La neurosis es definida como un patrón de conducta que se repite y altera las relaciones de un individuo consigo mismo y con el entorno. La neurosis refleja la lucha interior que un individuo sostiene consigo mismo. Unas veces, se ve obligado a ser él mismo y no quiere. Otras veces, quiere ser él mismo y no logra el objetivo. Todo esto se envuelve en aire de crisis existencial donde sale a la luz nuestra falta de madurez para resolver cuestiones como el sentido de la vida, la relación con nuestras limitaciones y la muerte. Todo lo anterior, hace que la insatisfacción se apodere de nuestra alma, de nuestras relaciones y del anhelo de vivir en comunión con Dios. Cierta vez, entre las colinas, vivía un hombre poseedor de una estatua cincelada por un anciano maestro. Descansaba contra la puerta de cara al suelo. Y él nunca le prestaba atención. Un día pasó frente a su casa un hombre de la ciudad, un hombre de ciencia. Y advirtiendo la estatua, preguntó al dueño si la vendería. Riéndose, el dueño respondió: ¿Y quién desearía comprar esa horrible y sucia estatua? El hombre de la ciudad dijo: Te daré esta pieza de plata por ella. El otro quedó atónito, pero agradado. La estatua fue trasladada a la ciudad al lomo de un elefante. Y, luego de varias lunas el hombre de las colinas visitó la ciudad y, mientras caminaba por las calles, vio una multitud ante un negocio y a un hombre que a voz en cuello gritaba: Acercaos y contemplad la más maravillosa estatua del mundo entero. Solamente dos piezas de plata para admirar la más extraordinaria obra maestra. Al instante, el hombre de las colinas pagó dos piezas de plata y entró en el negocio para ver la estatua que él mismo había vendido por una sola pieza de ese mismo metal.
Escribe un autor anónimo: “Todos los días, recibo invitaciones a mirarme en el espejo. Me muestra los dientes blancos, rostros sin arrugas, hombres y mujeres que han alcanzado el éxito, relaciones de pareja que irradian alegría. Pero, ¿qué es lo que yo veo? Ya sé lo que veo. Lo de todos los días. Manías, deseos, motivos. Recuerdos, esperanzas. Complejos. Éxitos y fracasos. Vanidad. O autocrítica. Heridas. Ausencias. Buenos y malos momentos. Me pienso con las ideas de siempre. Conozco bien mis palabras. Sé cuáles son sinceras y cuáles no. Sé lo que me gusta de mí y lo que me enerva. En el mapa de mi vida destacan con fuerza unos nombres, y otros se me pasan desapercibidos… si me miro con mis ojos. Si me miro con mis ojos sigo girando, eternamente en torno a mí mismo. (Yo, me, mí, conmigo…)” La neurosis tiene su origen, según la psicología, en llevar adelante una existencia desenfocada de uno mismo y, a partir, de una visión distorsionada de la vida que, en lugar de plenitud, genera malestar, angustia, ansiedad, vulnerabilidad y unos deseos enormes de huir. Según los especialistas, la neurosis puede ser obsesiva, histérica o fóbica. Todas ellas representan una visión equivocada de la vida, de uno mismo y, lógicamente, de Dios. En la neurosis obsesiva, la persona está enfocada en alcanzar un objetivo muy difícil. Los signos que revelan la presencia de este tipo de neurosis son la procrastinación, el control y la duda permanente. La neurosis histérica está fundamentada en la sensación de pérdida que deja un deseo insatisfecho. El signo que revela la presencia de este tipo de neurosis son las decisiones equivocadas que se toman. Se elige siempre en contra de uno mismo, de lo que uno quiere, de su propia felicidad. La persona queda atrapada en el sufrimiento de sus decisiones. Por último, la neurosis fóbica. En este tipo de neurosis la persona evita entrar en contacto con las cosas que realmente le gustan, tiene miedo de aquello que siempre ha deseado y soñado. El miedo, la angustia y la ansiedad se encargan de fomentar una conducta huidiza, evasiva o evitativa. La persona siempre está huyendo de sí misma. En la psicología profunda se considera que el alma, independiente de las condiciones externas, siempre busca alcanzar una meta. Lo anterior, revela que el alma alcanza aquello que hace parte de su imagen interna, lo que está en coherencia con ella misma y una vez que se encuentra reconciliada con su destino y con Dios. Dice Jung: “Saber que el alma