El camino de la realización personal comienza cuando entramos en contacto con el verdadero fundamento de la vida, del alma. Thomas Moore, en el libro el cuidado del alma, señala que, el mal del siglo XX es la pérdida del alma. Esa pérdida del alma se ve reflejada en el vacío existencial, la depresión, la angustia y ansiedad, el miedo y la desorientación en la identidad. En su ensayo la civilización del espectáculo, Mario Vargas Llosa señala que, “los valores que hoy predominan son el entretenimiento y la diversión”. Cada día, señala Vargas Llosa, la vida se vuelve mediocre, aburrida y el sin-sentido nos va acercando a la muerte y alejando de la vida y, también del gozo que produce una existencia auténtica. Sin lugar a duda, el Siglo XXI será el tiempo de la reconciliación de la cultura con el alma, con la vida interior. De hecho, es notorio el interés que, comienza a despertarse por la vida mística, el silencio, la contemplación, la oración y la meditación. Todavía hoy, muchos miran con recelo la experiencia religiosa. Lo hacen desde el prejuicio y, obedientes a éste, se resisten a una experiencia de encuentro con Dios. Quienes intentan acercarse a la experiencia de Dios, quieren hacerlo desde la intuición y, como advierte Caroline Myss, en el libro las siete moradas, no todo lo que proviene de la intuición es verdadero o manifestación de la divinidad. Muchas veces, en nuestra intuición, encuentran un espacio propicio para manifestarse nuestros complejos y aquellos asuntos no resueltos con la vida, con los padres o con nosotros mismos. De ahí que, muchos mensajes que se transmiten, dejan ver claramente el conflicto psíquico donde tienen su origen. En el mencionado libro, la autora escribe: “Una espiritualidad basada en la intuición es una espiritualidad falsa. La intuición no es una fuerza espiritual sino una habilidad práctica que puede desarrollarse junto al Ego y lejos del alma. La intuición puede ser un paso hacia una espiritualidad auténtica, pero no es una práctica espiritual en sí misma”.
En el siglo X, el eminente monje Fa-Yan dirigía un templo budista que se alzaba cerca de una ciudad del sur de China. En ese mismo templo vivía el honesto monje llamado Tai-Quin, que era despreciado por ser un poco descuidado. Una vez, después de las oraciones diarias, Fa-Yan preguntó a sus hermanos de monasterio: Si un tigre aparece con una campanilla atada al cuello, ¿quién podrá desatarla? Todos se quedaron perplejos, pues desatar la campanilla del cuello del tigre sería una temeridad. El tigre es una animal muy temido en aquellas latitudes. Es imposible que una persona pueda acercarse a su cuello para quitarle un cascabel. Por este motivo, aunque pensaban y pensaban, nadie se atrevía a dar una respuesta válida. En ese momento, entró el monje Tai-Quin, y el eminente religioso repitió la pregunta. El monje que acababa de entrar respondió con la punta de la lengua: la campanilla debe ser desatada por quien la hubiera atado. Esta frase se tornó en un proverbio para el pueblo, por eso en China la gente no dice: Debe resolver el problema quien lo creó, sino que utiliza el dicho: la campanilla debe ser desatada por quien la ha atado. Para llegar al auténtico fundamento del alma, es necesario contar con nuestras necesidades, emociones, ansiedades, desordenes afectivos, heridas sin sanar, experiencias traumáticas, mecanismos de sobrevivencia, la sensibilidad y, el deseo de entrar en comunión con algo más grande que nosotros mismos, que nos conduzca a la verdad sobre nosotros mismos. Escribe Anselm Grün: “El que nunca llega al fundamento, el que no tiene claros los cimientos sobre los que desea construir su vida, construye su casa sobre arena, no sobre roca firme. En la arena de las ilusiones, del reconocimiento y valoración de los demás, en la arena de los recursos ficticios todo se vuelve un mundo de ilusión y fantasía que, cuando se esfuma, deja una gran sensación de vacío y fracaso que, al alma le cuesta entender y superar” La tranquilidad no se alcanza consumiendo medicamentos ni