Una de las cosas más curiosas, que he visto en las costelaciones, está relacionada con la enfermedad como resultado de la desconexión espiritual del consultante. Podemos afirmar que, el órgano enfermo, la mayoría de las veces, está relacionado con el asunto que no se ha resuelto. Pues bien, en este caso, el malestar impide llevar una vida sexual tranquila. Si tomamos la sexualidad, como la fuerza que nos conecta con la vida, podríamos decir, en este caso específico que, donde nos desconectamos de la Fuente principal de la vida, también nos desconectamos de aquello, que está al servicio de la transmisión del gozo y de la vida misma. Sin darnos cuenta, podemos, a través de la enfermedad, hacer que, los que nunca tuvieron que ver con las experiencias de dolor que llevamos en el corazón, paguen por aquellos, con los que, realmente, estamos en conflicto. Así, una pareja tiene que soportar la pataleta que, desde niños, venimos haciéndole a nuestros padres. Escribe Byung: “La crisis actual de la religión no puede atribuirse simplemente al hecho de que hayamos perdido toda fe en Dios o a que nos hayamos vuelto desconfiados con respecto a determinados dogmas. En un plano más profundo, esta crisis apunta a que estamos perdiendo cada vez más la capacidad contemplativa. La creciente obligación de producir y comunicar dificulta la pausa contemplativa. La religión exige un tipo de atención particular”. La experiencia espiritual, vivida y celebrada, es la ayuda adecuada para unir aquello que en nosotros esta disociado o fragmentado.
Cada uno de nosotros, es el mismo tiempo, capaz de fluir en total atención y conciencia o de sustraerse a las cosas. Y eso es todo lo que necesitamos hacer: entregar una atención total, permisiva y amorosa absolutamente a todo lo que vemos en nuestras mentes, en nuestros cuerpos, en nuestro medio ambiente, en otras personas. La expansión en el amor es algo que cualquier ser del universo puede hacer en cualquier momento. Una conciencia dispuesta nos llevará al cielo, una actitud amorosa nos hará libres. Nada más controla nuestro destino. El comportamiento malo o bueno es algo secundario. Cualquier cosa que hagas, ámate a ti mismo por el mero hecho de hacerla. Cualquier cosa que pienses, ámate por pensarla. El amor es la única dimensión que debe ser modificada. En la tradición religiosa existe el símbolo del fuego sagrado. La particularidad de este fuego es, según la tradición, aquella fuerza que desciende del cielo para iluminar la oscuridad que crea la muerte. Este fuego viene a devolver la vida a quienes han muerto confiando en la compasión divina. En la antigüedad, la custodia de este fuego estaba bajo la responsabilidad de las vestales, mujeres que consagraban su vida a la diosa protectora del hogar, la comunidad y de la fidelidad familiar. Analógicamente, podemos decir también que, el fuego sagrado está representado en la sexualidad. De ahí que, en las diferentes espiritualidades se insista en el carácter sagrado de la relación sexual y, se invite, constantemente, a vivir la sexualidad dentro del orden, la fidelidad y el respeto por sí mismo y, por el otro. Donde la sexualidad pierde su carácter sagrado, la custodia de la vida familiar o comunitaria se hace muy difícil. En la vida religiosa, por ejemplo, el voto de castidad está al servicio de la vida comunitaria, a través de este voto, se conserva la vida fraterna. Si el voto de castidad desapareciera, la vida en común dejaría de existir porque ya no sería posible vivir como hermanos. Un dato muy interesante, quienes juzgan la vida sexual de sus padres, aquella fuerza que dio origen a nuestra vida, terminan tan implicados que, su propia vida sexual se ve seriamente afectada. En constelaciones, se puede ver como algunos trastornos de la vida sexual están ligados al menosprecio hacia los padres. El amor de los padres es el fuego que hace sagrada la vida familiar. El fuego sagrado, una vez que desciende desde el cielo, devuelve la vida, a