es quien busca la meta me liberó de la preocupación de que fuera yo mismo la única causa de un proceso psicológico impropio. El tratamiento de la neurosis, según Jung, está más allá de los conocimientos médicos. La dirección de la cura está enfocada en trabajar la percepción equivocada que tiene la persona de sí misma, de los anhelos de su alma y de la vida. También es importante tener presente la estructura de personalidad, la conexión que la persona tiene con el sufrimiento porque éste, la mayoría de las veces, actúa como cortafuegos del proceso. Finalmente, la conexión del sujeto con el sentido ultimo de su vida donde necesariamente nos encontramos con Dios, con la experiencia numinosa. El trabajo que nos conduce a la reconciliación con nosotros mismos, a dejar a un lado la resistencia a asumir nuestro destino, implica la buena disposición a aprender, interiorizar y amar la esencia del alma y sus profundidades. La sospecha sobre lo que ocurre en el alma es un intento del Ego por sabotear el trabajo que se hace y, también, por esconder su ignorancia. La mayoría de los que desconocen el alma tienden a descalificar a quienes se han dedicado a dicho conocimiento. El conocimiento que proviene de la experiencia, de la contemplación sin prejuicio de los fenómenos, nos enseña Husserl, es tan valido como el que proviene de la medición y la comprobación estadística. Para acceder al alma, es necesario contemplarla, asentirla y acogerla así como ella es. Haciendo referencia al trabajo terapéutico con el alma, Jung señala: “Nadie puede tocar el fuego o el veneno sin que por lo menos quede alterada alguna parte menos resistente del cuerpo. Y lo cierto es que el verdadero médico nunca está al margen de la enfermedad del paciente, sino metido en ella”. Nadie puede dedicarse a curar el alma sino implica su propia vida y existencia en el mismo proceso. El que cura también está comprometido en curarse a sí mismo; de lo contrario, terminará arrastrando al consultante hacia su propia oscuridad y vacío convencido, además, de que lo está salvando y ofreciéndole la solución adecuada. El Evangelio es tajante cuando dice: “Un ciego no puede guiar a otro ciego porque ambos caerán en un hueco profundo”, añado, haciendo que el daño sea aún mayor. En la relación terapéutica, tanto el consultante como el terapeuta están invitados a apuntar hacia la Totalidad. Siguiendo la línea de pensamiento de Jung, podría decir: En el trabajo terapéutico estamos invitados a apuntar a esa Totalidad oculta y, sin embargo, muy presente siempre en los anhelos del alma. La Totalidad representa aquello que es más grande de lo que puede llegar a ser el hombre que, liberado de la angustia, asume con libertad su destino; es decir, deja de luchar y de huir de sí mismo. Recordemos que, la senda que nos lleva al destino está constituida por rodeos y parajes intrincados, oscuros e incomprensibles. La Totalidad que el alma busca, no se encuentra en los discursos racionales, filosóficos o teológicos y, menos aún, en las especulaciones del sentido común. La Totalidad que el alma busca se encuentra, como dice Santa Teresa, en el interior del Castillo, en la recamara donde somos conducidos embriagados de amor para ser uno, con el que desde siempre nos amó. Agotado ya de mis manías, mis torpezas y mis miedos, mis complicaciones y mis discursos… agotado de ponerme al centro. Agotado de que antes de intentar levantar el vuelo ya me haya tropezado y enredado en mis cosas de siempre. Agotado vengo hoy a Ti. Esta vez rendido. Ya ni queriendo volar, sino como dejándome caer hacia ese vacío del que sé que sólo Tú me recogerás. Ciego como Bartimeo, con la garganta que me arde, exhausto de gritar. Te grito a Ti. Pocas certezas me has regalado en esta vida. Una es que mi grito sordo entrelazado con mi propio amor, querer e interés espera volver a Ti. Vengo y grito con el eco de todos los que han hecho de mí el que soy y ojalá que con la estela de quienes hayan escuchado Tu Nombre desde los agujeros de mis corazas. Agotado, hoy llego rendido a Ti y noto que quien pone casa para juntarnos a todos a la mesa vuelves a ser Tú (Fran Delgado sj) Francisco Javier Carmona
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