Una persona que no logra resolver los conflictos está implicada en el vinculo con sus padres. Según Gordon Allport: “La personalidad es la organización dinámica, en el interior del individuo, de los sistemas psicofísicos que determinan su conducta y su pensamiento característicos”. En otras palabras, la personalidad es la expresión de la constelación que hay en nuestro interior. Es decir, de la forma como todos los componentes de la psique se organizan. Este proceso se da al interior del individuo, no es nada externo. Nuestra constelación interna marca nuestras costumbres, sentimientos, rasgos, creencias, expectativas, estilos de conducta, funcionamiento de nuestro organismo tanto en lo físico, nervioso, glandular y hormonal. Nuestra constelación comienza en la relación con los padres. Aquello que define nuestro carácter, la forma como nos posicionamos ante la vida, está estrechamente ligado a la dinámica que marca la relación de nuestros padres. El vínculo con nuestros padres, cuando es traumático, termina dando origen a nuestro propio trauma. La relación con unos padres traumatizados, arrastra al hijo a la división interna de su corazón; es decir, en su interior el hijo no sabe, a ciencia cierta, que puede acoger y que no, que puede tomar y qué puede hacer a un lado. Un corazón dividido no logra definir su identidad. El trauma desconecta al individuo de sí mismo y lo atrapa en el dolor que experimenta.
Érase una vez un hombre que formó un camino espiritual y al que todos consideraban una persona muy ilustrada. Sus seguidores adoptaron la costumbre de registrar en un libro todas las instrucciones que el maestro daba. Con el paso de los años, el libro alcanzó un considerable volumen con un copioso registro de toda clase de instrucciones. A los seguidores de este camino se les aconsejaba no hacer nada sin primero consultar en el libro santo. Donde quiera que fueran, sin importar qué hicieran, debían consultar el libro. Se había convertido en una especie de manual para guiar sus vidas. Un buen día, mientras cruzaba un puente de madera, el maestro cayó al río. Los seguidores estaban allí, junto a él, pero ninguno sabía qué hacer en tales circunstancias. Decidieron entonces, consultar al libro santo. Ayuda, – gritaba el maestro. No sé nadar Espere unos momentos, Maestro. No se ahogue – respondieron los discípulos. Estamos consultando el libro santo. En algún lugar tienen que estar las instrucciones a seguir en caso de que usted caiga al río mientras cruza un puente de madera. Mientras los discípulos recorrían las páginas del libro buscando las instrucciones apropiadas, el maestro desapareció bajo el agua. En los caricaturas existen los Kwamis. Así, como el ser humano se convierte en alguien destructivo cuando no es capaz de controlar el impulso de sus emociones. También puede transformarse en un ser de bondad, amor, generosidad y entrega cuando es capaz de responder asertivamente a sus impulsos y, en lugar de permitir que tomen el camino de la destrucción, los transforma en fuente de creatividad y conexión con la vida. Los Akumas aparecen cuando hay una elaboración negativa de la realidad y, el ser humano se ve desbordado por el poder negativo de sus emociones desordenadas y desenfrenadas. Los Kwamis surgen, dice la literatura, cuando damos paso a la construcción del amor, la belleza, la verdad, la protección y el bienestar. Ante un evento difícil, los seres humanos tenemos la posibilidad de elegir que vamos a hacer con las emociones que surgen de lo que estamos viviendo. Algunos se hunden en la tristeza, la rabia y el rencor. Otros en cambio, toman el evento y, lo convierten en el punto de partida para una nueva vida. Hay muchos que, como la ostra, trabajan sobre la adversidad para sacar de ella lo mejor y nutrir la vida de ese fruto. Nadie está libre de enfrentar la adversidad. Podemos dejarnos akumatizar, desbordarnos emocionalmente o dejar que los Kwamis vengan en nuestra ayuda, como las musas, y podamos transformar el llanto en risa, el luto en danza, la esterilidad en fecundidad. En el alma de cada uno de nosotros hay fuerzas que están al servicio de la creación y al servicio de la destrucción. Freud llamó Eros a los impulsos creativos y Tánatos a los impulsos de la destrucción. Eros nos conecta con lo divino, lo trascedente y, nos recuerda que, el fin