Muchas familias gastan una suma importante de su presupuesto familiar en tratar de curar a un hijo pequeño enfermo. Ocurre también que, ese presupuesto está dirigido a tratar de aliviar o curar a uno de los padres o a ambos. No hay que desconocer que, la enfermedad también tiene un componente sistémico. Es decir que, en algunas ocasiones, la enfermedad revela que algo no funciona adecuadamente dentro de la pareja o de la familia. He visto enfermar a muchos para intentar poner fin a un conflicto familiar que está escalando peligrosamente. En un taller de constelaciones, una joven consultó porque tiene problemas en tres vertebras. Cada vez que intenta hacerse un tratamiento, aparecen nuevas enfermedades, que impiden prestar la atención a la columna. Mediante la constelación supimos, por boca de la misma consultante que, su madre trabajaba como empleada doméstica, tenía una carga laboral muy estresante y había enfermado de tres vertebras. Una incapacidad representaba una situación económica bastante difícil. La consultante, cuando era niña, al ver el sufrimiento de la mamá, va a la Iglesia y pide para ella la enfermedad y la curación de la madre. La niña creyó que podía sustituir a la mamá en la enfermedad. Ocuparse de un tratamiento para curarse, en el inconsciente de la consultante, representa ser desleal a su promesa ante Dios; de ahí, el saboteo a los tratamientos con otras enfermedades. Los niños están dispuestos, por la fuerza del amor ciego, a hacerse cargo de los asuntos de sus padres. Hu-Song, filosofo de Oriente, contó a sus discípulos la siguiente historia: Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura caverna donde no podían ver casi nada. Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía ver nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendieran su propia tea y así, compartiendo la llama con todos, la caverna se iluminó. Uno de los discípulos pregunto a Hu-Ssong: ¿Qué nos enseña, maestro, este relato? Y Hu-Ssong contestó: nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que por el contrario, la hace crecer.
José Dúnker escribe: “Numerosos autores han observado que determinadas patologías como asma, alergias, diferentes dermatosis se relacionan con relaciones familiares disfuncionales. Los autores del libro: “mamá te quiso más ti”, Hapworth y Heilman (1999), se refieren al síndrome de enfermedad como resultado de las rivalidades fraternas”. Otros autores, hablan de dolencias psicosomáticas de pareja como un mecanismo equilibrador del sistema parental. A través de algunas enfermedades uno u ambos miembros de la pareja intentan tener del otro la atención y cuidado que no obtuvieron de sus padres. Los estallidos de ira porque el otro no nos presta atención, hacen parte de la niña que nunca tuvo atención de sus padres. El enojo porque la pareja no es romántica o excesivamente cariñosa, puede ser la expresión de la frustración ante una madre desconectada o con una represión emocional bastante fuerte. Conviene que primero miremos la propia historia personal, la forma como nos vinculamos desde niños y, después, a la realidad de la pareja, así comprendemos cómo nos estamos vinculando ahora con la pareja. Otra manifestación del síndrome de enfermedad está relacionado con el estado psíquico y mental de las personas. En términos generales, el desorden emocional antecede a la enfermedad física. Podríamos decir que, primero enferma el alma y, después, el cuerpo. La enfermedad del cuerpo nos revela el sufrimiento que el alma lleva consigo y el temor o dificultad para resolverlo. Muchos autores coinciden en afirmar que el sistema nervioso central es en última instancia el responsable de lo que nos pasa en la mente. La enfermedad psíquica tiene su origen en el desorden emocional que, a veces consentimos en el corazón. Es difícil creer que, una persona con un fuerte resentimiento en su corazón, conserve la salud mental, psíquica, espiritual y física durante mucho tiempo. Tarde o temprano, aquello que no solucionamos en el corazón, termina convirtiéndose en algún tipo de enfermedad. Hoy, se ha ido acumulando suficiente información para poder afirmar que, el origen de las enfermedades psicológicas tiene su origen en la forma como nos vinculamos con los padres y con el sistema familiar de origen. Donde hay problemas de vinculo hay mayor predisposición a la depresión, a la ansiedad, a los trastornos de angustia y de pánico, a las adicciones, a los trastornos de identidad y a la promiscuidad sexual. Un ambiente familiar seguro tiene menos probabilidades de enfermar a sus miembros. Aunque no hay que descartar que, algunos procesos de enfermedad psíquica y física obedecen al camino del individuo hacia su destino. Ante esta realidad, sólo queda permanecer en humildad. Con respecto al síndrome de enfermedad, José Dúnker escribe: “El mecanismo de enfermedad se desarrolla desde la niñez cuando un niño aprende a lograr atención privilegiada sobre su hermanito, pero se desarrolla como un hábito permanente de la personalidad. He observado este hábito en adultos con múltiples cirugías, o que han sufrido diversas consecuencias iatrogénicas, todo lo cual hubiera sido innecesario con una forma de crianza más equilibrada”. En el síndrome de enfermedad no hay nada malo cuando se es un niño. Seguir utilizando mecanismos de la niñez para retener o construir una relación adulta de pareja, me perdonan el juicio, es un auténtico desvarío. Esa es una buena señal para entender que, no estamos preparados para vivir en pareja y asumir una paternidad responsable y consciente. El Papa Francisco hace referencia al vínculo entre padres e hijos señalando que, nadie puede renunciar al lugar que la autoridad le asigna. Los padres tienen como tarea principal acompañar a los hijos para que tomen las herramientas necesarias y marchen a hacia su destino, donde Dios los desea ver realizando su vida y entregando sus talentos. Según las palabras del Papa: “La autoridad es una ayuda, pero si está mal ejercida, se convierte en opresiva, no deja crecer a las personas y crea un clima de desconfianza y de hostilidad”. Donde hay desorden, el conflicto es una respuesta inevitable. La principal actitud que los padres están llamados a adoptar es la sencillez y la humildad. Cuando los padres se desvalorizan, se irrespetan, ejercen su misión sin la madurez suficiente, no pueden esperar que los hijos lleguen a buen puerto. Un arco sin fuerza, difícilmente, lanzará lejos la flecha cuando la dispara. Con respecto al vínculo entre hermanos el Papa señala: “Entre los hermanos, de ninguna manera, puede admitirse que unos dominen sobre otros o los mire desde arriba y con desprecio”. Hace poco, escuché a una persona decir: “en mi casa, mis padres tuvieron una docena de miserables hijos”. De nuevo, dice el Papa: “Los dones y talentos que cada uno ha recibido es para el servicio del Señor y no para gloriarse a uno mismo o humillar a sus hermanos y deshonrar a sus padres”. El hijo que menosprecia a sus hermanos, en lugar de ser conducido a la fe, es alejado de ella. Es muy difícil amar a Dios con un corazón lleno de odio. El Evangelio nos recuerda: “Si al presentar la ofrenda en el altar, te acuerdas que tienes algo contra tu hermano, ve y reconcíliate con él”. Señor, los caminos de la vida están llenos de sorpresas, y más si vamos por la periferia siguiendo tus huellas; pues aunque tratemos de ocultarlos, antes o después, se hacen presentes quienes están condenados, por nuestras leyes y costumbres, a ser invisibles. Danos tus ojos, tu corazón, tus entrañas, tu empatía y compasión más viva… Y líbranos de pedirles y exigirles lo que no les dignifica: que cumplan nuestras leyes estrictamente. Ayúdanos, Señor, a seguir tus pasos, a dejarnos sanar para sanar a los hermanos…Y si brota el agradecimiento, que sea desde lo más hondo: libre, sincero, espontáneo… como el del leproso samaritano (Florentino Ullibarri) Francisco Carmona
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Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
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