El corazón es nuestra mayor fuente de sabiduría. Si queremos conversar con el corazón, tenemos que descender a lo profundo, al lugar de las voces agresivas con las que, el Ego intenta impedirnos dicha comunicación. Mientras prestemos oído atento a las narraciones del Ego, difícilmente, podemos estar en paz y actuar con sabiduría. El Ego es la parte inmadura de nuestra personalidad. Se niega a aceptar la vida como es. Sigue aferrado a las expectativas. Nos presiona a seguir sus narraciones. Me pregunto: ¿qué historias le cuenta el Ego a la persona que vigila a su pareja, a la persona que abusa de un menor, a la persona que se presenta ante los demás como un ser honesto y se queda con sus recursos, al que engaña, al que ataca a los que piensan diferente? A través de los síntomas, el alma y el corazón intentan hacerse escuchar. Los verdaderos sentimientos están ocultos debajo del pedestal del Ego. A constelaciones llegan, con frecuencia, personas que desean constelar a su mamá, a su papá, a sus hijos, a sus compañeros porque los responsabilizan de su infortunio, de su parálisis económica o del fracaso en las relaciones de pareja. Después de realizar la constelación, las personas descubren que el origen de su síntoma estaba más allá de su narrativa inicial. Atreverse al encuentro interior permite que descubramos las verdaderas necesidades y razones que alimentan nuestras reacciones.
Un águila, abatiéndose desde lo alto de una roca, arrebató un cordero al pastor, y un grajo que lo había visto, por envidia, quiso imitarla. Y, lanzándose con gran estruendo, se precipitó sobre un carnero. Enredadas sus garras en los mechones de lana, batía las alas sin poder elevarse, hasta que el pastor, percatado de lo sucedido, echando a correr, lo cogió y, habiéndole cortado la punta de las alas, al caer la tarde, se lo llevó a sus hijos. Al preguntarle éstos qué pájaro era, dijo: Según yo sé con certeza, un grajo; según cree él, un águila. Es importante aprender a descubrir el sentimiento que nutre las historias que el Ego nos cuenta y con las cuales nos esclaviza, tomándonos a su servicio; es decir, inspirándonos a reaccionar con violencia, críticas y desvalorizaciones hacia los demás. ¿Qué sentimiento escondido hay en el corazón de aquella pareja que, cuando visita el lugar de trabajo de su conyugue, sale desvalorizando el lugar y a los colaboradores? ¿Qué sentimiento escondido hay en el corazón del que mira con recelo el computador de su pareja, como si quisiera revisar cada línea del texto que aparece en la pantalla? ¿Qué sentimiento escondido hay en el corazón de aquel que, constantemente trata a su pareja como un enfermo porque le pide compromiso en la relación? Una vez que descubrimos el sentimiento escondido, algo comienza a ser diferente en la vida. Hace poco, vino a Constelaciones Familiares una mujer que deseaba constelar la relación con su hija. Según la consultante, la hija era sumamente grosera y descortés con ella. A medida que la constelación se desarrolló, vimos que la mujer humillaba a su esposo, porque no tenía el nivel intelectual y económico que ella ostentaba. La hija, en solidaridad inconsciente con su padre, le mostraba a la madre el descontento que tenía en su corazón por el trato que recibía su papá. No podemos pretender humillar o maltratar a los miembros del sistema y, creer que todo sigue igual. Nuestros actos tienen repercusiones sobre los demás miembros del sistema. Lo que está oculto en la relación madre- hija es la necesidad de respetar al esposo y al padre. También vino una mujer diciendo que, desea darle una participación accionaria al asesor de su empresa. Según ella, el asesor hizo un gran trabajo y cobró unos honorarios muy bajos. Cuando le preguntó, si la propuesta nace de un deseo de justicia o de un enamoramiento, la persona se sonroja y permanece en silencio. La necesidad de esta persona es clara, no quiere hacer justicia sino atraer, seducir, al asesor. Cuando obramos desde el desorden afectivo, aunque el Ego nos cuente historias verdaderas y justas, vamos camino hacia el conflicto. El amor para ser auténtico tiene que nacer sin presiones y, mucho menos, de tipo económico. El amor que se compra, termina siendo una victoria del Ego. Para que el corazón se manifieste libremente, es necesario liberarlo del desorden emocional que el Ego crea. Muchos de nosotros, en la infancia, tuvimos que cerrar el corazón para poder seguir avanzando en la vida. Después, tuvimos que enfrentar el dolor que llevábamos guardado, si queríamos llevar una vida diferente. Nadie cambia, si primero, no resuelve aquello que esta sepultado debajo del trono del Ego. Si bien el Ego nos ayudó a conseguir muchas metas, especialmente, en la primera mitad de la vida, también es cierto que, en la adultez, se convierte en el mayor obstáculo para nuestra felicidad. El Ego que nos ayudó a conseguir una buena fortuna económica es el que nos envía a una clínica de reposo cuando nos preguntamos: ¿Para quién será todo lo que conseguí, cuando yo muera? Nos hicimos ricos para conseguir un lugar en la sociedad. Después, nos damos cuenta que, lo que un día nos dio seguridad, hoy nos vuelve inseguros y nos arrebata la tranquilidad, la alegría y la capacidad de disfrute. Llega un momento, en el que nos vemos obligados a preguntarnos: ¿qué sentimientos habitan nuestro corazón, qué historias estamos alimentando? Identificar los sentimientos ocultos permiten que nuestras decisiones y acciones sean correctas, ajustadas a la realidad y al propio destino. Donde hay desorden afectivo también hay miedo, inseguridad e incertidumbre. En cambio, donde el amor fluye porque hay orden, siempre hay confianza y certeza, dos cosas que, cuando acompañan al corazón, le permiten experimentar una conexión profunda no sólo consigo mismo, sino también con Algo más Grande. Actuar con sabiduría, hace que el corazón se encuentre en paz y dirija bien nuestro destino. Que no te vea, Señor, solo en lo pobre. Que no te vea, Señor, solo en la sabiduría. Que te vea, en todo y en todos, sin hacer excepción. Que te deje entrar en mi sencilla habitación, muchas veces desordenada, sucia y vacía. Transfórmame por dentro, conduce mi corazón por el camino de la vida, una vida que se presenta apasionante, llena de Ti y de otros. Necesito de la alegría de saberte nacido, de saberte conmigo, para poder ser esperanza en medio de un mundo tan vacío de ella. Conviérteme, Señor a tu pobreza, sencillez y misericordia. Yo, te espero con mi humilde pesebre, y te lo ofrezco para que nazcas en él. Solo te pido que no dejes de mirarme. Solo quiero ver tu sonrisa de niño. Solamente, Señor, no me dejes solo (Pablo Sánchez) Francisco Carmona
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