Aquello que resultó abrumador en la casa, cuando éramos niños, terminamos llevándolo a las relaciones que, como adultos, intentamos construir. Así, el niño que no fue valorado, cuando la pareja lo cuestiona, se enoja porque se siente desvalorizado e incomprendido. El niño que fue el centro de atención, cuando la pareja lo ignora, se va a un rincón a llorar, porque siente que no lo aman. Sin darnos cuenta, terminamos tratándonos como sucedía en el seno familiar. Sin consciencia sobre nosotros mismos y, sobre nuestro sistema familiar, terminamos cargando las relaciones con asuntos que no le pertenecen. Es bueno tener claro que, a ninguno de nosotros, le corresponde sanar las experiencias vividas por el otro y, menos aún, compensarlas. A cada quien, le corresponde hacerse cargo de su historia, sanarla, integrarla y transformarla en una fuerza que permita, cada día, crecer y amar en libertad. Con frecuencia encuentro personas insatisfechas con su vida, con su trabajo, con sus relaciones, consigo mismas. Algunos, a pesar de los grandes esfuerzos que hacen por conocerse un poco a sí mismos, no logran sentir que, hay algo en su interior, que los hace valiosos, dignos de ser acogidos, amados y con derecho a pertenecer, a estar. Al respecto, dice Joan Garriga en el libro decir sí a la vida: “Tener dificultades puede resultarnos muy útil. Tal vez no las deseemos, pero las necesitamos. Con suerte, nos hacen más humildes y humanos: adelgazan el Ego y enseñan que, en lo esencial, no somos aquello en +lo que nos invertimos o con lo que nos identificamos. Cuando no nos parten ni nos destruyen, nos hacen más fuertes. Como lo expresaba Nietzsche: Lo que no nos mata nos fortalece. Las dificultades nos empujan a generar recursos, a madurar, a abandonar viejos postulados, a cambiar algunas gastadas visiones +del mundo o de nosotros mismos. Todo es transitorio, y muy a menudo somos expulsados de los viejos sofás en los que nos apoltronamos, como una invitación a afrontar el siguiente paso hacia delante. ¡Bienvenida, vida!”
Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca había alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un yogui que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo: Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña. Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino enseguida. El yogui cogió la caña que le había dado el monarca y partió raudo. Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los caminos de la India. Recorrió muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto. Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey. Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al yogui que el rey estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos. El yogui se aproximó al lecho del moribundo. Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba: ¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado!. Toda mi vida acumulando enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo?¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas! El yogui entregó la caña de bambú al rey”. La insatisfacción del alma o del corazón está relacionada con la incapacidad de encontrar el verdadero propósito de la vida, del trabajo o de las relaciones. Cuando no se han logrado satisfacer las necesidades o anhelos, el alma o el corazón se sienten insatisfechos. El malestar o queja sobre la vida, el trabajo o la relación son avisos de que lo que se está viviendo no nos colma del todo. En muchas ocasiones, la insatisfacción está relacionada con el vacío existencial, con la falta de claridad sobre lo que deseamos vivir. También puede ser la expresión de la estructura histérica del psiquismo o de una forma ambivalente de vinculación. Conocernos, es fundamental para saber de dónde proviene el malestar que nos acompaña e impide vivir plenamente. Las creencias que alimentan el malestar en nuestra vida están por debajo de nuestra consciencia; por esa razón, no son fácilmente perceptibles y requieren de un trabajo interior no sólo de autoconocimiento sino también de confrontación con alguien experimentado. Las creencias nucleares bloquean la felicidad, la libertad y el desarrollo armonioso de la vida, de las relaciones y, del propósito de vida. Al respecto, dice Carolyn Hobbs: “No podemos evitar las creencias. Proceden de la infancia, a partir de la forma como nuestros padres exteriorizaban sus propios condicionamientos inconscientes”. Aquello que los padres no resuelven, los hijos, por la fuerza del amor ciego, terminan actuándolo. Las creencias nucleares están incorporadas en nuestro cuerpo como lo está cualquiera de nuestras extremidades. Escribe Joan Garriga: “Todos recibimos nuestros dones, regalos y bendiciones, aunque a menudo, vengan envueltos de un modo tan difícil o laberíntico que, reconocerlos, nos exige paciencia y trabajo interior. Todavía no he conocido a nadie que no sea fruto ya o que, al menos, no contenga semillas que florecerán. En todas las personas que he conocido en mi vida, he podido vislumbrar sus frutos, como potencialidades que pueden cristalizar en el momento adecuado”. La satisfacción con la vida no depende de los bienes que acumulemos o del éxito que tengamos en las relaciones. La satisfacción es el resultado del agradecimiento por nuestra vida. Quien no agradece la vida recibida, difícilmente, encontrará gozo en las relaciones, los trabajos o las misiones que emprenda. Una cosa es la satisfacción y, otra, muy diferente es la autosatisfacción. La primera nos conecta con la vida, con Dios, con el amor que sustenta la creación entera. La segunda es la convicción profunda de que la vida son los logros y reconocimientos que hemos alcanzado. Las personas que van detrás de la autosatisfacción necesitan llamar la atención todo el tiempo. Así, es como encontramos personas que, siempre están insatisfechas con el trabajo, con la pareja, consigo mismas. Nos recuerda la espiritualidad que, alcanzamos la satisfacción cuando descubrimos el sentido de la vida, de las relaciones, y del trabajo; en otras palabras, cuando entramos en contacto con el alma y con el corazón. También cuando nos dejamos guiar por el Espíritu. Los que están en paz consigo mismos, en lugar de vivir persiguiendo quimeras, abrazan la vida con amor y se entregan amorosamente a su realización. San Juan narra el encuentro de Jesús con la samaritana. Una mujer va al pozo cuando el calor apremia y no hay forma de encontrarse con otras personas. Tiene dificultades para entrar en contacto con los demás, pero no con ella misma. Su alma no encuentra quien la acepte y amé incondicionalmente. Tiene deseo de ser ella, de atender sus necesidades, de poder manifestarse ante los demás sin la angustia que produce el juicio interno y la autoexigencia. Las creencias nucleares no la han dejado ser. Un día, va al pozo y sentado en el brocal esta Jesús. Ella no quiere hablar con Él. Al final, la mujer le dice a Jesús: ¿en qué Dios tengo que creer? Una imagen distorsionada de nosotros da lugar a una experiencia distorsionada de Dios. Jesús le dice: “Yo soy el agua que calma tu sed”. Después, vemos a la mujer hablándole al pueblo. Jesús devolvió al alma su paz, su tranquilidad, aquello que había perdido. Hay profetas de calamidades, campeones de la queja, objetores de la compasión, que siempre enarbolan una ley con la que cerrar el paso al amor. Hay guardianes de las esencias, suspicaces habituales, profesionales del pero, que siempre tienen problemas con la compasión desnuda. Hay fariseos contemporáneos, sembradores de sospechas, desconfiados en serie, que al mismo Jesús hoy, le pondrían falta. Y él, de nuevo, con el perdón por bandera (José María R. Olaizola, sj)Francisco Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Visita los canales de podcast en la plataforma de spotify y reproduce todos los episodios.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|