San Juan, hablando sobre la identidad de Jesús, dice: “Vino la Luz al mundo”. Después, comenta: “El mundo rechazo la Luz porque prefirió vivir en tinieblas”; sin embargo, los que se atrevieron a recibir esa Luz descubrieron que eran Hijos de Dios. Estamos frente a un doble reto: conocer e integrar nuestra oscuridad y conocer a Jesús y dejar que su vida ilumine la nuestra. Las tinieblas en la Sagrada Escritura son la confusión, la desorientación, la falta de dirección en la vida y la perdición. Amanecía. Una mujer muy santa se estaba dando un apacible baño totalmente desnuda. De repente, un yogui vino a darle un recado y la sorprendió en su desnudez. Desconcertado y sorprendido, se dio rápidamente media vuelta y se dispuso a alejarse de la mujer, pero ella le reprendió en los siguientes términos: ¿Por qué te vuelves? Si me pudieras ver como a las vacas pastando en los campos, también desnuda, no tendrías necesidad de marcharte. Si no te comportas con naturalidad al verme desnuda, es que todavía haces diferencia entre tú y yo; todavía estás atrapado en la dualidad y el deseo. El yogui comprendió en profundidad la verdad que brotaba de los sabios labios de la mujer, se puso ante ella de rodillas y comenzó a exclamar: !Madre, madre, madre!
San Agustín, escribe Laurence Freeman, creía que las personas no deseaban suficientemente la felicidad. El nivel de disfunción emocional es cada vez mayor entre nosotros. Una realidad que exige de nosotros una comprensión mayor tanto en lo espiritual como en lo psicológico de lo que realmente deseamos. La oscuridad es el aspecto de nuestra psique que bloquea nuestra felicidad y anhelos más profundos. Sí lográramos integrar la oscuridad y permitiéramos que el amor la iluminará, seguramente, la sensación de plenitud tendría mayor cobertura sobre nuestra alma. La dificultad para vivir en la luz integrando la oscuridad se encuentra en el afán de mostrar ante los demás que tenemos una vida perfecta, que no nos sucede nada que nos conecte con la vulnerabilidad e impotencia. La oscuridad comienza cuando, en lugar de llevar la vida en la dirección justa, el camino del amor, nos dejamos arrastrar por las heridas y desordenes afectivos que llevamos en el corazón. Es muy fácil que, al desconocer nuestra realidad interior, muchas de nuestras decisiones terminen abriendo el portal para que entremos en el sufrimiento y la infelicidad antes que, en la felicidad y la plenitud. No todo lo que surge en nuestro corazón proviene del amor. El pecado que habita en nosotros también tiene voz y voto en la dirección de nuestra vida. Los pensamientos equivocados conducen al alma hacia el abismo. Muchos de nuestros actos están cubiertos más por la oscuridad que por el amor. Basho dice: “No trato de seguir los pasos de los hombres de antaño; sólo deseo encontrar lo que ellos con tanto esfuerzo y, a través de tanta oscuridad, buscaron” Todo camino espiritual está llamado a pasar del Ego, la superficialidad, a la profundidad, la conexión con nuestro Yo profundo que, es la conexión con nuestro centro y con la Fuente de todo. Los fariseos creían que el camino hacia Dios pasaba por la observancia estricta de la Ley. Todos terminaron esclavos y enceguecidos hasta el punto que no supieron reconocer en Jesús al Hijo de Dios. Jesús, en cambio, nos muestra que el amor es la fuerza que libera el corazón y la lleva a la verdad. Escribe el Papa Francisco: “La misión de Jesús es llevar la luz. Y la misión de los apóstoles es llevar la luz de Jesús. Iluminar. Porque el mundo estaba en tinieblas, en la confusión. Pero el drama de la luz de Jesús es que ha sido rechazada. Lo dice Juan claramente al principio del Evangelio: Vino a los suyos, más los suyos no lo recibieron. Amaban más las tinieblas que la luz” (cf. Jn 1,9-11). Acostumbrarse a las tinieblas, vivir en las tinieblas: no saben aceptar la luz, no pueden; son esclavos de las tinieblas. Y esta será la continua lucha de Jesús: iluminar, llevar la luz que hace