A Jesús le preguntan: ¿Por qué los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan y, los tuyos no? Jesús les contestó: “¿Cómo van a ayunar los invitados a una boda, mientras el esposo está con ellos? Mientras está con ellos el esposo, no pueden ayunar. Pero llegará el día en que el esposo les será quitado y entonces sí ayunarán”. Comentando este pasaje, el Papa Francisco dice: “Así que al final resulta más importante aquello que se dijo y que no cambia; lo que siento dentro de mí y de mi corazón cerrado, que la palabra del Señor. Y esto es también pecado de idolatría: la obstinación. No querer que las cosas cambien es una actitud contraria al Espíritu que, Jesús nos dio para que fuera nuestro guía y consolador. El Espíritu es el que nos explica lo que sucede y nos ayuda a llevar al corazón lo que hemos comprendido para que, se convierta en el fuego que nos anima, guía y alumbra. Toda experiencia, bien sea religiosa, personal o comunitaria auténtica, es una fuente de libertad y de crecimiento. Si esto no sucede, lo que se ha experimentado y vivido puede ser tomado como una ilusión o una invitación a un trabajo más profundo a fin de conquistar ese espacio que nos permite ser, amar y, entregarnos. Sabemos que, una experiencia es inauténtica porque nos esforzamos en que las cosas sigan como estaban. Dice el Papa Francisco: “La actitud de los que dicen: Siempre se ha hecho así ... en realidad nace de un corazón cerrado”. De inmediato, viene la pregunta: ¿qué podemos hacer, qué camino podemos tomar? El mismo Papa nos da la respuesta: “Cuál es el camino? abrir el corazón al Espíritu Santo, discernir cuál es la voluntad de Dios. Jesús nos dice con tanta fuerza: ¡Vino nuevo en odres nuevos! Porque ante las novedades del Espíritu, ante las sorpresas de Dios, también cabe nuestra disposición a renovar nuestras costumbres y nuestras formas de ser y actuar”
Un hombre se acercó al filósofo Ramanuja y le pidió: ¡Muéstreme el camino hacia Dios! ¿Te enamoraste alguna vez de alguien?, preguntó Ramanuja. ¿Enamorarme? ¿Qué es lo que quiere decir con eso? Me prometí a mí mismo jamás aproximarme a una mujer, huyo de ellas como quien intenta escapar de una enfermedad. Ni siquiera las miro. Cuando pasan, cierro los ojos. Procura volver a tu pasado e intenta descubrir si nunca, en toda tu vida, hubo algún momento de pasión que dejase tu cuerpo y espíritu llenos de fuego. Vine hasta aquí para aprender a rezar, y no a cómo enamorarme de una mujer. Quiero ser guiado hasta Dios, y usted insiste en quererme llevar hacia los placeres de este mundo. No entiendo lo que desea enseñarme. Ramanuja permaneció silencioso algunos minutos y finalmente dijo: No puedo ayudarte. Si tú nunca tuviste ninguna experiencia de amor, nunca conseguirás experimentar la paz de una oración. Por lo tanto, regresa a tu ciudad, enamórate, y sólo vuelve a buscarme cuando tu alma esté llena de momentos felices. Sólo una persona que entiende el amor puede entender el significado de la oración. Porque el amor por alguien es una oración dirigida al corazón del Universo, una plegaria que Dios colocó en las manos de cada ser humano como un presente divino. Escribe Thomas Merton: “Existimos sólo para esto, para ser el lugar que Él ha elegido para su presencia, para su Manifestación en el mundo, su epifanía. En esto consiste la grandeza y belleza de nuestra condición humana, que es espejo de lo divino”. A Dios, lo podemos sentir de muchas maneras. Sin lugar a duda, verlo recostado en el pesebre, alimentado por María y protegido por José supera cualquier otra forma de experiencia o conocimiento. A Dios, se le conoce realmente a través de la humanidad. Al respecto, Alfred Delp escribe: “Nadie dará crédito a nuestro mensaje de salvación y del Salvador mientras no nos hayamos desangrado en servicio del hombre aquejado de cualquier tipo de enfermedad: física, psíquica, social, económica, moral..." La humanidad restaurada, sanada, reconciliada es el mejor reflejo de acogida y de respeto hacia la divinidad. La verdadera experiencia o conocimiento de Dios se da cuando somos capaces de seguir fielmente nuestra consciencia. Creo que, los mayores momentos de sufrimiento son aquellos en los que nos escindimos para evitar la incomodidad que genera la hostilidad, el rechazo o la desaprobación. La consciencia nos dice quiénes somos realmente, somos fieles a la consciencia cuando elegimos ser fieles a nuestro destino aunque eso represente defraudar las expectativas que los demás se hicieron de nosotros. Dice la oración de la Gestalt: “falto de amor a mí mismo, cuando en el afán de complacer, me traiciono. Falto de amor a los demás, cuando les pido que se traicionen para