A veces, el alma familiar se ve profunda y seriamente afectada por eventos que amenazan la estabilidad, el amor y la relación entre sus miembros. Ante el dolor, podemos asumir muchas posturas. Algunos, lo transitan. Otros, lo ignoran. Éstos últimos terminan creando sombra, sin ser su proposito, en su alma. Para custodiar aquello que el sistema familiar no se atreve a mirar y, para que no salga a la luz la verdad de lo acontecido, aparece el dragón, una figura mítica que, según la psicología profunda, se encarga de custodiar el tesoro escondido en el alma, aquella cualidad del alma que, junto al dolor fue sepultada para evitar, como lo dijimos antes, que se sepa la verdad de lo ocurrido. El rey David, para ocultar su indifelidad, termina asesinando a Urías, esposo de Betsabe y su mejor soldado, cuando el rey decide esconder su infidelidad también sepulta su fidelidad a Dios. Cuando se vence al dragón, el temor a perder la vida, aparece el héroe. David se arrepiente de su falta y el Señor toma su dolor, su falta, su arrepentimiento y confirma su reinado sobre el pueblo; ahora, David actuará de forma diferente y conservara su amor y lealtad hacia el Señor. Una mujer, para ocultar que venía robándole dinero a su esposo, lo acusa de ser un abusador. Ella no mide las consecuencias de su acusación, sólo quiere evitar que se vea su acto y, tener que reconocer que, no es la persona honesta como se muestra ante los demás. Para evitar el desprestigio, el esposo guarda silencio y no reclama el dinero que le fue hurtado. Cuando la mujer lanza la acusación no sólo oculta la verdad sino que sepulta la confianza. Desde entonces, el marido mira con desconfianza los asuntos económicos de la familia. Cuando se conozca la verdad, el robo y el destino que tomaron esos dineros, el dragón y la acusación de abusador, perderá fuerza y, con toda seguridad, la confianza se restablecerá.
Dos ángeles viajeros se detuvieron para pasar la noche en la casa de una familia adinerada. La familia era poco hospitalaria y alojó a los ángeles en un rincón en un sótano alejado y frío. Mientras los ángeles se instalaron en sus camas en el suelo del sótano, el ángel más viejo vio un agujero en la pared y lo reparó. La noche siguiente, los ángeles fueron a descansar en la casa de un pobre granjero muy hospitalario y su esposa. Después de compartir la humilde comida, la pareja de granjeros cedió su propio cuarto a los ángeles para que pudieran descansar bien. Cuando el sol se levantó a la mañana siguiente, los ángeles encontraron al granjero y su esposa llorando. Su única vaca, cuya leche había sido su sólo ingreso, yacía en el campo. El ángel más joven se asombró y le preguntó al más viejo cómo había permitido que eso ocurriera. La familia de ayer era rica y les costó compartir, y tú lo ayudaste. La segunda familia tenía muy poco, pero era muy generosa. Y tú permitiste que la vaca se les muriese. ¿No entiendo? Cuando nos quedamos en el sótano de la mansión – contestó el ángel más viejo -, vi, por el agujero de la pared, que había muchas bolsas de oro en la habitación vecina. Como el dueño se obsesionó con su avaricia y no era capaz de compartir su fortuna, yo le sellé la pared para que nunca más vuelva a encontrar los sacos de oro. Anoche, cuando nos fuimos a dormir a la cama de los granjeros, vino el ángel de la muerte para llevarse a su esposa. Yo le di en cambio la vaca. Las cosas no siempre son lo que parecen. Escribe Joan Garriga: “Cuando miro a una persona veo en ella la matriz de sus padres, abuelos y las resonancias familiares con la que venimos. Somos una herencia de grandes fortalezas, pero al mismo tiempo, esta matriz familiar tiene pérdidas, impactos de dolor, violencias, traiciones que en cierto modo también llega con nosotros. Son como “ego-resonancias” de las que formamos parte. Estamos participados en herencias que viven en nosotros, no solo una historia personal sino también colectiva, tanto en lo positivo como en lo difícil y es la base de las constelaciones, de que cada persona guarda relación con los aprendizajes en su sistema familiar. Porque muchas personas viven referidos a ciertos hechos del pasado que no se han integrado y eso obstaculiza el proceso de vida hacia la salud, la pareja, sus hijos. Estamos atraídos por el polo magnético del pasado y lo que pretende es una cierta repetición. Como si el pasado le dijera al futuro quisiera que te parezcas a mí, pero por suerte el futuro es innovación, creación”. Recordemos que, la sombra son aquellos aspectos de nuestra personalidad individual o familiar que, ocultamos para