrece, la satisface. Sólo agradece, reconoce al otro y valora lo que recibe, cuando siente que puede quedarse solo y abandonado. Pasa de la desvalorización a la manipulación y culpabilización. Cuando se entra en una relación de pareja con una persona narcisista, el abuso emocional se vuelve el patrón de conducta, a través del cual, se mantiene vivo el vínculo”. Como enseña la espiritualidad, sin vida interior, es difícil, encontrar nuestra identidad y vivir la transformación. El proceso para cuidar el alma se parece a la alquimia. El primer paso, consiste en identificar qué fue lo que se le adhirió al alma que no le permite ser, crecer y revelarse. El segundo paso, consiste en encontrar la sustancia, en la cual podemos diluir aquello que, imposibilita al alma ser ella misma. El tercer paso, consiste en integrar todas las experiencias que hemos vivido. El cuarto paso, consiste en transformar el dolor en sabiduría interior. Por último, ofrecer el oro a los demás. Es posible transformar el dolor, lo insignificante, en algo realmente valioso, no sólo para nosotros mismos, sino también para los demás, para aquellos a quienes encontramos en el camino. Podemos salir del estancamiento en el que nos encontramos, si logramos darle respuesta a la pregunta por el sentido de la vida. Cuando nos atrevemos a ser nosotros mismos, la seguridad, necesidad esencial del alma, deja de ser buscada afuera y comienza a ser tomada desde adentro. El niño toma la seguridad de sus padres; una vez que se crece, esa seguridad debe ser tomada de nosotros mismos, de la fortaleza que hay en nuestro interior. El narcisista quiere tomarla siempre de los demás porque, en su corazón, siente que sus padres lo dejaron sólo a muy temprana edad. El dependiente, creyéndose superior, cree que él está seguro, si se dedica a cuidar y complacer a los demás. Ser nosotros mismos significa reconocer que, todo aquello que esperamos de los otros, está dentro de nosotros. Al respecto, escribe Willigis Jäger: “El estado de seguridad se da en un ámbito que está por encima de todo lo que es personal e individual. Somos parte de Algo mayor, de algo más global. Solamente experimentar esto aporta seguridad y confianza, incluso en la enfermedad. Cuando no es posible construir la seguridad en la relación del niño con sus padres, podemos hacerlo desde la Consciencia de Unidad: Dios está en mí y Yo en Él, los dos en Todo. Hoy me rindo a darte las gracias. Gracias por mostrarme que nuestro todo eres Tú. Tú sosteniéndonos en el sufrimiento y llamándonos constantemente a la reconciliación. Tú sencillo y cotidiano y no por ello menos entregado. Siempre Tú, hasta los rincones más oscuros de mi propio engaño. Gracias por entrar a avivar las brasas, aun cuando estoy a puerta cerrada (Fran Delgado sj) Francisco Javier Carmona
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