Con frecuencia, escucho comentarios que dicen: “La religión es un instrumento al servicio de la manipulación”. No tengo ninguna duda de que, por mucho tiempo, personas, gobiernos e instituciones, se han valido de la fe para manipular, abusar, engañar, etc. La religión como mediación de la Trascendencia es una cosa y, otra muy diferente, lo que algunos líderes religiosos hacen para ostentar poder y mantenerse en él. La religión ha servido como escudo o telón para esconder el lado oscuro que, por falta de trabajo interior, se apodera del alma y, termina deformando lo que realmente somos. En esencia, la religión pertenece al alma. El mal uso de la religión es un atentado contra la vida del alma; no en vano, se nota que los que utilizan la religión inadecuadamente llevan en su alma un sufrimiento o un trastorno psíquico evidente. Desechar la religión, por el mal uso que se hace de ella, puede convertirse en una arbitrariedad. Mas bien, lo que hay que hacer es, poner al descubierto la manipulación; para eso, se necesita formación religiosa. Siempre la ignorancia o superficialidad han sido utilizadas por quienes desean sacar provecho. Dios siempre nos convoca para darnos a conocer el Misterio que habita en Él. El significado más cercano al sentido común de la palabra misterio es aquel que nos dice: “Misterio es aquello que permanece escondido y aún no ha sido revelado”. El segundo significado de misterio es: “aquello que la razón no abarca y tampoco logra comprender en su totalidad”. Aquello que siempre está escondido, que es invisible a los ojos, nos dice el principito es lo esencial. Por esencia entendemos, aquello que determina a un ser o una cosa y, sin la cual, no sería lo que es. Aquello que determina a Dios es la fidelidad. A pesar de todo, Dios mantiene su amor, su misericordia y su fidelidad perpetuamente. Desde siempre, Dios se ha manifestado como el esposo que ama, comprende y, ante todo, es fiel. En la muerte y resurrección de Jesús, la fidelidad de Dios se ha manifestado en toda su grandeza. No hay duda alguna de que Dios permanece siempre fiel. Como la fidelidad es un atributo divino, siempre estamos pidiendo a Dios que nos +conserve fiel en el camino, en las opciones, en la entrega; de alguna forma, el alma advierte que, sin Dios nada puede logar en este aspecto.
Se cuenta que había una estatua de un rey, cuyo dedo índice estaba en posición de señalar. Llevaba la inscripción: “Para obtener un tesoro golpea en este sitio”. Su origen era desconocido, pero muchas generaciones de personas de aquella ciudad habían golpeado, con todo tipo de instrumentos, en el lugar señalado. Esos golpes, sin embargo, dejaron pocas huellas en la dura piedra, aunque sí fueron mellando la confianza de la población en sus posibilidades de poder obtener la riqueza prometida por la inscripción. Algunos empezaron a considerar la estatua como una broma de mal gusto, pensada por algún antepasado que quería demostrar algo que nadie lograba entender. Así como algunos empezaron a mirar a la estatua con notable desconfianza, para otros la frustración era tan grande y profunda que incluso pidieron al alcalde de la ciudad que enterrase cuanto antes el monumento para no tener que verse enfrentados cada día a su propia impotencia. Un día, un artista de un pueblo vecino, un hombre que disfrutaba contemplando la belleza de las formas de todo lo creado, llegó a la ciudad y se quedó conmovido por la belleza de la estatua. El hombre estuvo observando desde todas las perspectivas posibles el estilo, las formas, los materiales, el color, y hasta el sonido que producía el viento al rozar aquella obra de arte. Y gracias a aquella amplitud y profundidad de su mirada le fue posible observar que exactamente al mediodía la sombra del dedo que señalaba, ignorada por siglos, trazaba una línea en el pavimiento al pie de la estatua. Los sufíes cuentan que este hombre, después de observar con detenimiento, marcó el sitio que señalizaba la estatua, obtuvo los instrumentos necesarios, y con una barra hizo saltar la loza. Para sorpresa de todos la loza resultó ser una compuerta en el techo de una caverna subterránea. En ella había extraños objetos, de una hechura tal que le permitieron deducir la ciencia de su manufactura, hacía mucho tiempo perdido, y en consecuencia