Creo que todos estamos en disposición de aceptar como verdad la premisa que dice: “Si quieres cambiar, cambia primero tu mente”. Otra frase semejante: “La mente puede convertirse en el mayor obstáculo en el camino hacia tu felicidad, si cambias tu mente, tendrás el camino despejado para ser feliz”. Cambiar la mente significa transformar la forma como procesamos la información que nos llega del mundo exterior, de nuestras percepciones y de nuestros pensamientos. Podríamos decir que, la mente es la que ejecuta la programación, a partir de la cual, nosotros vivimos. Como lo señalan los estudiosos del tema, la mente es un constructo, no es una realidad numinosa, algo superior a nosotros mismos, a nuestra alma. La mente crea ideas a partir de las experiencias que se han tenido, de las observaciones que se han realizado, de los juicios que se han hecho de la realidad. También las ideas pueden ser el resultado del libre ejercicio de la imaginación. Las ideas pueden convertirse en arquetipos, adquirir un carácter numinoso, porque le dan forma a la vida de las personas. Cuando una idea, inunda la psique, puede generar un trastorno en la conducta, del estado de ánimo, de la identidad. Si no estamos atentos, podemos llegar a convertirnos en esclavos de las ideas que, poco a poco, se han apoderado del corazón. Las ideas forman imágenes y éstas se encargan de convertirse en generadores de conducta o en filtros a través de los cuales vemos, juzgamos y valoramos la realidad.
Nuestra mente está configurada a partir de las ideas que albergamos en el corazón. Las ideas, lógicamente, crean una identidad. Así, es como llegamos a decir que somos de derecha, de izquierda, de centro, católicos, protestantes, etc. La incapacidad de cambiar las ideas que gobiernan la mente, de admitir formas de pensar diferentes, nos muestran que las ideas tomaron un carácter numinoso y que abandonarlas, transformarlas o cuestionarlas podría equivaler a cometer una herejía. Hay ideas que, con el paso del tiempo o por la adhesión que alcanzan se convierten en dogmas casi que religiosos. En algunas ocasiones, las ideas generan estereotipos de vida y de comportamiento. Por ejemplo, era inadmisible que, Jesús al que consideraban un profeta, se relacionara con publicanos, prostitutas y gente de mala fama; además, de que asistiera a fiestas, comiera y bebiera vino. La mente nos dicta también el programa de vida que debemos seguir. Cambiar la mente significa cambiar nuestro sistema de creencias, nuestro modo de vivir, nuestras relaciones, nuestra manera de ver el mundo, la forma como nos relacionamos con nosotros mismos y con lo Trascendente. Papi... papi... estuve con Huguito, que viene de pelearse con su papá ¿Y por qué se peleó con su papá? Porque el papá de Huguito dice que él sabe más que Huguito. Sí, hijo. El papá de Huguito sabe más que Huguito ¿Y cómo lo sabes tú, si tú no conoces al papá de Huguito? Bueno, porque es el padre, hijo, y el padre sabe más que el hijo ¿Y por qué sabe más que el hijo? Y... ¡porque es el papá! ¿Qué tiene que ver? Bueno, hijo, el papá ha vivido más años... ha leído más... ha estudiado más... entonces sabe más que el hijo. Ah... ¿y tú sabes más que yo? Sí. ¿Y todos los padres saben más que los hijos? Sí ¿Y siempre es así? Sí ¿Y siempre va a ser así? Sí, hijo, ¡siempre va a ser así! ¿Y la mamá de Martita sabe más que Martita? Sí, hijo... la mamá de Martita sabe más que Martita... Dime, papá, ¿quién inventó el teléfono? El padre lo mira con suficiencia y le dice: El teléfono, hijo, lo inventó Alexander Graham Bell ¿Y por qué no lo inventó el padre de él, que sabía más? La mente está llena de recuerdos. Los recuerdos que no han sido elaborados, que se han intentado alejar de la consciencia, siempre que pueden, irrumpen en la mente y la perturban. Generan caos y conflicto en ella. Recordar lo que sucedió en la vida, es sólo el primer objetivo de un largo proceso. El objetivo está más allá. Mientras la mente no salga del estado nebuloso en el que los recuerdos, cuando vienen a la superficie de la consciencia, la meten, es difícil lograr, una curación o sanación consistente. Al respecto, escribe Anabel: “Lo esencial es poder funcionar de un modo adecuado, tener un mayor bienestar, aprender a relacionarnos. Siendo cierto que para poder hacer esto, si venimos