El alma está siempre orientada a la realización. Las actividades del alma siempre tienen una meta que alcanzar. El sufrimiento que alberga el alma corresponde a la dificultad para lograr sus objetivos. El alma se disgusta, no tanto por las acciones de los demás, sino por la frustración que experimenta al encontrarse con un obstáculo en el camino de su realización. En muchas ocasiones, la impotencia frente a las dificultades termina convirtiéndose en enfermedad. Mientras más se empeña el alma en vivir heroicamente más expuesta queda a la impotencia, a la debilidad y fragilidad. El alma se desconecta de Dios cuando renuncia a su vida para someterse a los dictados del Ego. En un taller de constelaciones, un consultante quiso trabajar los dolores que tenía en el cuerpo. Cuando los enumero resultaron una cantidad llamativa. A medida que se fue desarrollado la constelación, aparecieron los padres. Al preguntar por ellos, el consultante respondió: lo máximo, era el hijo preferido, nadie en la vida me ha amado como ellos. Es una lástima que se hayan muerto. ¡No hay amor que me sostenga en la vida! Uno de los hijos que estaba presente acompañando al consultante, miró sorprendido a su progenitor. La ruptura del matrimonio había generado tanto dolor que, el alma había hecho una regresión a un estado de la vida donde el amor experimentado resultaba incondicional. Desde entonces, el adulto había quedado absorbido por el niño. Los hijos, ahora, en lugar de un padre que cuidará de ellos, tenían a un niño nostálgico al que tenían que cuidar y rodear de amor todo el tiempo. El alma, por alguna razón, había llegado a equiparar el amor de pareja con el de los padres. Al darse cuenta que, el amor de los padres es incondicional y el de pareja no lo es, había comenzado a sufrir.
El alma de este consultante tenía como meta el amor incondicional de los padres. Al darse cuenta que, sólo somos amados incondicionalmente por nuestros padres, comienza a enfermar. Quedarnos enganchados en una imagen o experiencia puede hacer que el alma renuncie a su propio destino. En la medida, que conectamos con la esencia de nuestra alma podemos responder, de manera diferente, a las situaciones adversas y a las imágenes distorsionadas de la vida que albergamos no sólo en el alma sino también en el corazón. Sin trabajo interior, sin conexión con una fuerza que nos revele lo que es verdadero para el alma, difícilmente, alcanzamos la libertad necesaria para fluir en la vida. Vivía un monje en las cercanías del templo de Shiva. En la casa de enfrente vivía una prostituta. Al observar la cantidad de hombres que la visitaban, el monje decidió llamarla: Eres una gran pecadora – la reprendió. Le faltas el respeto a Dios todos los días, y todas las noches ¿Será posible que no puedas detenerte y reflexionar sobre tu vida después de la muerte? La pobre mujer quedó muy conmovida con las palabras del monje; con sincero arrepentimiento le oró a Dios, implorando su perdón. También pidió que el Todopoderoso la ayudara a encontrar una nueva manera de ganarse el sustento. Pero no encontró ningún trabajo diferente. Y después de una semana de pasar hambre, volvió a la prostitución. Pero, cada vez que le entregaba su cuerpo a un extraño, le rezaba al Señor y le pedía perdón. El monje, irritado porque su consejo no había producido ningún efecto, pensó para sí: A partir de ahora, y hasta el día de la muerte de esta pecadora, voy a contar cuántos hombres entran en esa casa. Y desde ese día, no hizo otra cosa que no fuera vigilar la rutina de la prostituta: por cada hombre que entraba, colocaba una piedra en una pila. Pasado algún tiempo, el monje volvió a llamar a la prostituta y le dijo: ¿Ves esta pila? Cada piedra representa uno de los pecados mortales que has cometido, aun después de mis advertencias. Y ahora te lo vuelvo a decir: ¡cuidado con las malas acciones! La mujer comenzó a temblar al darse cuenta cómo se iban acumulando sus pecados. Al volver a su casa, derramó lágrimas de sincero arrepentimiento y orando dijo: ¡Oh, Señor! ¿Cuándo tu misericordia me va a librar de esta miserable vida que llevo? Su plegaria fue escuchada. Ese mismo día, el ángel de la muerte pasó por su casa y la llevó. Por la voluntad de Dios, el ángel cruzó la calle y también cargó al monje consigo. El alma de la prostituta subió inmediatamente a los Cielos, mientras que los demonios se llevaron al monje al Infierno. Cuando se cruzaron a mitad de camino, el monje vio lo que estaba ocurriendo y clamó: ¡Oh, Señor! ¿Es esta tu justicia? Yo, que pasé mi vida en devoción y pobreza, ahora soy llevado al infierno. Mientras que esta prostituta, que vivió en constante pecado, está subiendo al cielo. Al escuchar esto, uno de los ángeles respondió: Son siempre justos los designios de Dios. Tú creías que el amor de Dios se limitaba a juzgar el comportamiento del prójimo. Mientras