pudo acceder al tesoro que la inscripción prometía. Añadió el Maestro: perdemos mucho tiempo buscando la belleza y la felicidad en algún lugar remoto, mientras que si supiéramos mirar bien la encontraríamos muy cerca de nosotros. Aquello que la razón no abarca es el motivo por el cual Dios es fiel. Cuando miramos el Antiguo Testamento, podemos advertir que, entre otras cosas, el camino del pueblo de Israel está marcado por la infidelidad. El pueblo, casi de manera constante, está poniendo su confianza en las manos de dioses extranjeros, en ídolos, en cosas ajenas a Dios. Hay momentos en la historia, donde al pueblo parece no importarle el amor de Dios. Donde hay un corazón obstinado, enceguecido y soberbio siempre habrá elección no por lo que sea verdadero sino por lo que se antoje, por el capricho, por lo que ofrezca el placer y el resultado inmediato. La razón humana no comprende por qué Dios siempre está ahí, a pesar de tanta indiferencia, deslealtad, individualidad y egoísmo. A diferencia del ser humano que siempre está en proceso. Dios siempre Es. Ahora, donde Dios se hace presente, todo se transforma; incluso, un corazón duro, soberbio y lleno de prepotencia. Del mismo modo, en que nadie puede verter el mar en un hoyo hecho en la arena de la playa, ninguna inteligencia logrará comprender a Dios. Ante todo, a Dios se le experimenta, no se le piensa. A Dios se le encuentra, no se crea. El pensamiento puede crear cosas a las que puede llamar Dios; sin embargo, en el momento de probar la fidelidad, se dará cuenta que, todo se desvanece. Sólo aquello que tiene como esencia la fidelidad, a pesar de cualquier circunstancia, puede considerarse que es Dios o tiene su origen en Él. En la fidelidad esta la vida y, en la infidelidad se encuentra la muerte. Luis Emilio Pascual escribe: “la esencia del cristianismo es esta: tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan Vida Eterna. Tanto me ha amado Dios a mí, que Jesucristo, por obra del Espíritu, realiza la voluntad del Padre y ofrece su vida por mis pecados. Él paga mis deudas, sus cicatrices me han curado”. El Misterio de Dios no es otra realidad que su capacidad misma de amar y de entregarse por quienes ama. Así pues que, quien ama conoce a Dios y, quien permanece fiel, se asemeja a Él. Ahora, según sea la imagen que tenemos de Dios; de igual forma, será el sistema de creencias que condicionarán nuestra veneración y relación con Él. De ahí que, una imagen distorsionada de Dios, dará lugar a una religión deformada y, lógicamente, degradante y basada en la manipulación. La imagen distorsionada de Dios también tiene su origen en una imagen falsa o distorsionada de nosotros mismos. Al final, lo que creemos acerca de nosotros mismos, terminamos proyectándolo a la relación con Dios. Eso explica, el comportamiento engreído, manipulador y destructivo no solo de la vida física, psíquica, moral y espiritual propia y de los demás. El alma es, como lo enseña la psicología profunda, esencialmente religiosa. El alma se descubre a sí misma en la relación con lo Trascedente, con Dios. De hecho, la esencia del alma es, en últimas, un atributo propio de Dios, de la divinidad. Así que, el Desierto es la invitación que Dios hace al alma de purificar las falsas imágenes que se ha hecho de Él y, por esa razón, la vida no fluye, las cosas se vuelven difíciles, llenas de conflicto y, de manera especial, un obstáculo para nuestra autorrealización y felicidad. Allí donde nosotros somos, también Dios ES. Sin Desierto, el alma no llega a conocer a Dios como Él realmente Es y tampoco experimenta su misericordia y su fidelidad que, según las Sagradas Escrituras, es eterna. Muchos te han buscado. Muchos te buscan. Ayer, hoy, siempre. Buscamos tu palabra, tu presencia, tu apoyo, tu calor. Buscamos tu perdón o tu ternura, tu ejemplo o tu cuidado. Buscamos tu amor que nos recuerde, una vez más, que no estamos solos. Y preguntamos, ¿Dónde estás? ¿Cómo reconocerte? ¿Cómo escuchar tu voz? Te buscamos aunque a veces no te veamos, conscientes de que estás ahí. Danos la inquietud para seguir preguntando, mirando, anhelando y soñando. Danos las preguntas y la sed... Y al fin, Tú serás la respuesta y el agua... (Rezandovoy) Francisco Javier Carmona
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