Pablo tiene una experiencia personal de encuentro con Jesús. Muchos, al igual que Pablo, una vez que han experimentado la presencia de Cristo en su interior han transformado su vida. Para estar seguros de que la experiencia vivida es cierta, siempre es necesario compartirla con alguien más experimentado. Así es como Pablo se deja orientar y acompañar por Ananías. Al respecto, comenta Hellinger: “Aquello que experimento al acceder a la experiencia del otro y al escucharme a mí mismo, se lo devuelvo al otro como respuesta. En consecuencia, en él ocurre lo mismo que antes ocurrió en mí: recibe el mensaje en su interior, le concede un espacio y lo comprueba en relación a su propia experiencia. Después, me devuelve como respuesta el eco que mi experiencia encontró en él. Así se desarrolla un intercambio de experiencias personales en la fe. Cada uno de los interlocutores permanece libre y únicamente responsable de sí mismo, pero, no obstante, cada uno se ve tanto desafiado como apoyado por el otro. Esta conversación sobre la fe se convierte en diálogo”. La pareja y la familia son comunidades de vida unidas por el destino. Aquella experiencia familiar o personal que se constela en la psique termina definiendo algunas características especiales de nuestra personalidad e inspirando proyectos, relaciones y decisiones. Detrás de los proyectos fallidos, en muchas ocasiones, podemos ver la constelación familiar actuando y revelándonos que tan implicados estamos en la vida y el destino de aquellos que fueron excluidos. El afán de sentirnos por encima de los demás termina desencadenando, al interior de la familia, dinámicas inconscientes que nos arrastran, nos llevan experimentar el dolor de aquellos miembros de la familia que tuvieron que vivir cosas que no lograron superar o integrar.
Una vez un miembro de la tribu se presentó furioso ante su jefe para informarle que estaba decidido a tomar venganza de un enemigo que lo había ofendido gravemente. ¡Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad! El jefe lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía +pensado, pero antes de hacerlo llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo. El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó una hora en terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que si le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa. Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y gastó media hora meditando. Después regresó a donde estaba el cacique y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos. Como siempre, fue escuchado con bondad pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores. El hombre medio molesto, pero ya mucho más sereno, se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su tabaco y su bronca. Cuando terminó, volvió al jefe y le dijo: Pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho. El jefe le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie del árbol, diciéndole: Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras tú mismo. Existen dos imágenes muy particulares para definir la forma como vivimos la implicación en el destino de otros. La primera, es la imagen de la tierra. Esta imagen está asociada a enfermedades graves, accidentes o suicidio. Con la palabra tierra hacemos referencia a la debilidad y vulnerabilidad humana que, tantas veces, nos resulta escandalosa porque nos obliga a transitar por experiencias que, nos incomodan y terminan provocando la escisión o disociación de nuestra psique. Con la palabra cielo definimos aquellas experiencias de expiación, sacrificio y renuncia que se entrelazan con las experiencias de otras personas. Jung llamaba constelación a la relación inconsciente que se establece entre vivos y muertos; una relación que termina generando dificultades en la psique de los individuos. Dice Bert Hellinger: “las imágenes del cielo y de la tierra seducen a un pensar, desear y actuar mágicos, en los que el enfermo o el moribundo cree que, a través del sufrimiento, deliberadamente aceptado, puede redimir a otros de su sufrimiento, aunque éste forme parte de su destino”. Antes de la experiencia de encuentro con Jesús, Pablo es un hombre que respira amenazas de muerte contra los discípulos de Jesús. Ese enojo lo arrastra a trabajar