último de nuestra naturaleza es la trascendencia. Por su parte, Tánatos nos revela el deseo de abandonar la lucha, de volver, como dicen los especialista, a la quiescencia y la tumba. Tánatos puede llegar a ser una fuerza tan intensa que arrastra a los seres humanos a la muerte violenta o al suicidio inconsciente. Por su parte, cuando eros se desborda, nos arrastra hacia el amor ciego, impulsivo o hacia la locura. Desde hace milenios, el ser humano enfrenta fuerzas que destruyen la vida y fuerzas que prolongan la vida y la conservan. Siempre estamos fluctuando en esa polaridad. Es más, gracias a que muerte y vida coexisten es que podemos no sólo vivir sino también crecer, avanzar y madurar. Cuando las emociones se desbordan, el alma nos manifiesta el cansancio que produce ser llevada por caminos que no desea transitar, que no corresponden a su destino. Cuando un Akuma nos transforma en lo peor de nosotros mismos, esta manifestando la debilidad interior con la que cada día nos entregamos a las labores cotidianas. Cuando un Kwami nos sana, nos recuerda que nuestro destino no es estar prisioneros de nadie, incluidos nosotros mismos. En el alma existe un deseo de vivir sanos. Por eso, cuando la enfermedad aparece, de inmediato, nos movilizamos buscando restablecer el equilibrio perdido. Cada vez, gracias a la preocupación por el bienestar, muchas enfermedades que antes eran mortales, hoy son fácilmente tratables. En el ser humano existe un enorme poder curador y autocurador que se despierta cuando conectamos con nosotros mismos y con la Fuente misma de la vida. De ahí que, en muchas ocasiones, Jesús ofreciera el perdón antes que la salud. La enfermedad, cuando estamos en conexión, no disminuye la vida, al contrario, le da nuevas posibilidades. Escribe Peter Bourquin: “La vida es limitada y pasajera. Esta es la única certeza que tenemos cuando nacemos. Es cierto que en muchos países ricos la expectativa de vida se ha ido aumentando considerablemente, pero con el precio de que enfermamos más a menudo. Gracias a la medicina moderna hoy podemos sobrevivir enfermedades de las cuales hubiésemos muerto no hace mucho; para volver a enfermar de un a otro momento. Ya que una tarea de la enfermedad es precisamente esta: hacer que nos rindamos y llevarnos al otro lado del umbral de la muerte, sea lo que sea que nos espera allí. Y justo este hecho indiscutible de que nuestra vida sea limitada es lo que la hace valiosa”. En estas condiciones, solo queda aceptar que, cuando la vida está amenazada, el orden, la belleza, la bondad, el amor y la generosidad pueden brindarle nuevas oportunidades de libertad. Thomas Keating, citando a Thomas Merton, dice: “Hemos de convertirnos en lo que ya somos. La venida de Cristo en nuestras vidas nos ayuda a darnos cuenta de que Él es, como se podría decir, nuestro auténtico Yo, la realidad profunda dentro de todos y cada uno de nosotros. Una vez que Dios entra en la condición humana, todos nos convertimos en seres potencialmente divinos. Por medio de la encarnación de su Hijo, Dios se incorpora a la humanidad entera, pasada, presente y futura, con su propia majestad, dignidad y gracia. Cristo mora dentro de nosotros de una manera misteriosa, pero muy real. El propósito principal de toda la liturgia, de la oración y de los ritos es conducirnos a esa percepción de Su presencia y unión con nosotros”. La fe nos conecta con las fuerzas que nos sanan y nos invita a darle orden a todo lo que amenaza con destrucción. No te rindas, aun estas a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo. No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo. No te rindas, por favor no cedas, aunque el frio queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque la vida es tuya y tuyo el deseo, porque lo has querido y porque te quiero. Porque existe el vino y el amor, es cierto, porque no hay heridas que no cure el tiempo, abrir las puertas, quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron. Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar el canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos. No te rindas, por favor, no cedas, aunque el frio queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento, porque no estás sola, porque yo te quiero (Mario Benedetti)Francisco Carmona
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