Con frecuencia, vienen a constelaciones personas que albergan en su corazón sentimientos de insuficiencia y de inferioridad, con respecto a sí mismos y hacia los demás; especialmente, hacia su sistema familiar. Estas personas, curiosamente, no están en la vía que lleva a la individuación sino que están atrapadas en las expectativas del sistema familiar. Cuando estamos mirando hacia nuestro propio destino, es muy difícil, que lleguemos a experimentar insuficiencia. La insuficiencia, el miedo al fracaso y el pánico son manifestaciones del entrampamiento en el que nos encontramos y del desorden emocional que no logramos resolver. La inferioridad es, pues, la constelación de quienes buscan evitar la desvalorización, el rechazo, el abandono o la traición. El maestro contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero no todos los oyentes entendían el sentido de la misma. Un día, uno de ellos lo enfrentó y le dijo: Tu nos cuentas historias pero no explicas el significado. El maestro se disculpó por ello y luego continuó diciéndole: Permíteme que en señal de reparación te convide con una rica manzana. Gracias maestro, respondió halagado el discípulo. Quisiera para agasajarte pelarte la manzana yo mismo. ¿Me lo permites? Sí, muchas gracias. Ya que tengo en la mano el cuchillo, aprovecharé y te la cortaré en trozos, para que te sea más cómodo comerla. Me encantaría, pero no quiero abusar de su hospitalidad. No es un abuso, si yo te lo ofrezco. Solo quiero complacerte. Y...permíteme también que te la mastique antes de dártela ¡No maestro!, ¡No me gustaría que hiciera eso! - se quejó sorprendido el discípulo. El maestro hizo una pausa y dijo: Si yo te explicara el sentido de cada parábola.... sería como darte de comer una fruta masticada. Tú mismo tienes que encontrarle y saborear su exquisito sabor
A constelaciones, vino un consultante con el siguiente motivo: “gano mucho dinero; sin embargo, cada día, el dinero que llega a mis manos, que es mucho, rinde menos”. A medida que, la constelación fue desarrollándose, fue necesario que entrarán representantes para los padres. De inmediato, la fuerza que representaba a la dinámica que se llevaba el dinero empezó a reprocharle al padre. Mientras más reproches, el dinero se hacía más lejos. A medida que, el consultante fue reconociendo que el papá hizo lo que pudo con los recursos que tenía, el dinero se fue acercando. Al final, el consultante dice: papá, gracias por lo que pudiste darme, poco o mucho, fue suficiente, ahora, me hago cargo de mi vida, de mis necesidades, de realizar mis proyectos, te dejó en +paz y me quedo en paz contigo porque veo que, me diste lo suficiente para mi vida. El dinero abraza al consultante y todos se sienten aliviados. El reproche constante a los padres nos va alejando de nosotros mismos. La falta de conexión con nosotros mismos se traduce en la falta de autoestima. Al respecto, Joan Garriga, en el libro ¿dónde están las monedas?, escribe: “Autoestima significa amar lo que somos tal como somos a cada momento, con lo que emerge en nuestro cuerpo, en nuestros sentimientos, pensamientos, sueños, conductas, anhelos y recuerdos. Autoestima es amar y abrazar lo que cada momento trae y regala a nuestra experiencia. Es amarnos dándole un buen lugar en el corazón a todo lo que nos conforma. Consiste en incorporar esta actitud a cada instante de nuestra experiencia como un código de respeto a uno mismo”. En la sociedad de la producción, las personas no se ven confrontadas con la necesidad de ser ellas mismas. En la sociedad del cansancio, ser equivale a logros. Muchos piensan que, si no están hablando de aquello que han alcanzado en la vida, los demás los van a menospreciar y a considerar inútiles. Muchos naufragan en los esfuerzos por ser ellos mismos y prefieren acomodarse a las expectativas del entorno en el que viven, sacrifican la libertad que han podido ir conquistando por la comodidad que encuentran en la compañía de quienes tienen como único interés acumular riqueza para exhibir vanidosamente sus bienes porque los consideran la expresión máxima de su ser y su éxito en la vida. Lo que nos lleva al lastre no es ser nosotros mismos, sino la confusión, que nos hace creer que somos lo que tenemos. Muchos creen que no han podido ser por culpa de sus