persiguiendo a los cristianos. En la psique de Pablo estaba constelado el celo por cuidar la Tradición de sus padres. De acuerdo con dicha constelación, el cristianismo era malo y engañoso. Es posible que, Pablo pensara que, con su trabajo, con su enojo, con su persecución, estuviera poniendo fin a una plaga que estaba asolando al pueblo y a las costumbres religiosas judías. Acabar con la religión falsa es un buen acto dentro de la constelación de Pablo. Sus imágenes sobre la tierra y sobre el cielo animaban su celo. La experiencia de encuentro con Jesús, le mostró que el cristianismo más que una religión era un camino, un estilo de vida. Ante semejante descubrimiento, su psique quedo perturbada durante tres días. Pablo describe la experiencia de encuentro de Jesús utilizando la imagen de un rayo de luz tan fuerte que lo derriba, lo tira al suelo. Además de la luz, Pablo cuenta que escucho una voz que le confrontaba: ¿Por qué me persigues? Una pregunta que, bien podría traducirse: ¿Cuál es tu enojo conmigo? Lo anterior, le permite a Pablo sobrecogerse interiormente y, recordar las veces, que con seguridad escuchó predicar a Jesús, y entender que Jesús hablaba de cosas que, no son ajenas al corazón de la Tradición y de la Ley que creía defender de un falso mensaje. De esta experiencia, surgen en el corazón de Pablo dos preguntas: ¿Quién eres Señor? La expresión Señor se refiere a Jesús resucitado. Pablo descubre, en ese momento, que Jesús está vivo, presente y actuando en la comunidad. La segunda pregunta es: ¿Qué quieres que haga Señor? De inmediato, nos damos cuenta que, surge la vocación. Ahora, Pablo se da cuenta que él, como todos los seguidores de Jesús, desea experimentar en su corazón la resurrección. En este momento, la constelación desaparece y da lugar a una nueva forma de ser. El enojo cesa y el deseo de entrega y servicio toma su lugar en la vida de Pablo. Después del encuentro con el Señor, Pablo queda aturdido, tembloroso y, según el texto, ciego. Pablo esta ante una experiencia numinosa real. La psique es liberada de la constelación del sistema familiar. Ahora, Pablo aparece como un hombre que ya no está impactado por el afán de defender las tradiciones de su familia sino, por el deseo de anunciar a Cristo. El encuentro de Pablo con Jesús resucitado, mientras va de camino a Damasco, no sólo es una experiencia numinosa, vocacional, sino también el comienzo de su proceso de individuación y autorrealización. Lo que Pablo anhelaba alcanzar, ahora lo tiene delante de sí. Lo que Pablo buscaba, curiosamente, no está dentro de la tradición judía, sino en el camino que conduce a hacer del Evangelio la norma suprema de vida. Lo que cuenta no es la doctrina, al fin y al cabo, es elaborada por los hombres, sino el deseo vivo y presente en el corazón de llevar una vida configurada con Cristo. Las imágenes del cielo y la tierra nos mantienen vinculados al destino de la familia e implicados en el destino de aquellos que, al sufrir no supieron que hacer con su existencia y con su destino. Una vez que, la vida nos lleva hacia una experiencia numinosa, hacia el encuentro con Cristo en lo más profundo de nuestro ser, también nos conduce a la consciencia de nuestro propio destino que, para realizarlo plenamente, es necesario dejar atrás las creencias en la expiación, el sacrificio y la sustitución y, aprender a mirar amorosamente al otro, su sufrimiento, su camino, su capacidad de transformar aquello que está pidiendo ser reconocido, integrado, asumido y entregado a la vida, desde un lugar diferente al de víctima. Cuando me describes, muestras la belleza que todos ignoran. Cuando me convocas, al decir mi nombre, cantas de contento. Cuando yo me alejo, cuentas cada hora hasta que regreso. Eres quien comprende lo que yo no entiendo. Eres quien escribe con mis garabatos los versos más ciertos. Eres quien me saca de los laberintos. Eres quien disipa mis abatimientos. Eres, en mis dudas, el ancla que aferro. Eres, en mis noches, el faro que guía mi llegada a puerto. Eres la sonrisa que calma mi furia. Eres la caricia que alivia mi duelo. Eres la promesa, la pasión luchada, la muerte vencida, el amor primero... (José María Rodríguez Olaizola)Francisco Carmona
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