Vino una mujer al taller de constelaciones de intención. Quería trabajar la relación que tiene con su Padre. En Constelaciones decimos que, el padre es el principio de autoridad desde el que actuamos. Ese principio de autoridad lo aprendimos del Papá. Cuando llegamos a la vida adulta, si queremos conquistar el reino de nuestra propia vida, necesitamos reconciliarnos con el principio de autoridad que nos acompaña desde muy temprana edad. La individuación +significa dejar atrás la padre y a la madre para conectarnos con la vida desde el lugar del adulto. Aquí está la clave del éxito y la realización de nuestra vida. Un maestro sostenía un cuenco entre las manos en el momento en que un discípulo le hizo esta enigmática pregunta: Maestro, ¿cómo poner la piedra blanca en el basurero? El maestro dejó caer el cuenco al suelo y, mientras éste se rompía en mil pedazos, respondió: Así. Añadió el Maestro: El discípulo hace una pregunta intelectual. La piedra blanca sería la realización, la pureza personal, y el basurero sería el mundo, un mundo no evolucionado, por supuesto. ¿Cómo poner nuestra pureza personal en este basurero que es el mundo? Así. Dejando caer el cuenco, De nuevo, el maestro dice: Uno deja de intelectualizar y se entrega al mundo. Creemos que existe una unión profunda y real entre nosotros y el mundo. Todo es mundo. Todo es conciencia.
A medida, que fue desarrollándose la constelación, apareció la niña de 8 años. Esta niña estaba cansada. Tenía muchas cosas qué hacer. Los padres la matriculaban en muchos cursos y tenía que rendir en todos. El papá se sentía orgulloso de tener una hija activa, responsable y destacada. La niña, aunque estaba cansada, también estaba alegre, porque era valorada por su papá. Pasaron los años. Cuando empezó la vida laboral, se echó encima un cúmulo de obligaciones que, poco a poco, la fueron agotando. Hace un tiempo decidió cambiar el estilo de vida, trabajar sin agobio y dejar de echarse encima las responsabilidades de otros. Al realizar el cambio, empezó un desasosiego. El principio de autoridad: ¡hay qué estar ocupado! Le martillaba. A pesar de disfrutar la vida que llevaba, algo en su interior, le acusaba de estar perdiendo el tiempo. El final de la constelación fue abrazar a la parte niña de la consultante y decirle: “Esta bien cambiar el ritmo de vida, está bien dedicar tiempo al descanso, está bien ocuparnos sólo de lo que nos corresponde; ahora, yo te doy la aprobación que antes te daba papá”. El adulto se aprueba a sí mismo, ya no depende de los padres. En el interior de la consultante, una voz amorosa le decía: “Por favor, deja de presionarme y permíteme descansar, hacer las cosas de otra forma”. Cuando aprendemos a apreciar los síntomas, nuestras quejas, con el amor del corazón podemos centrarnos directamente en ellos y escuchar el mensaje que tienen para nosotros. El síntoma aparece para revelarnos a qué situación, pensamiento o relación estamos esclavizados. Una vez que tomamos la decisión de hacer las cosas diferentes, recuperamos la libertad y podemos avanzar, si queremos, en la dirección que nos lleva hacia nuestro destino. Cuando la consultante abraza a la parte de su ser que la molesta, aquella que desde los ocho años hace muchas cosas para ser aprobada y vista por sus padres, entonces encuentra la libertad para hacer las cosas a su manera y entregar a los demás la responsabilidad que les corresponde. Otro consultante vino porque su prosperidad estaba estancada. Apenas inició la constelación, el representante adoptó la postura de un niño triste. Cuando el consultante vio la imagen, de inmediato dijo: “toda la vida evitando esta imagen y regresa justo ahora, delante de todos”. ¡Esto es muy duro! ¿Qué historia se está contando este hombre desde los cuatro años? El corazón responde a las historias que nos contamos. Cuando la narrativa coincide con el corazón, el amor fluye; de lo contrario, el corazón poco a poco se va paralizando y creando una distancia entre nosotros, lo que deseamos ser y alcanzar. Si queremos que el corazón reaccione de otra forma, es importante que aprendamos a contar de otra manera lo que nos sucede. En ambas constelaciones, fue necesario abrazar a la parte vulnerada. Sin contacto con el dolor o el sufrimiento, este permanece y nos hace daño. Nos dice Carolyne Hobbs: “Los síntomas persistentes traen nuestros sentimientos inconsciente a la consciencia”. Con esta expresión, la autora nos advierte sobre la fuerza que tienen sobre nuestros comportamientos, decisiones y maneras de relacionarnos con los demás los sentimientos que intentamos ocultar. Lo que esta debajo de la consciencia, cada vez que puede, toma el control de nuestra vida y la dirige según su parecer. Cuando salimos de la prisión de los sentimientos inconscientes podemos poner fin a nuestros ataques de ira, a los silencios hoscos y a la desvalorización de aquellos a quienes convertimos en enemigos. Dice Carolyne Hobbs: “Cuando nos preguntamos: ¿qué sentimiento está alimentando nuestra historia? Liberamos el cuerpo de su continua necesidad de llamar nuestra atención sobre los sentimientos. Cuando escuchamos lo que pasa dentro de nosotros podemos llevar lo que está en el inconsciente a la consciencia y permitir que nuestras relaciones cambien para bien”. Seguramente, la mujer que se agobia porque ahora trabaja con más serenidad y el hombre que puede reconocer y aceptar que su padre está muerto después de abrazar sus partes vulneradas podrán fluir con mayor libertad en sus respectivos asuntos. La vida es diferente cuando permitimos que el corazón sane y pueda expresar, de igual forma, el amor que lleva dentro de sí. Hace una semana, uno de los estudiantes de la formación en constelaciones familiares dijo al final de la clase: “El trauma vive en mí”. Sus palabras resonaron fuertemente y evocaron las palabras de san Pablo que dice: “Es Cristo quien viven en mí”. Si el lugar de Cristo en nuestra vida está usurpado por el trauma, algo en nuestro interior está desajustado. Curar el trauma es de suma importancia para que el corazón responda como nosotros deseamos que lo haga. El trauma impide que el amor entre a nuestro corazón, habite en él y marque el rumbo de nuestra existencia. Cuando sanamos, el corazón está libre para amar, reconocer y sentir la presencia del otro y de Dios en la vida. Dijeron felices los importantes, los radiantes, los esbeltos, los que exhiben abundancias, los que llegaron primero, los opulentos, los fuertes, los que nunca naufragaron, los que manejan los hilos, los que siempre caen de pie. La vida era una carrera hasta conquistar la dicha reservada a unos pocos. Al escucharlo pensé, qué infeliz soy. Dijiste felices los pobres de espíritu, los frágiles, los que lloran, los rechazados, los abatidos, los golpeados, los que se esfuerzan aunque fracasen, los derrotados que aún confían, los que aman. Un dique se rompió. Miré alrededor. Otros ojos brillaban. El silencio fue sed, y empecé a beber de tus palabras. Había esperanza para las sombras de adentro (José María R. Olaizola, sj) Francisco Carmona
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