El alma, en muchas ocasiones, se queda atrapada en recuerdos, experiencias, palabras o eventos que, en lugar de ayudarle a crecer, terminan amenazando su integridad, su bienestar y su paz. Cada vez que Jesús encuentra una persona en estas condiciones, le tiende la mano y le dice: “A ti, me dirijo, levántate” o “A ti, te hablo, sal y déjalo en paz”. En la teoría del trauma, cuando una persona sufre porque no logra resolver el dolor que le produjo una experiencia abrumante, se dice: “has tenido que enfrentar algo doloroso, muy difícil para un niño, has estado aquí mucho tiempo, no podemos cambiar el pasado, lo intentaste y fracasaste, es hora de abandonar este lugar que tanto sufrimiento trae, hay una vida que espera por ti, ven caminemos hacia ella”. Como consecuencia de las violentas guerras fratricidas, un rey perdió hasta el último de sus soldados. No le quedaron más que dos servidores. Un día, los bárbaros llegaron a las puertas de la ciudad con la intención de poner cerco a palacio. El rey ordenó entonces a sus servidores que abrieran todas las puertas y ventanas, y acto seguido se instaló en la galería a fin de ver llegar a los invasores. Mientras él se abanicaba indolentemente, les vio avanzar hasta la escalinata del palacio. Su serenidad perturbó a los bárbaros. Estos supusieron que les esperaba una trampa en su interior. En vez de poner cerco a aquel lugar, el jefe reunió a sus hombres y tocó a retirada. El rey dijo entonces: Ved, los bárbaros, que son la plenitud, tienen miedo al vacío.
En la mitología griega, existe una figura llamada psicopompo. Su labor es ayudar a las almas en su travesía bien sea hacia el cielo o hacia el infierno, según lo determine su destino. Pues bien, entendemos por destino la forma propia que cada uno tiene de ser. Si no corregimos aquellos aspectos de nuestro ser que nos atormentan, alejan de los demás, nos causan sufrimiento, el psicopompo nos acompañara bien hacia nuestra cielo, una vida llena de gozo, o hacia nuestro infierno, una vida de perturbación y sufrimiento constante. Hay en el alma una fuerza que la acompaña hacia el lugar que correspondiente según la forma en la que se vinculo y decidió vivir. La actuación del psicopompo revela nuestra forma de entendernos a nosotros mismos y de comprender la vida. Jesús entra en la sinagoga y, de inmediato, un hombre que estaba poseído por un espíritu impuro; es decir, estaba obsesionado con la pureza de sus creencias, comienza a gritar: “Sal de aquí Jesús, tú vienes a destruirnos”. En otro momento, un joven se acerca a Jesús y le dice: “Tengo mucho ruido en la cabeza, cada día, miles de pensamientos, como si fueran una legión romana, vienen a mí y me roban la paz, intentando desprenderme de ellos, termino hiriendo a las personas cercanas, también me hago daño a mí mismo intentando buscar paz y silencio en mi interior”. Jesús sintiendo compasión de él, ayudo a que esos pensamientos encontraran un lugar donde permanecer mientras morían o desparecían del todo. Cuentan que, un monje vino donde su maestro y le dijo: día y noche vienen pensamientos que me invitan a dejar este estilo de vida y abrazar la vida matrimonial. Me sugieren imágenes que me perturban, no me dejan dormir y me arrastran a conductas que me lastiman. Entonces, el Maestro le dijo: “Ama a tus enemigos porque ellos nacieron de ti” La psicología profunda identifica a esas fuerzas que nos desestabilizan, enredan y complican la vida con el nombre de complejos. Según la psicología analítica o profunda: “el estudio del alama tiene como punto de partida la consideraración que los individuos nacen con una actitud psicológica introvertida o extravertida, dependiendo de si su interés natural es por su mundo interior o por la realidad social que los rodea”. Esta actitud va a ser importante a la hora de comprender los desórdenes que surgen en la psique y, que de un modo u otro, pueden