En 1890 Zilpa Smith, trabajadora social, criticaba a sus colegas diciendo: “La mayoría de ustedes tratan a individuos pobres o enfermos, sin tener en cuenta sus relaciones familiares. Nosotros tratamos a la familia como un todo, por lo general con el objetivo de conservarla, pero a veces también para ayudar a disolverla”. Después de ella, otros autores como Jacob Moreno y Alfred Adler empezaron a trabajar con sus pacientes considerándolos como parte de un entramado de relaciones que actúa como una unidad indisoluble. Según estos autores, nuestra conducta es una respuesta a las demandas que hace la red social a la que pertenecemos. Ninguno puede ser comprendido realmente como es al margen del grupo social al que pertenece. El primer grupo al que pertenecemos es, sin lugar a duda, la familia. La familia es el punto de partida de nuestra existencia terrena, por decirlo de alguna manera. Un día un príncipe chino oyó cantar a un ruiseñor. Maravillado por la belleza de su canto, decretó que era un pájaro real que debía estar en palacio. Ordenó su captura. Cuando le trajeron el pájaro, lo encerró en una magnífica jaula de oro, le hizo servir los manjares más exquisitos y convocó a los mejores músicos del imperio para que le hicieran compañía. Sin embargo por más que fue rodeado de mil atenciones, el ruiseñor dejó de cantar, se desmejoró y murió en una semana.
Joan Garriga, en el libro decir Sí a la vida, escribe: “Cuando enfocamos los asuntos desde la perspectiva del sistema familiar, y no solo de cada persona individualmente, lo que vemos es siempre lo mismo: estamos atados a lo que no se completó, a lo que no se amó, a lo que se negó o excluyó en la familia. En el trabajo terapéutico de las constelaciones familiares encontramos muchas veces peripecias e implicaciones trágicas de tipo: Te sigo a la muerte, querido. Madres o padres que siguen a la muerte a sus hijos o hijos que siguen a la muerte a sus hermanos o a sus padres por su dificultad para aceptar la pérdida y el dolor asociado. Entonces la energía se dirige hacia el pasado. Un padre que, por ejemplo, no puede incluir la realidad de la muerte de un hijo dice, de alguna forma: Y como no lo puedo aceptar, muero yo contigo también. Esto es devastador, muy difícil. ¡Qué triste que a un hecho doloroso le suceda otro! ¿No es esta la trama y libreto de la tragedia? Un hecho doloroso, y a menudo penitencial, pretendiendo resolver otro hecho doloroso anterior”. Ninguno de nostros es responsable de las dinámicas que se han generado en nuestra familia. Cuando llegamos a la existencia encontramos que nuestros padres han tenido que sortear muchas situaciones, alguna veces, muy difíciles y dolorosas. En constelaciones Familiares decimos que, todo lo que los padres han tenido que vivir antes de constituirse en nuestros padres es el precio que pagaron por nuestra vida. De ahí que, una de las frases sanadoras sea: “Tomo la vida al precio que a ustedes les costó y hago con ella, algo que realmente valga la pena”. El proceso de crecimiento personal, el despertar de consciencia, exige el conocimiento de nuestro sistema familiar y de aquellos eventos que han marcado la vida familiar incidiendo claramente en su destino. Muchos individuos no están en conflicto con sus padres, sino con el origen que dio lugar a su existencia. Virginia Satir, considerada la madre de la terapia familiar sistémica, señala que, muchos terapeutas no consideraban la relación del consultante con sus padres porque no se consideraba que, ellos pudieran influir en la vida emocional de éstos. Para Satir, en los consultantes siempre estaba presente una expectativa de castigo. Muchos conflictos tenían su origen en el temor del consultante de que su conducta no fuera bien considerada en su núcleo familiar. El temor a no responder a las expectativas del sistema familiar hace que muchos repriman su ser dando lugar a la escisión psiquica. Para Hellinger, estamos dispuestos a renunciar a muchas cosas de nosotros mismos por lealtad con el sistema familiar y para asegurarnos un lugar dentro de él. Después de Virginia Satir vinieron otros terapeutas que, siguiendo sus huellas, comenzaron a darle un lugar a los padres en la vida emocional de los consultantes y, en el origen de sus conflictos. Así fue, como algunos consideraron, por ejemplo que la falta de estructura, de fronteras y jerarquía daban lugar a la aparición de sintomas en los miembros de la familia. Otros terapeutas, consideraron las relaciones invisibles entre las generaciones como la fuente del conflicto y del síntoma. También hubo terapeutas que consideraron los problemas de comunicación y de autoestima o la necesidad de autoregulación del sistema familiar como el lugar donde se originan los conflictos y las enfermedades psiquicas. Nuestra alma, al principio, está muy ligada a la familia donde nacemos. Del mismo modo que la psicología, los evangelistas también hicieron lo posible por explicar el origen de nuestra identidad. Así, para Mateo la identidad de Jesús está ligada a sus ancestros. Jesús le da continuidad a lo que el pueblo ha vivido desde antaño. Lo que Jesús es se entiende a partir de su genealogia. Para Lucas, la identidad de Jesús se explica a partir de la acogida que María, en primer lugar y José, en segundo lugar, dan a la Palabra de Dios que les revela quien ha de ser y qué ha de hacer su hijo. Juan explica la identidad de Jesús como aquel que viene a mostrarnos el verdadero camino hacia Dios. En Jesús encontramos la vida, la verdad y el camino para llegar a la plena comunión con Dios. Finalmente, Marcos, nos dice que Jesús es lo que es porque escuchó la Voz que resonaba en su interior. Jesús nunca se apartó, según Marcos, de aquello que en su corazón le conectaba con Dios. Tanto en la psicologia como en los evangelios encontramos que, la vida comienza a vivirse cuando la tomamos; es decir, cuando descubrimos nuestra identidad, vocación o misión en la vida. Aquí, es donde tiene una importancia relevante Bert Hellinger. Según la mirada sistémica del padre de las constelaciones familiares, durante una buena parte de nuestra vida vivimos según una imagen internalizada sobre la familia, la lealtad y la pertenencia. Esta imagen nos mantiene unidos a la familia y a la vida desde el afán de pertenecer, el amor ciego o el desorden afectivo. La espiritualidad nos recuerda que, para conocer la voluntad de Dios, nuestro destino, el mundo interior y afectivo debe estar ordenado. Hellinger nos revela que, tomamos la vida cuando agradecemos lo que el sistema familiar nos aportó y nos comprometemos a trabajar en nuestra individuación porque es ahí, donde conocemos no sólo nuestra alma sino también nuestra verdadera identidad y vocación. Comenzamos a vivir realmente cuando nos hacemos cargo de nuestro ser y lo realizamos en consonancia con el Destino. Libra mis ojos de la muerte, dales la luz que es su destino. Yo, como el ciego del camino, pido un milagro para verte. Haz de esta piedra de mis manos una herramienta constructiva; cura su fiebre posesiva y ábrela al bien de mis hermanos. Que yo comprenda, Señor mío, al que se queja y retrocede; que el corazón no se me quede desentendidamente frío. Guarda mi fe del enemigo (¡tantos me dicen que estás muerto…!) Tú que conoces el desierto, dame tu mano y ven conmigo (José Luis Blanco Vega, sj)Francisco Carmona
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