padres. Se equivocan. No hemos podido ser porque no nos hemos atrevido a tomar de nuestros padres aquello que necesitamos para ir hacia la vida. En la mayorías de las ocasiones, el reproche se convierte en el escudo que nos protege del llamado a ser adultos, a hacernos cargo de nosotros mismos. Al respecto, escribe Bert Hellinger: “Quien se mantiene en el reproche hacia sus padres, espera que la solución venga de fuera, por lo que está desconectado de su alma. Quien renuncia al reproche, de repente se halla frente a su propia culpa y ante las consecuencias de su hacer. De ahí viene la fuerza”. En constelaciones, aprendí que, lo peor ocurre cuando un hijo intenta resolver un asunto de los padres tomando el lugar de ellos. Cuando esto sucede, el hijo asume una posición superior con respecto a sus padres. Esto es arrogancia. Abandonar el lugar que nos corresponde en la vida, trae desorden a nuestra vida y, ese desorden tiene muchas formas de expresarse. Aquello que forma nuestra constelación nos puede atrapar y condenar al cansancio y a la infelicidad. La necesidad de ser valorados por los demás puede convertirnos tanto en víctimas como en tiranos. Mientras nos mantengamos en la búsqueda de la valoración afuera, corremos el riesgo de perder el contacto con el alma y, en consecuencia, creer que, hablar constantemente de nuestros logros es el camino para sentirnos valorados. También podemos creer que, si nos escondemos, nadie va a desvalorizarnos. Al respecto escribe Bert Hellinger: “No hay nada mejor que aquello que es. No hay mejores padres que aquellos que tenemos. No hay mejor futuro que aquel que tenemos por delante. Lo que es, es lo más grande. Y la felicidad significa llevarlo a mi corazón tal como es y alegrarme por ello. Esta es la plenitud de la felicidad: Alegrarme de la realidad tal como es” Cuando nos sentimos menos que los demás, por no tener logros que presentar, podemos caer fácilmente en la vanidad; es decir, terminar poniendo la confianza en lo que podemos presumir ante los otros, en lugar de mirar hacia lo que somos interiormente y a lo que podemos ser en la relación personal e íntima con el Señor. La contemplación es una forma de vida donde lo que importa para ser no es otra cosa que dejarse impregnar del amor de Dios. En la espiritualidad cristiana se llama negación de sí mismo a la actitud que pone el énfasis en la vida de comunión con Dios antes que en el éxito que nos otorgan los logros alcanzados y las metas realizadas. Al respecto, escribe Thomas Merton en Tiempo de celebración: “La verdadera negación de sí mismo del cristiano no es una conquista de sí mismo por sí mismo, sino una muerte de sí mismo para vivir para Dios en Cristo”. Cuando el valor personal está puesto afuera quedamos expuestos al sufrimiento. No siempre los que están a nuestro alrededor son capaces de ver el valor que reside en nosotros. Recordemos que, muchas veces, nosotros somos vistos por los demás a través del lente de sus proyecciones. Es decir que, la gran mayoría de las veces, lo que el otro está diciendo de nosotros no es más que lo que él está pensando o padeciendo de sí mismo. Escribe Joan Garriga: “El amor a uno mismo se reconoce por cómo nos presenciamos y estamos honestamente con lo que hay, no como una idea. Algunos que afirman quererse parece que aman la idea de que se quieren, pero no logran ser apreciativos con ciertas zonas de sí mismos, que son empujadas al ostracismo de su subterráneo psíquico y de su inconsciente". En las intemperies de nuestra existencia, cuando la noche cae, el camino se vuelve incierto y las dudas toman la palabra. En los giros de la vida, cuando el fracaso es posibilidad, el miedo llama a la puerta y la inseguridad es compañera. En la crueldad del azar, cuando llega la enfermedad, la soledad lanza su grito y la muerte merodea. En las encrucijadas del futuro cuando avanza la tormenta, no hay tierra a la vista y el mal anda cerca. Ahí estás Tú, en lo escondido, sosteniendo el barco, llevándonos donde sólo sabes Tu. Ahí estás Tú, en lo profundo, hacia un mañana que será bueno, sencillamente porque proviene de ti. Ahí estás Tu, en lo desconocido, cogiéndonos de la mano, guiándonos hacia la tierra prometida (Álvaro Lobo sj)Francisco Carmona
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