Byung advierte que, en la actualidad el ser humano cree ser dueño de sí mismo y, en realidad, es sólo un ser que trabaja. Escribe Byung: “El nuevo hombre, indefenso y desprotegido frente al exceso de positividad, le falta soberanía”. Este nuevo hombre termina llevando el peso de la depresión. Cuando creemos que estamos construyendo nuestra independencia terminamos dándonos cuenta de que, en realidad, lo único que hicimos fue explotarnos y tiranizarnos. Nos hacemos daño y, lo más curioso, sin ser coaccionados externamente. Es curioso que, mientras más nos proclamamos felices, más altos son los índices de depresión, ideación suicida y suicidio. Tanto la depresión como la ideación suicida se desatan cuando el sujeto ya no da más. Dos hombres, habían compartido injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después. Uno de ellos le preguntó al otro: ¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros? No, gracias a Dios, yo lo olvidé todo - contestó - ¿Y tú? Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas - respondió. Su amigo lo miró unos instantes, luego dijo: Lo siento por ti. Si eso es así, significa que aún te tienen preso.
José María Rodríguez Olaizola escribe: “Hay momentos en que no puedes más. El mundo se te cae encima. Te faltan las palabras. O te sobran. La confianza se resquebraja. Tus planes no salen. O ni siquiera haces planes, porque se te han acabado los motivos. Hay momentos en que la fe tiene todo de duda y nada de certeza. Días de bruma. Quieres rendirte. Te preguntas dónde extraviaste el camino, dónde dejaste de ver las señales, por qué has acabado a oscuras. Y no estoy hablando de una depresión (aunque la descripción pueda sonar parecida). No me refiero aquí a una enfermedad. Hablo de algo que está en el horizonte de cualquier vida en algunos momentos. Eso es la desolación. Esa sensación de fracaso, de soledad despoblada, de sequedad afectiva. Esa experiencia de no ver, no saber, no alcanzar. Hay quien lo vive con más drama y quien es capaz de lidiar con ello con más estoicismo, pero, ¿quién no ha sentido alguna vez que pierde pie y se ahoga? Los desencadenantes pueden ser múltiples: una relación afectiva que se tuerce; un fracaso laboral; la fe que de golpe se oscurece; el cansancio llevado al extremo; una experiencia de rechazo…” Para que el sujeto actual pueda autoexplotarse es necesario que se convenza primero de ser dueño de sí mismo. De lo contrario, no aceptaría las reglas que impone el positivismo y la promesa de la felicidad a través de la producción y el poder al límite. Cuando el sujeto del poder, de la producción ya no puede más no sólo nace el cansancio sino también la depresión, el vacío y, en algunas ocasiones, la ideación suicida. Escribe Byung: “El lamento del hombre depresivo, nada es posible, solamente puede manifestarse dentro de una sociedad que cree que, nada es imposible. No poder más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión. El sujeto del rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo y el depresivo es el inválido de esta guerra interiorizada. La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre bajo el exceso de positividad. Refleja aquella humanidad que se declara la guerra a sí misma” Hoy, las personas viven convencidas de que no tienen que estar bajo el dominio de nadie. Muchos creen que, no tienen por qué trabajar para otros que los domine y los explote. Una gran mayoría proclaman por todas partes que la supresión del domino externo nos conduce hacia la libertad. Bajo esta bandera nadie quiere compromisos, se ven como una coacción y una pérdida de soberanía y libertad; además, el compromiso representa, en la sociedad actual, una pérdida del dominio y señorío sobre sí mismo. Hoy, se proclama la libertad por todos lados. Es curioso que, la libertad se termine convirtiendo en nuestro primera obligación. Cuando esto sucede, perdemos la libertad para entregarla al ideal, al sueño, al proyecto de vida. El exceso de trabajo y rendimiento, dice Byung, se convierte en autoexplotación. Lo curioso de esta conducta, es que nos autoexplotamos a nosotros mismos y lo hacemos creyendo que estamos construyendo nuestra propia libertad. El costo que pagamos por este exceso, que al final se convierte en un desorden, es la pérdida de contacto con nosotros mismos. Crear, progresar, diseñar y ejecutar nuestros proyectos es sumamente importante. El problema está cuando lo hacemos a costa de nuestro bienestar emocional psíquico y espiritual. Algo no anda bien cuando para progresar tenemos que perder el alma y desviar el corazón de lo auténticamente real y verdadero como lo es nuestro ser. Byung advierte que, la sociedad de la autoexplotación, del cansancio exacerba el alma y la enferma. La autorreferenciación es una de las enfermedades importantes en la actualidad. Para el sujeto actual, solo es verdadero el propio criterio. Aparentemente, esta es una conducta sana y hacia la cual tenemos la tarea de progresar. Sin embargo, cuando el criterio propio se quiere imponer como norma puede terminar convirtiéndose en aislamiento, ensimismamiento y, en la creencia de que, todo el que piensa distinto es nuestro enemigo. De esta forma, el sujeto se pierde así mismo en lo que el cree que es la verdadera realización de su individualidad. Un sujeto que se aísla del resto de sujetos porque los percibe amenazantes, en lugar de madurez, está viviendo una etapa de regresión psicológica. Otra de las enfermedades de la sociedad actual es el aburrimiento. Tenemos sujetos emprendedores, creativos, que saben exponer su potencial y, curiosamente, aburridos. Señala Byung: “El exceso de positividad se manifiesta, así mismo, como un exceso de informaciones, de estímulos y de impulsos. Todo lo anterior, termina modificando la economía de la atención. Debido a esto, la percepción queda fragmentada y dispersa. Además, el aumento de la carga de trabajo requiere una particular técnica de administración del tiempo, la atención termina perdiéndose”. En este marasmo de movimientos, el ser humano queda habilitado para hacer muchas cosas y con poca capacidad para disfrutar de su creación. Poco a poco, el ser humano se va sumiendo en el aburrimiento y en la necesidad de consumir sustancias para sentir que tiene algo divertido en su monótona vida llena de positivismo. Agotado ya de mis manías, mis torpezas y mis miedos, mis complicaciones y mis discursos… agotado de ponerme al centro. Agotado de que antes de intentar levantar el vuelo ya me haya tropezado y enredado en mis cosas de siempre. Agotado vengo hoy a Ti. Esta vez rendido. Ya ni queriendo volar, sino como dejándome caer hacia ese vacío del que sé que sólo Tú me recogerás. Ciego como Bartimeo, con la garganta que me arde, exhausto de gritar. Te grito a Ti. Pocas certezas me has regalado en esta vida. Una es que mi grito sordo entrelazado con mi propio amor, querer e interés espera volver a Ti. Vengo y grito con el eco de todos los que han hecho de mí el que soy y ojalá que con la estela de quienes hayan escuchado Tu Nombre desde los agujeros de mis corazas. Agotado, hoy llego rendido a Ti y noto que quien pone casa para juntarnos a todos a la mesa vuelves a ser Tú (Fran Delgado sj)Francisco Carmona
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