sentir que pertenecemos, obtener aprobación o, por lealtad con un excluido del sistema familiar. Según la psicología profunda: “El Dragón sería entonces, desde el punto de vista mitológico, esa imagen majestuosa de algo que no nos gusta de nosotros mismos y, por lo general, lo proyectamos en los demás. No es nada fácil encontrarlo dentro de nosotros; pero es absolutamente necesario para autoconocernos y desarrollarnos como seres humanos sanos. Jung decía: Es trágico ver con frecuencia como un hombre bulliciosamente estropea su propia vida y las de otros y sigue aún completamente incapaz de ver cuánto de la totalidad de su tragedia se origina en él mismo, y como continuamente la alimenta y la mantiene viva. No conscientemente, por supuesto -aún así conscientemente se compromete en lamentar y maldecir a un mundo infiel del cual se aleja cada vez más. Más bien, es un factor inconsciente el que teje las ilusiones que disfraza su mundo. Y lo que está tejiéndose es un capullo, que al final lo envolverá completamente". Ante determinadas situaciones, que se presentan en la vida familiar, el único camino que queda, es permanecer amando. Cuando la sombra se apodera del alma familiar, sus miembros en lugar de cuidado, se dedican a dañar, a destruir. De nuevo, aquello que los padres no resolvieron entre ellos, terminará afectando y guiando la conducta de sus hijos que, divididos en dos bandos, actualizaran el conflicto de sus padres, convirtiéndolos en una batalla propia. Es dificil, esperar la fecundidad del amor en estas circunstancias; sin embargo, no hay que olvidar que, la luz vence la tinieblas, el amor al odio y la caridad al deseo de destruir y dañar al otro. Sólo en la medida, que permanecemos en el amor, la vida familiar puede llegar a dar buen fruto. La vida familiar está amenazada. La cultura de la muerte que recorre las calles de nuestras ciudades y se instala silenciosamente en el corazón de muchos, incluidos creyentes fervorosos, también toca las profundidades de la vida familiar. Al respecto, escribe Inés Ordoñez: “En nuestras relaciones familiares está cultura de muerte va matando lo que más amamos. Cuando se trata de nuestro amor familiar, tenemos que estar dispuestos a permanecer amando, aunque el odio se ría del amor y el otro crea y piense: yo soy más fuerte…lo vencí…pude con él. Es muy dificil esta espera amorosa, porque mientras tanto, hay una victoria aparente del mal y una impotencia aparente del bien”. Pues bien, el amor preserva la vida de las amenzas que se ciernen en su contra. Ninguna amenaza prevalece donde el amor permanece y se fortalece. A medida que se intensifica la oscuridad, también se abre paso la luz. El momento más oscuro de la noche es, precisamente, justo antes del amanecer. Escribe Inés Ordoñez: “Si podemos acordarnos de amar mientras el mal nos está haciendo daño, si podemos amar perdonando, sin identificar al otro con el mal que padecemos, sino mirándolo en su corazón, reconociendolo cautivo del mismo mal que realiza, ciego, herido, sin saber lo que hace…entonces y sólo entonces vamos a tener la experiencia del triunfo del amor, que es más fuerte que la muerte”. Porque ante la amenaza, el amor siempre prevalece. Lo importante está en que sepamos permanecer en el amor; de lo contrario, el mal habrá ganado un adepto más. El dragón custodia el amor y hace que, si nos vamos a acercar a él, sea para convertir, lo que en el conflicto sepultamos, en nuestro más auténtico tesoro. Si bien los hermanos no están obligados a amarse, pero sí a respetarse porque los une la sangre, está en nosotros no permitir que, un corazón herido, lastimado y enceguecido destruya lo que, un día los padres, bajo la promesa de amor, respeto y fidelidad comenzaron a construir. El respeto entre hermanos es una muestra de respeto hacia los padres y hacia su proyecto de amor que tiene en los hijos, la expresión de su fecundidad. Como decía una mujer: “dí a luz hijos para la vida, no para el dolor y la muerte. Si los hijos valoraran la vida y nuestros esfuerzos, amarían más y odiarían menos porque, ante todo, la vida es un regalo que merece ser difrutado”. Hoy me rindo a darte las gracias. Gracias por mostrarme que nuestro todo eres Tú. Tú sosteniéndonos en el sufrimiento y llamándonos constantemente a la reconciliación. Tú sencillo y cotidiano y no por ello menos entregado. Siempre Tú, hasta los rincones más oscuros de mi propio engaño. Gracias por entrar a avivar las brasas, aun cuando estoy a puerta cerrada (Fran Delgado sj) Francisco Carmona
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