Desde hace muchos años, el texto del evangelio donde Jesús formula la siguiente pregunta: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?” ha llamado profundamente la atención. Creo que, el temor a perder el alma provocó que me interesara y esforzara por llevar una vida con sentido y, en la medida de lo posible, auténtica. El camino no ha sido fácil. Liberarse de las expectativas propias y ajenas es una tarea que exige mucho esfuerzo y compromiso. A veces, el alma logra sentirse ella misma y, otras, por el contrario, se siente prisionera, enajenada. La forma como enfrentamos el envejecimiento da muestras claras de lo que hemos logrado hacer o no con nuestra vida, con nuestra alma. Recuerdo haber leído, en una ocasión, un texto de psicología que mostraba la vejez como el tiempo de la sabiduría. El autor decía que, los ancianos cascarrabias, llenos de caprichos o enfermedades, sin alegría y a los que, la gente trataba de evitar, no habían logrado reconciliarse con su existencia y aceptar que todo lo vivido es parte del camino no sólo para llegar a Dios, sino a la consciencia plena de quienes somos y qué venimos a hacer a este mundo. Siempre me ha impresionado ver personas con unas capacidades enormes y encerrados en sí mismos, en su dolor, en su tragedia y, por decirlo de alguna forma, desperdiciando su vida. Ver como algunas personas destruyen su vida en la ambición, en la adicción o en el miedo, por señalar sólo algunas circunstancias, generan muchas inquietudes internas. Morir tiene que ser una experiencia difícil, incluso para los que se quitan la vida en medio del abrumamiento existencial, pero darse cuenta de que se desperdició la única posibilidad de vivir tiene que ser no solo difícil, sino sumamente doloroso. ¿Una vez que, perdimos el alma, la vida, podemos dar algo a cambio para recuperarla? La respuesta del Evangelio es nada, no podemos hacer nada, porque la vida que se nos escapó de las manos nunca volverá a ser nuestra. La vida nos la dieron para vivirla no para malgastarla, para que esto no suceda, lo primero que tenemos que hacer es tomarla y, lo segundo, agradecer que la tenemos.
Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba sus días en su laboratorio en busca de respuesta para sus dudas. Cierto día, su hijo de seis años invadió su santuario, decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiera entretenerlo. De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras, recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta, se lo entregó a su hijo diciendo: Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin la ayuda de nadie. Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente: Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo. Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que, a su edad, hubiera conseguido componer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones, con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible?¿Cómo el niño había sido capaz? Hijito, tu no sabías cómo era el mundo, cómo lo lograste? Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura del hombre. Así, que di vuelta a los recortes, y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo. Hay personas que han desperdiciado su vida y su alma porque como el eunuco que se encuentra con Felipe, según en los hechos de los apóstoles, no tienen quien le explique lo que sucede o le ayude a tomar consciencia de lo que hay en su corazón. Dice el texto: “Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; más su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida”. Dos discípulos van camino a Emaús, están decepcionados por todo lo que ha sucedido, Jesús se acerca, los acompaña y les ayuda a comprender todo a la luz del Misterio de Dios. A cada ser humano lo mueve, a veces consciente y, otras veces inconscientemente, el deseo de una vida plena y feliz. Todos sentimos ese llamado. No todos sabemos dónde se encuentra el pozo que nos brinda el agua que calma nuestra sed. Al respecto, escribe Claudio Naranjo: “Mientras más uno sabe lo que busca, más sabe que no sabe que busca. Quien acepta el Misterio tal vez está en mejores condiciones de estar en resonancia con lo misteriosa que es la vida”. La vida o el alma se gana o se pierde en la medida que, somos conscientes de que, sólo en la relación auténtica con el Misterio está el verdadero sentido de la vida. No es la intuición sino la apertura a la Revelación la que nos conduce hacia la verdadera Fuente de la vida, hacia el lugar donde está el agua que calma, de una vez por todas, nuestra sed de infinito y completud. John Main escribe: “A medida que se incrementa nuestra capacidad para recibir la Revelación, se incrementa el impulso natural que sentimos a hacer nuestra respuesta y apertura, más generosa y desposeída” Para Carl Gustav Jung, la psique es el espacio donde se revela y manifiesta la divinidad. Las experiencias numinosas son aquellas que tienen la capacidad de transformar nuestra vida porque nos revelan la vocación o porque nos indican el camino que podemos tomar para llegar a la realización plena de nuestro ser. El primero de abril de 1983, conocí, en una vereda, a una mujer anciana, muy pobre y enferma, que irradiaba una alegría que llamaba la atención. Las personas que convivían con ella decían que siempre se mantenía alegre a pesar de los dolores, de la enfermedad y de la pobreza. Ver la imagen de esta mujer, hizo que surgiera la pregunta: ¿Cómo llegar a la ancianidad conservando el buen ánimo, manteniendo el contacto con el alma? Para Jesusita la respuesta estaba en el amor que sentía por Jesús y en el amor que Jesús tenía hacia ella y, que podía descubrir y experimentar cada día. Susy Beatriz hablando de las vidas contemplativas publica: “En lo más profundo de nosotros mismos hay un asombroso santuario interior del alma, un lugar sagrado, un Centro Divino, una Voz que habla, a la cual podemos regresar continuamente. La eternidad está en nuestro corazón, insistiendo en nuestras vidas dispersas por el tiempo, abrigándonos con indicaciones de un destino asombroso, llamándonos de regreso a casa... Hay una forma de ordenar nuestra vida afectiva a más de un nivel al mismo tiempo. A un nivel podemos estar pensando, discutiendo, viendo, calculando, respondiendo a todas las exigencias de actividades externas, pero en el interior más profundo, detrás del escenario, a un nivel más hondo, también podemos estar en oración y adoración, en canción y alabanza y en una delicada receptividad a las inspiraciones divinas". Cada uno tiene delante de sí la tarea de conservar o perder su alma. Nadie nos puede sustituir en la tarea. Podemos llevar una existencia vacía o una vida llena de sentido; también podemos atrevernos a cruzar el umbral del dolor y la oscuridad o permanecer encerrados en nuestras experiencias difíciles y, convertirlas en nuestro sepulcro. Nos vamos muriendo en el apego al dolor y a los reproches porque la vida no es como lo habíamos proyectado. Muchos se aferran al reproche o a la lealtad como si fueran sus tablas de salvación olvidándose de que nada que nos haga sufrir o nos conecte con nuestra oscuridad puede llegar a salvarnos a hacer feliz y plena nuestra existencia. La vida, al final, será el reflejo de aquello con lo que nosotros vivimos resonando. La vida la proyectamos no desde el pensamiento sino desde aquello que llevamos en el corazón y nos negamos a renunciar porque lo convertimos en el fundamento y razón de nuestra existencia. Me llamaste cuando no esperaba. No tenía tiempo, ni tenía ganas ¿A dónde querías que me dirigiera? ¿De qué pretendías que me despojara? ¿Por qué cuestionabas mis seguridades? ¿A qué me llamabas? ¿No era, tu llegada, otra vez lo mismo?¿No era tu evangelio una cantinela ya domesticada? No te conformaste con que me escondiera tras excusas huecas y necias palabras. No me permitiste levantar un muro para defenderme de tus enseñanzas. A cada barrera que yo construía tu amor oponía una nueva escala con la que venciste mi falta de agallas. Y seguí tus pasos en largas jornadas. Me senté a tu mesa una madrugada. Le diste la vuelta a lo que soñaba. Y ahora no comprendo mi vida sin ti. Contigo soy todo. Fuera de ti, nada (José María Rodríguez Olaizola)Francisco Carmona
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