quienes la muerte ha intentado condenar a vivir en el valle de las sombras o en la oscuridad total. Vivir en el sepulcro significa simbólicamente vivir aferrados a los recuerdos dolorosos y, por decirlo de alguna forma, complacernos en alimentar dichos recuerdos, sin darnos cuenta que, terminamos haciéndonos daño y dañando a quienes nada tienen que ver con lo que nos sucedió. La vida se va perdiendo, lentamente, entre el rencor, el desenfreno, la deslealtad y la inmadurez para vivir la vida de pareja o comunitaria. Es bien curioso que, desde tiempos inmemoriales, el fuego sagrado sea custodiado por mujeres, en primer lugar, y hombres, en segundo lugar que, han consagrado su sexualidad a custodiar la luz que viene de la divinidad. Un servicio tal, muestra la historia, sólo puede ser prestado en total exclusividad y, sin compromisos que aparten o alejen de dicha tarea. La custodia del fuego sagrado sólo es posible llevando una vida contemplativa. Señala Byung que hoy, el alma no ora, el alma produce. Debido a la hiperactividad que gobierna al alma, se perdió la capacidad contemplativa, la que permite amar siendo y dejando ser. Hoy, se ha perdido la atención en lo fundamental. La crisis de religión es una crisis de atención, no hay tiempo porque las tareas y, sobretodo, los resultados, apremian. La vida activa impide el acceso a la escucha, a la atención y a la presencia. Hoy, las personas, con la excusa de la cantidad de obligaciones que tienen, se ausentan de la familia, de sí mismos. Schleiermacher señala que la esencia de la experiencia religiosa y espiritual es la contemplación. Producción y contemplación se oponen la una a la otra. En la constelación sobre la enfermedad que, impide la relación sexual sana, el consultante manifiesta un rechazo abierto a la idea de Dios. Muchos saben, en lo más interno de su ser, que admitir que existe una fuerza que nos abarca a todos, deja sin sentido el sufrimiento, el deseo de ser el centro de atención y los deseos de venganza y humillación. Reconocer a Dios como el fundamento de las cosas que dan sentido a la existencia como el amor, la reconciliación, el compromiso y la lealtad hacen posible el cuestionamiento a nuestras conductas autodestructivas. Para desconectarse del Ser superior, el afán de prestigio y de producir son buenos escudos. Cuando la mente se aleja de Dios, busca refugio en objetos que, de alguna manera, nos permitan sentirnos vivos. En estas condiciones, la enfermedad es una buena ayuda para vivir centrados en nosotros y, distantes de Dios, de nuestras necesidades de afecto y de los demás. Hoy, Creador del Universo, te pedimos que abras nuestro corazón y nuestros ojos para que podamos disfrutar de todas tus creaciones y vivir en amor eterno contigo. Ayúdanos a verte en todas las cosas que percibimos con los ojos, con los oídos, con el corazón, con todos nuestros sentidos. Permítenos percibir con los ojos del amor a fin de descubrirte dondequiera que vayamos y que te veamos en todas tus creaciones. Permítenos verte en cada célula de nuestro cuerpo, en cada emoción de nuestra mente, en cada sueño, en cada flor, en cada persona que conozcamos. No puedes esconderte de nosotros porque estás en todas partes y somos uno contigo. Permítenos ser conscientes de esta verdad. Permítenos ser conscientes de nuestro poder para crear un sueño del cielo en el que todo es posible. Ayúdanos a utilizar nuestra imaginación para que guíe el sueño de nuestra vida, la magia de nuestra creación, a fin de vivir sin miedo, sin enfado, sin celos, sin envidia. Ilumínanos para seguir, y permite que hoy sea el día en que finalice nuestra búsqueda del amor y de la felicidad. Permite que hoy suceda algo extraordinario que cambie nuestra vida para siempre: permite que todo lo que hagamos y digamos sea una expresión de la belleza que reside en nuestro corazón, que se fundamenta en el amor (Reflexiones diarias) Francisco Javier Carmona
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