de una historia compleja, solo tomando consciencia de lo que ha sido nuestra vida podemos reformular nuestros problemas”. Un recuerdo sin reflexión termina abriendo las puertas para un sufrimiento mayor. En días pasados, vi la invitación a una sesión terapéutica donde llamaban a recordar sin tener que sanar. La terapia consiste en liberarse de aquello que nos condicionó en el pasado y vivir sin reglas, sin límites, sin máscaras, sin dejarnos presionar por nadie. Al respecto, cito las palabras de Anabel González, psiquiatra: “Al trabajar sobre los nubarrones de nuestra mente, recordar no es el objetivo. Sería como volver a vivir lo acontecido sin ser capaces todavía de resolver el contenido de esos recuerdos. Hay muchos aspectos que es importante abordar antes, como la forma en que nos cuidamos, el modo en el que regulamos nuestros estados emocionales y la comprensión de nuestras reacciones”. Solo en la medida que logramos cambiar la programación de nuestra mente podremos sentirnos más seguros y estables. La memoria, el recuerdo, sin trabajo interior es una rueda suelta. Hay muchas formar de cambiar la mente, el corazón y la actitud ante la vida. Hoy, se está poniendo de moda, acceder al inconsciente a través del consumo de hongos y otras sustancias. El deseo de transformar la vida está muy presente en esta época. Cada uno decide, según su propia consciencia, como responde a la fuerza y al llamado de la vida de entrar en contacto con nuestra realidad profunda. Hay que tener presente que, los recuerdos que se evocan en el trabajo terapéutico, llevan contenidos encapsulados o aislados de la consciencia por mucho tiempo y, acceder a ellos de manera gradual es más provechos que hacerlo de manera abrupta. Señala Anabel González: “Las emociones asociadas a las memorias pueden tener una intensidad parecida a cuando se generaron, y ser más vividas de lo que pensábamos inicialmente”. No siempre los recuerdos a los que se acceden en terapia suelen ser totalmente nuestros. La consciencia, nos enseña la psicología profunda, tiene dos dimensiones. La primera tiene que ver con nosotros y, cuando se agota, accedemos a la segunda, que está relacionada con nuestros ancestros. Añado que, además estamos conectados con el inconsciente colectivo y determinadas experiencias pueden llevarnos a conectar, como señala Jung, con las fuerzas abismales y oscuras de dicho inconsciente. Si las personalizamos o nos identificamos con ellas pueden llegar a inundar la psique de tal forma que, el único camino que le queda a la psique es, fragmentarse y caer en estados psicóticos o esquizofrénicos. Lo que me queda claro es que, con lo memoria y la mente no se juega. Sigue curvado sobre mí, Señor, remodelándome, aunque yo me resista ¡Qué atrevido pensar que tengo yo mi llave! ¡Si no sé de mí mismo! Si nadie como Tú puede decirme lo que llevo en mi dentro. Ni nadie hacer que vuelva de mis caminos que no son como los tuyos. Sigue curvado sobre mí, tallándome, aunque a veces de dolor te grite. Soy pura debilidad, Tú bien lo sabes. Tanta, que, a ratos, hasta me duelen tus caricias. Lábrame los ojos y las manos, la mente y la memoria, y el corazón, que es mi sagrario, al que no Te dejo entrar cuando me llamas. Entra, Señor, sin llamar, sin mi permiso. Tú tienes otra llave, además de la mía, que en mi día primero Tú me diste, y que empleo, pueril, para cerrarme. Que sienta sobre mí tu ‘conversión’ y se encienda la mía del fuego de la Tuya, que arde siempre, allá en mi dentro. Y empiece a ser hermano, a ser humano, a ser persona. ¡Qué paciencia, Señor, sobre Tu mundo, que nosotros tratamos, mal-tratamos, como si fuera nuestro, del primero que llegue, el más astuto, o el más ladino, o de aquel o de aquella, a quien no duele pisar a los demás, como se pisa la uva en el lagar, o una hormiga, o un escarabajo. Sigue vuelto, Señor con Tu sol y Tu lluvia para todos, para buenos y malos, pacientes y violentos, víctimas y verdugos, lloviendo y calentando esta tierra que somos. Sigue haciendo germinar en todos la semilla que eres ¡Que la hagamos crecer, sin desmayarnos, entre tanta cizaña! Y que dé de comer a mucha gente pan Tuyo y pan nuestro el que de Ti hemos aprendido a ser multiplicándonos (Ignacio Iglesias, sj) Francisco Javier Carmona
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