conducir al sufrimiento, a la escisión o disociación psíquica. En otras palabras, a la perdida de conexión con nosotros mismos. Nuestra vida transcurre entre tensiones. Siempre estamos buscando el equilibrio. La psique, nos enseña Progoff, entiende todas las formas de vida como una lucha entre fuerzas antagónicas que generan tensiones y, cada vez que el individuo las resuelve, siente armonía consigo mismo y avanza hacia su desarrollo y realización. Nos dice Carlos Alonso, analista junguiano: “Jung estaba convencido, así mismo, que la psique es un sistema autorregulado que se esfuerza constantemente por mantener el equilibrio entre tendencias opuestas. De esta manera, cuando se produce una polaridad o unilateralidad en el reino consciente de un individuo, su inconsciente reacciona de inmediato en sueños, o fantasías, intentando corregir el desequilibrio que se está produciendo. Esta imposibilidad de resolver el equilibrio se convierte en el terreno abonado para que aparezcan, crezcan y tomen fuerza los complejos que, una vez instalados en la psique, transforman la percepción, la consciencia que el Yo tiene de sí mismo. Aquello que no logramos resolver puede terminar apoderándose de nuestra psique y deformando no sólo la percepción, la consciencia sobre nosotros mismos sino también a nuestros vínculos y a la relación con el mundo externo. A un taller de constelaciones, vino una pareja a trabajar la enfermedad de su hija. Después de la consulta, el hombre se acerca con la mujer y dice: delante del Dr. Quiero decirle: “usted sabe que yo percibo cosas en las personas. Yo se cosas que las personas ignoran, de las que no se dan cuenta. Tengo que preguntarte: ¿estas saliendo con alguien diferente a mí? Yo lo percibo. La mujer mira con extrañeza. Cuando le digo: no todo lo que uno siente, ve o percibe es verdadero, el hombre agacha la cabeza. Muchas imágenes vienen a nosotros y tienen su origen no en la parte sana sino en la parte enferma de nuestra psique. De ahí, la importancia de saber discernir. San Pedro en su primera carta dice: “Antes, ustedes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han regresado a Cristo. Que es como un pastor que los cuida y los protege”. En el viaje de la vida, no estamos solos. Cuando los complejos u otras fuerzas amenazan con perdernos y destruirnos podemos tener presentes que, no estamos solos, alguien que conoce nuestra realidad humana, nos acompaña para que nos mantengamos firmes en la esperanza y no desfallezcamos en nuestras luchas. Solo en Cristo podemos sanarnos de todo aquello que provoca sufrimiento, escisión o disociación en nuestra psique. Podemos decir que, Cristo es el pastor, el guía de nuestras almas, el acompañante de nuestra psique. El Papa Francisco nos recuerda que, Cristo puede acompañarnos, sanarnos, porque nos conoce, sabe cómo somos realmente y cuál es nuestra verdadera realidad psíquica y qué en nosotros es una identificación con el dolor, el sufrimiento o la injusticia. Dice el Papa: “¡Qué bonito y consolador es saber que Jesús nos conoce a cada uno, que no somos anónimos para Él, que nuestro nombre le es conocido! Para Él no somos masa, multitud, no. Somos personas únicas, cada uno con la propia historia, [y Él] nos conoce a cada uno con la propia historia, cada uno con el propio valor, tanto como criatura cuanto como redimido por Cristo. Cada uno de nosotros puede decir: ¡Jesús me conoce! Es verdad, es así: Él nos conoce como nadie más. Solo Él sabe qué hay en nuestro corazón, las intenciones, los sentimientos más escondidos. Jesús conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, y está siempre preparado para cuidar de nosotros, para sanar las llagas de nuestros errores con la abundancia de su misericordia. (…)” El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término (Salmo 23[22])Francisco Carmona
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