Cuando las personas no tienen un sentido para vivir no sólo son unos desdichados, sino incapaces de vivir, Dice Albert Einstein. La pregunta es: ¿qué hace que las personas sean incapaces de vivir?, ¿cuál es el origen de dicha incapacidad? Para vinculo y trauma, “la raíz de todas nuestras dificultades emocionales y otras está en el trauma de identidad temprano: no sé quién soy ni qué deseo. Hoy, hay mucho interés en sanarnos. Eso está bien. Lo que preocupa es que la gente sepa mucho de sus herias y trabaje poco en convertirlas en el punto de partida de algo nuevo, en el camino hacia la realización del propio sentido de vida. Es necesario pasar del sufrimiento al sentido. Anselm Grün escribe: “En mi opinión, la incapacidad para vivir está relacionada con las altas expectativas que algunos tienen sobre su vida. Como no pueden vivir sus ilusiones, no aceptan la vida. Están interiormente ofendidos por no tener que vivir en esta situación quebradiza, pero no luchan por dar un sentido a su vida dañada”. Vivir enfadados con la vida se convierte en una fuerza autodestructiva que no resuelve nada; al contrario, lo agrava todo. Lo más curioso es que, las personas que guardan el sentimiento de incapacidad de vivir siempre encuentran en uno de sus padres un aliado que les ayuda a mantener y perpetuar el enojo. Si a esto le añadimos teorías que nos dicen que, en vidas pasadas fuimos unos tiranos y, ahora, con el sufrimiento que experimentamos compensamos la injusticia cometida en ese momento. Así que, sufrir se convierte en un acto de valentía egoica.
Cada persona tiene derecho a seguir el camino espiritual que crea más conveniente para su vida. Este derecho no nos exime de discernir si el camino está sustentado sobre algo que, en lugar de ayudarnos a crecer, a ser mejores seres humanos, abiertos al amor y a las relaciones sanas, construidas desde la libertad y verdadera identidad, alimentan nuestro narcicismo y nos mantienen preocupados de una perfección que creemos podemos alcanzar por nosotros mismos, por nuestro esfuerzo, negando la relación con el Misterio. En la tradición cristiana existe un santo llamado Nicolás de Cusa, para este hombre, el anhelo de vivir nos lleva a desarrollar el carácter espiritual; es decir, la fuerza para entrar en relación con el misterio y poder abandonar la sensación de ir por la vida perdidos y abandonados en un desierto. El pez favorito de muchos coleccionistas es la carpa japonesa, conocida comúnmente como koi. Lo fascinante del koi es que, si se mantiene en una pecera pequeña, sólo crece cinco o seis centímetros de largo. Si se coloca en un recipiente mayor o en un estanque pequeño, crecerá de quince a veinticinco centímetros. Si vive en un estanque de gran tamaño, puede llegar a crecer hasta cuarenta y cinco centímetros. Y cuando está en un gran lago donde puede desarrollarse por completo, puede llegar a tener hasta unos noventa centímetros. El tamaño del pez está en relación directa con el tamaño del recipiente donde se puede desarrollar. De igual forma, es posible hacer una analogía con las personas: todas necesitamos un espacio ecológico para crecer. Nuestro mundo determina nuestro desarrollo. Éste va a depender del espacio y las oportunidades mentales, emocionales, espirituales y físicas que decidamos darnos. En la psicología del alma se aprende que, cada generación, a su modo, está invitada por el destino, a lidiar con una situación difícil donde la vida se siente profundamente amenazada. Al respecto, dice Thomas Moore: “Cada generación tiene que enfrentar alguna dificultad y siento que la pandemia fue la nuestra. Tenemos que verlo de esa manera: es nuestro destino, así somos y depende de nosotros lidiar con esta pandemia con coraje e imaginación. Pero, sobre todo, verla como una oportunidad de transformación”. Las grandes dificultades de la vida sólo es posible abordarlas desde un camino espiritual no sólo profundo, sino también serio y auténtico. Hoy, hay muchos discursos que se venden como espirituales y, en realidad, no son más que una invitación a la superficialidad, las personas que los siguen desarrollan un ego espiritual muy arraigado. Conozco muchos buscadores, la gran mayoría de ellos son abarcados por una confusión enorme, combinan todo tipo de prácticas y un montón de discursos que terminan sonando a pura soberbia. Curiosamente, el camino espiritual se inicia y se recorre, durante un buen tiempo, en medio de la oscuridad; de ahí, la importancia del carácter espiritual del que habla Nicolás de cusa. Lo que nos sucede, el dolor que nos abarca, la incapacidad que nos inunda exige de nosotros, en palabras de Thomas Moore, una ampliación de la mirada. Más allá de la ansiedad y de la angustia hay un horizonte que está por descubrir y una vocación que nos espera. Dice Thomas Moore: “Recientemente estaba leyendo sobre Isaac Newton que, cuando la Gran Peste llegó a Inglaterra, tuvo que confinarse durante dos años. Fue desde el encierro que desarrolló sus geniales hallazgos. Ayuda conocer la historia de otras personas que han pasado por lo mismo para darnos cuenta de que esto también es parte de la vida y pasará. Y a la vez comprender que, si lo manejamos bien, nos convertiremos en mejores personas y haremos grandes descubrimientos”. Cuando el alma entra en la oscuridad de la noche, la inmensa mayoría de nosotros, en lugar de fortalecernos, nos dedicamos a reprochar y a buscar en los demás un responsable. Escribe Thomas Moore: “Para tener una visión amplia necesitamos mejores fuentes. Si no, no podemos llegar a Sophia, no tendremos esa sabiduría jamás. Esa es la respuesta para estar en el mundo de una manera más grande y más profunda, más misteriosa. Por eso, la crisis es un tiempo maravilloso para aprender de la naturaleza y comprender que es más grande que nosotros. Esos árboles que estoy viendo a través de la ventana han estado ahí desde antes de que yo naciera y seguirán después de mí. Saberlo ayuda a tomar perspectiva. Ni siquiera hay que pedirle claridad en la cabeza, alcanza con sentir que, a pesar del tiempo y de los desafíos, la vida continúa. Eso nos dará esperanza”. La sed de conexión interior no se sacia acumulando contenidos sino recorriendo el camino, entrando en contacto con el Misterio. Dice Thomas Moore: “Algunas personas acumulan teorías y experiencias, sin embargo, sus interacciones con el mundo siguen siendo inmaduras. Permanecen centradas en ellas mismas. Eluden la empatía y el sentido de comunidad. No pueden ser francas con otras personas. Es probable que alberguen resentimiento u otras emociones complejas que arraigaron en ellos desde la infancia. Tienen experiencias, pero no maduran. Cumplen años, pero no envejecen”. La principal tarea que tenemos frente a la vida, a nosotros mismos y a Dios, es la de pasar por la vida transformándonos. Dice Thomas Moore: “dejar de ser gusanos para convertirnos en mariposas dándonos a luz en una nueva y mejor versión sin negar, sin embargo, nuestras sombras ni aquello que fuimos, ni aquello que, en su momento, nos robó la paz”. Tengo tanto sentimiento que es frecuente persuadirme de que soy sentimental, más reconozco, al medirme, que todo esto es pensamiento que yo no sentí al final. Tenemos, quienes vivimos, una vida que es vivida y otra vida que es pensada, y la única en que existimos es la que está dividida entre la cierta y la errada. Mas a cuál de verdadera o errada el nombre conviene nadie lo sabrá explicar; y vivimos de manera que la vida que uno tiene es la que él se ha de pensar (Fernando Pessoa)Francisco Carmona
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