que llenabas tu corazón con la impureza del pecado ajeno, esta mujer oraba fervorosamente día y noche. El alma de ella quedó tan liviana después de llorar, que podemos llevarla hasta el Paraíso. Tu alma quedó cargada de piedras y no podemos hacerla subir hasta lo alto. Añadió el Maestro: Aprende a comprender y a tolerar. Vigila tu actitud. Discierne más allá de las apariencias, no sea que tu corazón se vuelva pesado y no pueda ascender al cielo por los pecados ajenos que amontonaste en él. De una manera u otra, a través del sufrimiento, vamos buscando la solución a un conflicto del alma. Una consultante que vino a constelaciones quiso trabajar un cáncer de seno. Decía que lo había contraído después de la muerte de su padre. Fue curioso ver que la muerte del padre no representaba nada. El cáncer estaba ligado a la soberbia, a un deseo de querer mandar todo al infierno por estar sufriendo una gran contrariedad. En su interior, esta mujer había proyectado dedicarse a viajar por el mundo con el dinero que le tocara de la herencia. En su imaginación, el padre era un avaro que había escondido el dinero que tenía. Cuando hicieron la sucesión, el dinero que le tocó no era suficiente para realizar su sueño. Tener que aceptar que su padre no era adinerado sino un hombre común y corriente fue tan duro que, el alma decidió enfermar para que aceptara que, no podía viajar como lo había proyectado. Señala Jung: “El cuidado del alma es un sendero cuyos recodos laberínticos no están exentos de horrores. En ese camino es donde se verifican experiencias que la gente se complace en llamar difícilmente accesibles e incomprensibles”. Estas experiencias exigen lo que el ser humano más teme dar, la rendición ante la Totalidad. Teorizamos y hablamos mucho de la rendición; sin embargo, cuando nos toca el turno de hacerlo, nos resistimos, no creemos que vayamos a ser capaces. De ahí que, si queremos avanzar en la vida, tenemos que preocuparnos de la educación anímica y espiritual; de lo contrario, nos veremos forzados a realizar dichos aprendizajes a través de lo que más nos cuesta, abrazar el dolor. Para muchos, la vida cristiana está fundamentada en la práctica externa de la caridad. Con frecuencia, se escucha la invitación a salir al encuentro del pobre, del desamparado, del que sufre. Se puede llegar a creer que la religión cristiana es una experiencia que descuida al ser interior. De ahí, que muchos están buscando en Oriente lo que, aparentemente falta en Occidente. Señala Jung: “La exigencia de la imitatio Christi, esto es, seguir el modelo y llegar a ser semejante a él, debía tender a desarrollar y elevar el hombre interior, pero el creyente, con su superficialidad y tendencia a un formalismo mecánico, ha convertido esa exigencia en un objeto de culto exterior que, precisamente a causa de la adoración y veneración, no puede intervenir en la profundidad del alma e impide que esta se conforme a la totalidad que corresponde al modelo”. De esta forma, la experiencia cristiana se convierte en una experiencia de disociación. Para San Pablo es claro que, la madurez cristiana consiste, en tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Podemos imitar a Cristo, dice Jung, hasta el punto de que en nuestro cuerpo aparezcan las heridas de su crucifixión sin que ello signifique que llegamos a ser como Él o hayamos realizado su sentido. La imitación no transforma al ser humano. Dice Jung: “La imitación ha de ser una realización del modelo con recursos propios, aquellos que Dios concede, en la vida individual. No en vano, Jesús advierte: no es el que dice Señor, Señor, sino el que hace la voluntad del Padre quien hereda el Reino. Donde Dios se manifiesta la psique encuentra un nuevo centro vital desde el cual realizar todo aquello que la vida ha puesto en nuestras manos el día que fuimos engendrados. Quien se ha dedicado a permitir que Cristo se haga realidad en su interior, en su vida psíquica, llega a experimentar lo que el alma anhela: el sentido de totalidad y la gracia del amor divino habitando y manifestándose a través de él. Hoy me rindo a darte las gracias. Gracias por mostrarme que nuestro todo eres Tú. Tú sosteniéndonos en el sufrimiento y llamándonos constantemente a la reconciliación. Tú sencillo y cotidiano y no por ello menos entregado. Siempre Tú, hasta los rincones más oscuros de mi propio engaño. Gracias por entrar a avivar las brasas, aun cuando estoy a puerta cerrada (Fran Delgado sj) Francisco Javier Carmona
0 Comentarios
Dejar una respuesta. |
Una producción de Francisco Carmona para acompañar a quienes están en busca de su destino.
Visita los canales de podcast en la plataforma de spotify y reproduce todos los episodios.
Haz parte de nuestro grupo de suscriptores y recibe en tu WhatsApp la reflexión diaria.
Escanea o haz clic en el siguiente enlace
Filtrar Contenido
Todos
|