complacerme”. Nadie saca ningún provecho verdadero y auténtico escindiendo su ser para evitar la incomodidad del otro. En el libro conjeturas, Thomas Merton escribe: “Cristo vino a la tierra, no a ostentar la terrible belleza de una estatua sagrada, sino a ser contado entre los perversos, a morir como uno de ellos, condenado por los puros, Él, que estaba más allá de la pureza y la impureza. Si Cristo no es realmente mi hermano con todas mis penas, con todas mis cargas en su hombro y con toda mi pobreza y mi tristeza en su corazón, entonces no ha habido redención. Entonces lo que pasó en la cruz fue sólo magia...” A muchos, les resulta escandalosa la Cruz. No son capaces de reconocer que, el Cristo crucificado es obra de la dureza de corazón y del narcisismo de los que, habiendo escuchado su Palabra y viendo sus actos, decidieron rechazarlo para continuar seguros en sus erróneas creencias sobre Dios y sobre el otro y, sobre el amor. Quienes tienen una auténtica experiencia de Dios no se creen mejor que los demás, están más dispuestos a acoger y sanar que, a condenar. Los que, juzgan y condenan, desconocen que Jesús, el Hijo de Dios, el que no tuvo pecado, hizo la fila de los pecadores para recibir el Bautismo de Juan. Jesús quiso recordarnos que la verdadera experiencia de Dios se realiza inmersos en el sufrimiento humano antes que, vivir alejados de éste. Le escribe Thomas Merton a Victoria Ocampo: “No crea jamás que soy un ser distinto de usted, que estoy aquí en un monasterio bien tranquilo, sin problemas como los suyos. Muy por el contrario, vivo en el corazón mismo de su problema, porque estoy en el corazón mismo de la Iglesia. Yo no me creería un verdadero monje, un verdadero sacerdote, sino fuera capaz de sentir en mí mismo todas las revueltas y todas las angustias del hombre moderno. Pero es necesario sentir todo esto, sufrir todo esto, pero no aislado y a la deriva, sino con Cristo que lo ha soportado todo y que lleva todo en nosotros”. Muchos creen rechazar a Cristo porque nos les gusta la imagen que de Él presentan algunos anunciadores del Evangelio. No rechazan a Cristo sino la imagen que de Él construyeron algunos autores. Después vinieron los teólogos y pusieron el espíritu griego en las interpretaciones no solo de las palabras sino también de los hechos de Jesús. De lo que se trata, en realidad, no es de defender esas imágenes o interpretaciones, sino de acercarnos a la Palabra, sumergirnos en la experiencia que nos propone, dejar que Cristo le hable a nuestra historia y a los tejidos que hemos hecho en ella; muchas de nuestras cosas, están más tejidas de Ego que, de la Revelación misma del Amor tal como ocurrió en Jesús, el de Nazareth, que dio su vida para que todos conociéramos realmente al Padre. Cuando conocemos a Jesús tenemos una experiencia diferente de Dios. En el signo de Jonás, escribe Merton: “La vida de un cristiano sólo tiene sentido y valor en la medida en que se configura con la vida de Jesús” Te doy gracias, Señor, porque eres bueno, porque es constante y eterno tu amor conmigo. Te doy gracias, Señor, Dios de todo, porque en todo lo mío, Tú intervienes, porque es constante y eterno tu amor, conmigo. Tú haces grandes maravillas: la potencia del Universo, el misterio de la Vida, la fuerza del Amor, mi propio ser...porque es constante y eterno tu amor con todo y, también conmigo. Me sacaste de aquello que un tiempo me hizo esclavo, con mano tensa y fuerte brazo, como tira de uno aquel que es buen amigo... porque es constante y eterno tu amor conmigo. Cuando no tenía fuerzas, me abriste el camino: pasé y fui salvado por Ti, desde la experiencia del antiguo Egipto, sentí en mi vida una vez más que es constante y eterno tu amor conmigo. Me llevas al desierto, pero vienes conmigo, me sacas... y me guías a tu estilo haciendo brotar fuera aquello que en mí, Tú pusiste escondido, pero yo nunca supe por qué no había podido: quitaste de muy dentro poderes escondidos, rompiste mis cadenas y viniste conmigo; yo, a tientas, descubría, porque es constante y eterno tu amor conmigo. Tú me das, Señor, el pan que necesito, el pan que me da vida y aunque me canso... ¡vivo! Si recuerdo mi historia...has puesto en cada instante el pan que necesito. No me dejes, ahora que estoy cansado hazme experimentar que es constante y eterno tu amor conmigo. A quienes leáis esto, ¡os invito! leed en vuestra historia la salvación que Él hizo, la salvación concreta que Él realiza hoy con vosotros y conmigo... A todos nos regala el don de pronunciar: te doy gracias, Señor, porque es constante y eterno tu amor conmigo. (Adaptación del Salmo 136)Francisco Carmona
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