La máscara es la personalidad que adoptamos ante los demás, para que nadie descubra el dolor que llevamos por dentro y, que por momentos, parece destruirnos, carcomernos. En la oscuridad, Hawk Moth, busca hacer que los demás entren en desespero y se conviertan en el ejercito que el necesita para apoderarse, a través del caos de las fuerzas de la creación y destrucción que habitan en cada uno de nosotros. En la vida civil, podemos ser diseñadores, psicólogos, médicos, hombres y mujeres al servicio de la vida que, además, buscan como progresar y ayudar a los demás. En la vida civil, podemos ver a una persona amable, simpática, dispuesta a servir e interesada en nuestra vida y en ayudarnos. Cuando estamos desbordados, fuera de nosotros mismos, cuando aparece el Maestro del puño o Hawk Moth, podemos inundarnos de emociones destructivas, carecer de empatía y estar atentos a quien se muestra vulnerable para cargarlo de lo que conocemos como energía oscura. Hace años, vino a consulta un hombre que contaba lo siguiente: la relación de pareja fluye muy bien siempre y, cuando no hable de proyectos que representen éxito personal, profesional o económico. En cuanto hablo de algo que me hace sentir a gusto conmigo mismo, orgulloso de mis talentos, mi esposa se convierte en un ser absolutamente desconocido. Ella empieza a desvalorizar mi trabajo y a calumniar a quienes trabajan conmigo. Termina diciendo este hombre: “siento que ella intenta cargarme de una energía tan negativa y destructiva que lo único que parece desear es que yo me convierta en una persona que no soy. Es como si ella quisiera verme perturbado para estar en paz”
Un día, en una tribu de indios americanos nativos, se acercó al jefe un niño del grupo y le dijo: Jefe, tengo que hacerte una pregunta. ¿Por qué algunas personas son buenas algunas veces, pero malas en otras ocasiones? El jefe contestó: Eso pasa porque tenemos dos lobos en nuestro interior y se pelean entre ellos. Hay un lobo bueno y otro malo. El chico se quedó pensando un rato y luego dijo: ¿Cuál de los dos lobos gana? El jefe respondió: Gana aquel que alimentes. No hay ninguna necesidad de castigar todo el tiempo a nuestro lobo malo, eso no ayuda a la otra parte. En lugar de eso, hay que nutrir al lobo bueno: darle tiempo, conocimiento, comprensión, cuidados, amor. ¿Qué ocurre entonces? Que el lobo bueno se hace más fuerte. Odio, ira, miedo, confusión… alimentan al lobo malo. Amor, alegría, serenidad, claridad… alimentan al lobo bueno. Así que, tenemos que preguntarnos: ¿qué estamos eligiendo hoy? ¿Decidimos alentar el prejuicio o la comprensión? ¿La confusión o la claridad? ¿La guerra o la paz? La fuerza de Hawk Moth está en la manipulación. El mayor anhelo de quien no acepta la vida como es y, termina desbordado emocionalmente, además, de estar convencido que puede controlar, no sólo la propia vida, sino el mundo entero, es lograr que los demás pongan su voluntad al servicio de su causa. Hawk Moth desea controlar el poder de la creación, la pulsión de vida, y el poder de la destrucción, la pulsión de muerte. Hawk Moth escoge a sus víctimas, personas que sufren porque no logran conectar con el valor auténtico de su ser y, que por lo tanto, están atrapadas en ideas de grandiosidad. La desvalorización nos hace vulnerables a caer en las manos de Hawk Moth y a ser akumatizados por sus oscuras intenciones. Hawk Moth se acerca a sus víctimas y las engaña, las hace pensar que se interesa por sus problemas y les da poderes, cuando en realidad, sólo lo hace por su búsqueda de los Miraculous; es decir, de los poderes de la Creación y la Destrucción. Si las cosas no salen como él quiere, pierde la paciencia, amenazando con herir a los villanos que él crea. Si las personas akumatizadas no quieren cumplir el objetivo, él los amenaza con quitarles sus poderes demostrando lo impaciente que él puede llegar a ser. Cada vez que sale derrotado, porque las personas se conectan con las fuerzas sanadoras que hay en su interior, siempre jura vengarse, y aunque se detiene por un tiempo, no pasa mucho tiempo antes de que, vuelva a intentarlo con sus akumas. En cada uno de nosotros existen fuerzas sanadoras que, en la espiritualidad cristiana se conocen con el nombre de ángeles de la guarda o ángeles custodios. Anselm Grün escribe: “Muchas religiones creen en la existencia de un ángel de la guarda personal. La antigua tradición judía creía que, Dios concedía a cada persona un ángel que lo acompañara en sus caminos, desde el nacimiento hasta la muerte y, después de ésta, hasta el paraíso”. Muchos teólogos se burlaron de estas afirmaciones llamándolas imaginaciones fantásticas. El esoterismo aprovecho este rechazo y hoy, nos ofrece oráculos de los ángeles por todos lados. Los ángeles son esas fuerzas que, habitando nuestro interior, nos hacen sentir que siempre estamos acompañados y, cuando los atendemos, nos curan. Jesús nos pone en contacto con nosotros mismos. A través de sus gestos, palabras y actitudes vamos encontrando rasgos que revelan nuestra identidad más profunda, esa identidad que contiene los rasgos de la divinidad que habita, que tiene su morada, en nuestro interior. Clara Malo escribe: “Seguir a Jesús no siempre es fácil. Él mismo nos alerta para que no vayamos a tambalear… Vivimos en un mundo lleno de ambigüedades, confusiones e intereses, donde ser fieles a la verdad, a la justicia, a las propias convicciones y valores tiene un precio. Los conflictos son parte de la vida. Algunos son innecesarios, pero hay otros en los que entramos por fidelidad a Dios y a nuestra conciencia. Son momentos de discernimiento, en donde lo primero que hay que pensar es si Dios nos está pidiendo ponernos de pie para defender algo. Necesitamos abrirnos en honestidad al Espíritu, y confiar en que nos mostrará sus caminos”. Salimos de la vulnerabilidad que sirve de apoyo a las intenciones de Hawk Moth, el dolor que imagina controlarlo todo, en la medida que, nos adentramos en el interior y aprendemos el valor del silencio. Al respecto, escribe Javier Melloni: “El silencio capaz de percibir la esencia sagrada de las cosas también permite percibir la profundidad de las personas. Posibilita un estado de receptividad tanto hacia adentro como hacia afuera, tanto hacia las cosas como hacia las personas. Todo encuentro entre humanos está llamado a convertirse en una teofanía”. Dios que te escondes, en el silencio, para hacer ruido en mi interior. Dios que te haces carne, en el corazón de una niña, para empezar una revolución. Dios que decides hacerte eco, en una aldea perdida, para mostrar tu grandeza. Dios que estás presente, en un trozo de pan, para confundir a los sabios. Dios que te escondes, pero que deseas ser encontrado. Oh Dios de lo escondido, ¿dónde vives? (Jacobo Espinos)Francisco Carmona
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