ver las cosas como están, como son; hace ver la libertad, hace ver la verdad, muestra el camino por el que ir, con la luz de Jesús. (…) Jesús mismo, la luz, dice: Ten valor: déjate iluminar, déjate ver por lo que tienes dentro, porque soy yo quien te lleva adelante, para salvarte. No te condeno. Yo te salvo (cf. v. 47). El Señor nos salva de nuestras tinieblas interiores, de las tinieblas de la vida cotidiana, de la vida social, de la vida política, de la vida nacional, internacional... Hay muchas tinieblas interiores. Y el Señor nos salva. Pero nos pide que las veamos primero; tener el valor de ver nuestras tinieblas para que la luz del Señor entre y nos salve” El camino espiritual nos exige integrar la mente y el corazón, a nuestra naturaleza superficial con la profunda. La verdadera experiencia espiritual nos ayuda a descubrir e integrar las partes olvidadas, fragmentadas y rechazadas de nuestro ser. Para cumplir las expectativas de perfección, es necesario mutilar muchas partes de nuestra alma que, según la conciencia del Ego, no coinciden con nuestro afán de vernos y mostrarnos como seres que no tienen ninguna dificultad ni con su vida ni con los demás. Cuando deseamos llevar Luz a nuestra vida, lo primero que tenemos que enfrentar es el dolor de las pérdidas que, curiosamente, nosotros creamos, para poder satisfacer al Ego. Pero, no todo es dolor. Una vez que pasa la intensidad de la culpa por todo aquello que sacrificamos, curiosamente, no para vivir en la profundidad sino en la superficie e inautenticidad, va apareciendo la alegría que produce recuperar aquello que dábamos por perdido. Una vez que, dejamos que la Luz, la comprensión, entre a nuestra vida, el camino se allana y, poco a poco, la alegría vuelve a ser el brillo característico del alma. Nadie camina hacia la Luz si antes no experimenta la reconciliación consigo mismo. Estar en paz con lo que somos, tanto en la luz como en la oscuridad, es el primer paso para que el amor de Cristo actúe como árbitro en nuestra vida. La mentalidad del pecado nos arrastra y no sólo nos hace pasar por el dolor sino que nos convence de que nuestro actuar es el único correcto. Escribe Kim Nataraja: “El único mapa fiable para caminar en medio de la oscuridad proviene de la experiencia que nos compartieron los que recorrieron los mismos valles por donde ahora transitamos nosotros. La verdadera sabiduría consiste en acoger la vida, en celebrarla y compartirla desde la autenticidad que nos regala descubrir que, hay mayor riqueza en amar y perdonar que, en odiar y buscar venganza. No te encuentro si te busco a las apuradas tratando de abarcar todo con la mirada. No te encuentro si te pongo tiempos, límites absurdos que me separan de ti. Está claro que tu tiempo es otro, el de lo lento, el del sentir. No se gusta de un paso al otro, extraña conjetura en la que nos metimos los seres hace tantos siglos. Te encuentro cuando respiro más despacio y me dejo acariciar por el suelo que me has dado. Te encuentro en la luz que atraviesa las hojas temprano en la mañana donde la vida se despierta al sonar de las campanas. Te encuentro cuando dejo de querer poseerlo todo, de querer tomar memoria de todo, cuando dejo de pensar que te puedo guardar en una caja de vidrio y metal. Te encuentro cuando me dejo sentir sin espacio, sin tiempo, sin querer personal. Te encuentro cuando soy, de vuelta yo, la misma. Y todo el tiempo te encuentro diferente. Me doy la vuelta y el árbol que eras ya está echando flores y raíces fuertes. La luz que dabas a aquellas pequeñas hojas ya está apuntando a otra dirección. Y, es ahí, cuando me doy cuenta de que eres novedad todo el tiempo. Y, es ahí, cuando me doy cuenta de que jamás te podré poseer porque tú ya me tienes (Sarah Elizabeth Müller)Francisco Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Visita los canales de podcast en la plataforma de spotify y reproduce todos los episodios.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|