alucinógenos. Lo que ambos nos ofrecen es momentáneo, después, tenemos que volver a ellos, al final, descubrimos que somos dependientes. La tranquilidad que nos ofrecen tiene un precio muy alto, si nos descuidamos no somos capaces de alejarnos de ellos. Quien huye de sí mismo, se acostumbra a hacerlo y, después, le cuesta mucho hacerlo de otra manera. Sucede igual con aquellos que alteran la consciencia para obtener información del inconsciente. Todo acto de consciencia está llamado a realizarse en consciencia; de lo contrario, corremos el riesgo de escuchar voces ajenas al alma y, también al corazón. El contacto verdadero con el alma nos da la paz que anhelamos. Es yendo al interior, buceando en las profundidades del ser, donde experimentamos la paz que da armonía a nuestra existencia. Cuando el alma esta inquieta, caemos en la prisa, en el afán de hacer todo al mismo tiempo, en la desconcentración. En palabras médicas, comenzamos a sufrir déficit de atención e hiperactividad. Muchos, ven este asunto como una enfermedad. Pocos ven, el llamado de la vida a entrar en contacto con aquello de lo que deseamos huir; en algunas ocasiones, sobre todo cuando se trata de niños, la hiperactividad es la necesidad de mostrar la desconexión que vive la madre. A través de la medicación buscamos tranquilizar al niño. Esta es una forma superficial de lograr un objetivo noble. No hay que olvidar que, somos seres sistémicos y, a veces, cargamos lo que los padres han querido ignorar, rechazar u ocultar. Jesús nos invita a entrar en nuestra habitación y encontrar allí la paz que el mundo nos quita. Hace muchos años, conocí un niño diagnosticado con déficit de atención e hiperactividad. Un día, el niño pidió la oportunidad de convertirse en acolito. La mamá tenía mucho miedo. No creía que el niño fuera capaz de comportarse adecuadamente en la eucaristía. Al principio, le costó un poco. A medida que, fue comprendiendo lo que pasaba allí, el niño comenzó a estar tranquilo y a sumergirse en lo que sucedía. Al parecer, al niño le venía bien conectarse con algo más grande. Años después, volví a encontrar al muchacho, ahora convertido en padre y gerente de una compañía, era un hombre de mucha vida interior y, el trastorno ya era una anécdota agradable en su vida. Lo que comenzó en un acto de desconfianza, el servicio al altar como acólito; la conexión con el misterio, lo transformó en un manantial constante de vida. “Algunos psicólogos, según afirma Anselm Grun, consideran que la hiperactividad se debe a menudo a que los niños han tenido que dar pasos esenciales en la vida sin un vínculo sólido, sin una relación interior con los padres. Por eso, es útil que experimenten un vínculo interior”. En constelaciones familiares he visto que, las personas que tienen una carga de sufrimiento muy grande, se liberan de ella cuando entran en contacto con sus padres. Acostumbramos poner a los representantes de los padres y pedirles que abracen amorosamente al consultante, como su fuera su hijo más amado, después de un momento, los consultantes empiezan a sentir que los habita una fuerza diferente, se ven más adultos y con ánimos para ir hacia la vida como es y, transformar lo que hay que transformar. Lo mismo sucede, cuando nos sentamos en silencio delante del sagrario. Todos funcionamos diferente cuando entramos en contacto con nuestro verdadero y auténtico yo. Ya no te preguntaré más, cuándo llegará tu día, sino por dónde atraviesas el presente, por qué existe el malvado, sino de qué manera lo salvas ahora, cuándo sanará mi herida sino cómo la curas en este instante, cuándo acabarán las guerras, sino dónde construyes la justicia, cuándo seremos numerosos, sino dónde está hoy la cueva de Belén, cuándo acabará la opresión, sino cómo pasar por las grietas del sistema, cuándo te revelarás, sino dónde te escondes ¡Porque tu futuro es ahora, es este instante universal donde todo lo creado da un paso dentro de tu misterio compartido! (Benjamín González Buelta sj)Francisco Carmona
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