A veces, el alma nos invita a dejar a un lado lo alcanzado, lo habitual y lo acostumbrado para ir detrás de lo que parece inalcanzable, inabarcable e incomprensible. La activación del arquetipo del peregrino obedece a una necesidad del alma de abandonar aquello que, aunque le ha dado sentido a la vida, está llegando a su final. La vida está compuesta por etapas y, aunque nos cueste, es necesario sabernos ir, desprendernos y abrirnos a la novedad que los cambios traen. Érase una vez un sufí a quien se le acercó un erudito de una devoción incomparable, célebre por el meticuloso cumplimiento de sus deberes externos. este hombre le dijo al sufí: Observo que no se te ve en las oraciones públicas. Así es - respondió el sufí. El hombre continuó: Vistes ropas corrientes y no las túnicas de varios colores que utilizan muchos sufíes. Cierto. Y no te reúnes con otras personas para debatir acerca de la espiritualidad; raramente te vemos con un rosario en la mano. Nunca te refieres a los grandes maestros, y en apariencia no te atraen las personalidades santas - prosiguió el hombre. Cierto, muy cierto confirmó el sufí ¿Puedo preguntar por qué? El sufí respondió: porque ocuparme demasiado en tales cosas interferiría con mis actividades espirituales.
A Diario, encuentro personas que, sabiendo que las cosas andan mal en su vida, prefieren continuar con el malestar porque no quieren volver a comenzar. El viejo refrán es “mejor malo conocido, que bueno por conocer” parece ser el guión de vida para muchos. A constelaciones, vino una mujer, su relación de pareja está llegando a su fin, ella quiere saber si hay algo que pueda hacer para salvar la relación. Cuando preguntamos por el motivo responde: desde hace cuatro años, parecemos hermanitos. Al comenzar la relación pusimos la pareja y frente a ella a la sexualidad. El primer movimiento de la sexualidad fue mirar hacia el suelo. De inmediato, preguntó: alguien significativo murió? La mujer responde: hace cuatro años murieron mis padres. En ese momento, la sexualidad se arrodilla ante los representantes de los padres muertos y, curiosamente dice: “¡ya todo acabo para mí!” pregunto: ¿qué significa esta expresión? La mujer responde: mis padres eran todo para mí y, al morir ellos ya no quiero nada con nadie, ni siquiera conmigo misma. En ese momento, la representante de la mujer le da la espalda al esposo. La Sagrada Escritura nos recuerda: “En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: ¿Es lícito a uno repudiar a su mujer por cualquier motivo? Él les respondió: ¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Cuando le habló a las mujer de estas palabras, su respuesta fue: “¡Lo sé, no me interesa, primero están mis padres!” Para Constelaciones, para que el amor fluya es necesario que haya orden. Sin orden el amor no fluye. También se dice en constelaciones que la arrogancia es la fuerza que crea el desorden en las relaciones y en los vínculos. El arrogante cree que él puede cambiar el curso de las cosas. Además, está convencido de que, Dios y el universo están a su servicio. El arrogante se aferra a su imagen porque teme su debilidad e impotencia. Nadie puede conocerse a sí mismo y a Dios mientras haya desorden en su corazón. La vida invita a salir de lo habitual porque nos ama como somos y, mientras permanecemos en el caos emocional, la verdad sobre nosotros mismos, se desdibuja. En el libro decir Sí a la vida Joan Garriga escribe: “Me asombra encontrarme a veces con personas que quieren hacer una constelación familiar pero no trabajar consigo mismas. Me resulta un contrasentido. El valor de una constelación como herramienta de trabajo terapéutico se determina por el proceso de transformación y trabajo interior que impulsa. No es algo cerrado en sí mismo; más bien se trata de una sinfonía inacabada que irá dictando nueva música si trabajamos con nosotros mismos. Creo que en algunas personas existe la idea infantil, dirigida aún por el niño tiránico y profético, de que la constelación (o cualquier otra experiencia terapéutica) hará el trabajo sin que uno tenga que hacer nada. Incluso a veces la pretensión es mucho más acrobática: Mira, yo quisiera cambiar esto porque no me va bien en la vida, pero ¿no podría hacerse sin que tuviera que cambiar nada en mí?”. Salir de lo habitual, de las imágenes distorsionadas de nosotros mismos para ir a la vida y realizar en ella nuestra identidad profunda exige romper lealtades. Dice Joan Garriga en dialécticas del viaje de la vida: “¿Sentimos el permiso en nuestro cuerpo para elegir la dicha?, ¿qué se opone a que yo pueda elegir la dicha para mí?, ¿a quién fallaría? Si hiciera crecer este permiso para permitirme más dicha y vivir lo que es bueno para mí, ¿a quién sería desleal?”. La vida nos pone a elegir con quien vamos a ser desleales: ¿con los demás o con nosotros? Cuando nos traicionamos a nosotros mismos pagamos un precio muy alto. Nos damos cuenta por el vacío que llevamos con nosotros a donde vamos. La vida nos llama y, a nosotros nos corresponde la respuesta. Danos tu Espíritu, Señor. Donde no hay Espíritu, no puede brotar la vida. Danos tu Espíritu, Señor. Donde no hay Espíritu, lo único posible es el miedo. Danos tu Espíritu, Señor. Donde no hay Espíritu, aparecen los fantasmas. Danos tu Espíritu, Señor. Donde no hay Espíritu, la rutina lo invade todo. Danos tu Espíritu, Señor. Donde no hay Espíritu, no podemos reunirnos en tu nombre. Danos tu Espíritu, Señor. Donde no hay Espíritu, se olvidan las cosas esenciales. Danos tu Espíritu, Señor. Donde no hay Espíritu, no puede haber esperanza (Rezandovoy)Francisco Carmona
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