El Evangelio cuenta que, Juan Bautista recorría toda la región del Jordán predicando el bautismo y la conversión. También nos cuenta que, Jesús recorría todas las ciudades, pueblos y aldeas cercanas predicando, sanando, perdonando los pecados y anunciando que el Reino de Dios está cerca. Los discípulos son enviados, con poder y autoridad para expulsar demonios y sanar enfermedades, para recorrer los pueblos y las aldeas vecinas. La vocación, la conexión con nosotros mismos, se vive en la misión. La realización de nuestro potencial, sólo es posible verla tangiblemente en el compartir la vida, los dones y talentos con otros. Permaneciendo encerrados en nosotros mismos nos estancamos y dejemos de percibirnos como realmente somos. Un día, en la India, un ladrón penetró en una rica propiedad. Apenas hubo puesto los pies en el jardín, unos perros guardianes se abalanzaron sobre él ladrando ferozmente. Viendo entonces un montón de cenizas, el ladrón se cubrió el cuerpo a toda prisa con ellas y se sentó debajo de un árbol en actitud meditativa.
Alertados por los perros, acudieron los propietarios del lugar y viendo al hombre meditar bajo el árbol, exclamaron: Un santo varón ha entrado en nuestra casa. ¡Qué gran honor! Encantados por esta visita inesperada, le cubrieron de presentes. Al irse, el ladrón se dijo a sí mismo: He recibido todos estos regalos nada más que por imitar la santidad. Si persistiera, ¿quién sabe si no recibiría la presencia divina? Hay un momento en la vida, donde muchas personas sienten que, aquello en lo que se han ocupado, lo que les proporcionó estatus, ahora no tiene sentido seguir haciéndolo. Otros, se preguntan: ¿estaré haciendo algo que quiero o, simplemente, estoy siguiendo las expectativas de los demás? Estas preguntas aparecen en nuestra consciencia para indicarnos que, la transición vital se está acercando, que las cosas que antes parecían inamovibles y verdaderas; ahora, parecen escaparse como el agua entre los dedos. La primera mitad de la vida, enseña la psicología profunda, tiene como meta alcanzar un lugar en la sociedad. La segunda mitad, en cambio, está acompañada por la necesidad de vivir desde nuestro manantial, desde aquello que recibimos de la Fuente que nos dio la vida y el ser. Jean Monbourquette, en el libro “a cada uno su misión” escribe: “Los términos misión, vocación y visión se utilizan para expresar una misma realidad, aunque remitan a diversos modos de percepción: la emotividad, la audición y la visión. La etimología de estas palabras permite poner de relieve sus diferencias. Misión (en latín missio y missus, significa enviado) indica un impulso, un estímulo interior de orden emotivo. Vocación (del latín vocatus, es decir, llamado) tiene que ver con el modo auditivo; más en concreto, esta palabra remite a una llamada que procede del fondo de uno mismo. Visión (del latín Visio o visus, es decir, lo que ha sido visto) pertenece al modo visual. Este término designará habitualmente una imagen interna, una idea creativa o un plan a realizar”. La vocación es una voz interna. “Así que le dijo a Samuel: Ve y acuéstate. Y si vuelves a escuchar que te llaman, dirás: Habla, Señor, que tu siervo escucha. Y Samuel fue y se acostó. Entonces el Señor se detuvo junto a él, y lo llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Y Samuel respondió: Habla, Señor, que tu siervo escucha. Escribe Sergio Sinay: “Obedecer a una vocación es, entonces, escuchar un llamado que llega desde nuestra profundidad. Un llamado del alma. Cuando éste es desoído vivimos en la insatisfacción. En Constelaciones Familiares he visto que, detrás de la insatisfacción que acompaña la vida de los consultantes está la desatención a un llamado. También he visto que, las personas que muestran un desorden sexual están desoyendo un llamado de la vida. La misión está relacionada con el envío. Siguiendo con la imagen de Samuel digamos que, fue enviado al pueblo para que lo acompañara en la transición de abandonar los dioses extranjeros y para ayudarlo a permanecer fiel a Yahvé. Mientras que la vocación exige capacidad de escucha y obediencia, la misión exige generosidad e itinerancia. El profeta, va de un lado para otro, llevando el mensaje que le ha sido encomendado transmitir. Aprender a soportar la incomodidad, también es parte del proceso que tiene que hacer quien, al obedecer a Dios, se pone en camino para cumplir su voluntad. La misión exige de nosotros la capacidad de afrontar el rechazo, el desánimo, la incertidumbre, la increencia y, sobretodo, la desesperanza. Por último, está la capacidad de ver. Dios se revela a Moisés como Aquél que ha visto el sufrimiento del pueblo de Israel que padece la esclavitud. Jesús, al ver la multitud como ovejas sin pastor, siente que sus entrañas se conmueven y, empieza a enseñarles. En el evangelio de Lucas, la gente al ver lo que sucede, se llena de alegría y da gracias a Dios. La capacidad de ver tiene dos connotaciones muy interesantes. La primera, mueve las entrañas; es decir, nos hace compasivos y nos mueve a la acción. La segunda, hace que reconozcamos la presencia de Dios y nos alegremos. ¡Si Dios esta con nosotros, quién actuará en contra nuestra! Vencer las cegueras permite que tomemos consciencia de la relación de unidad que existe entre Dios y cada uno de nosotros. De nuevo cito a Jorge Sinay: “Una vida plena, con sentido, es aquella en la cual la persona desarrolla lo que está en ella desde siempre. Es decir, actualiza su ser esencial. Las vocaciones no se implantan desde afuera. Conducen a la plenitud cuando se siguen y condenan a la infelicidad cuando se tuercen. Hay muchas maneras (algunas muy sutiles y basadas en argumentos tan atemorizantes o seductores como discutibles) para imponerles vocaciones a personas jóvenes. ¿Pero esto satisface al joven o al adulto del caso? ¿Quién deberá luego vivir de espaldas al llamado? Como señala Hillman, reconocer la vocación es un hecho fundamental de la existencia humana. Como alinear la vida con ella y saber que una vocación se confirma a través de dificultades y obstáculos. Se la puede perder, desoír o evitar, o se puede ser completamente poseído por ella. Pero de un modo u otro -escribe Hillman- ella finalmente se impondrá y reclamará lo que es suyo. Quien escucha a su vocación, plasma su ser y, al hacerlo, descubre un sentido y encuentra un modo de vivir, actuar y vincularse que mejora el mundo. Porque las vocaciones atendidas mejoran el mundo”. Quisiste entrar en mi casa cuando tantos la evitaban. No te importó mi pasado ni pusiste condiciones. No tomaste precauciones al conocer mi pecado. Aunque tantos criticaban tu transgresión aparente o tu conducta blasfema, prescindiste de esa gente que siempre aduce problemas y viste mi sufrimiento. Transformaste el horizonte. Tu palabra fue alimento para mi hambre de esperanza. Como aquel día, en el monte, fue tu bienaventuranza la promesa de otra vida, yo te ofrecí mis derrotas, tú sanaste mis heridas (José María Rodríguez Olaizola)Francisco Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Visita los canales de podcast en la plataforma de spotify y reproduce todos los episodios.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|